AHMED ÜLKER
Veo girar a mi Sultana en el pasillo y entiendo que ahora he perdido su confianza. Lo vi en sus ojos a pesar de que trató de esconder su mirada, me tenía miedo, eso fue lo primero que alcancé a ver antes de que se fuera. Jamás regresó a verme mientras se iba y la entiendo, yo tampoco me quiero ver ahora mismo.
«Soy un verdadero idiota.»
—Vamos Ahmed, tenemos solo treinta minutos para lle... —sigue Mariam tirando de mi brazo.
Todo esto empezó por el maldito comentario de Mariam que creí en ese momento. Me cegaron los celos por un momento al ver a mi esposa con el idiota de Asil, pero sé que eso no es una excusa para haber hecho la estupidez que hice.
—¡Ya basta Mariam! —tiro de mi brazo para que me suelte.
—¿Qué te ocurre? ¿Acaso desquitaras tu enojo conmigo? —hace un puchero—Yo no tengo la culpa de que tu esposa sea una... —Regreso a verla esperando que no termine esa oración.
Estoy a punto de ponerla en su lugar, pero el abuelo se me adelanta.
—Cuidado con cómo te refieres a la esposa de mi nieto Mariam —la mira amenazante—. Porque Ahmed podrá soportar tus escenas inmaduras, pero yo no. Y menos hacia una integrante de esta familia, porque por si no te acuerdas, ahora ella es una Ülker.
¿Quién lo diría?, mi abuelo defendiendo a mi Sultana cuando al principio fue el que peor la trató.
—¿Nos vamos Ahmed? —dice Mariam en un susurro mientras toma nuevamente mi brazo.
No pienso irme a ningún lado sin mi esposa, y menos ahora que ella está enojada conmigo.
—Ve muchacho —dice el abuelo llamando mi atención—, de seguro debe ser algo muy importante para que tu amiga esté tan desesperada por ir. Y no te preocupes por Eli, yo me encargaré de que se sienta mejor, pueden irse.
—Adiós señor Ülker y perdone si le molestó mi actitud, es solo que... —intenta despedirse Mariam, pero mi abuelo no la deja pues agita la mano para hacer que se calle.
—No Mariam, no te pedí explicaciones pues no tengo tiempo ahora para esto —me mira—. Como comprenderás, debo ir a consolar a Eli y me tomará tiempo porque tu amigo fue un gran idiota con ella. Permiso.
Se va a paso rápido por el mismo camino que hace un momento fue mi Sultana. Esta vez ni siquiera puedo refutar a su insulto pues dijo solo la verdad, fui un gran idiota con mi esposa.
—Entonces —continúa Mariam—, vámonos, pero primero debemos pasar a nuestro apartamen...
—No voy a ir Mariam —me suelto de su agarre que desde hace rato me estaba empezando a molestar—. Ve tú, ahora mismo tengo asuntos por resolver.
Cruza los brazos y sé que se avecina un berrinche que ahora mismo no estoy dispuesto a soportar.
—Pero Ahmed —empieza a dar pequeñas patadas al suelo—, tú me prometiste que...
—Adiós Mariam. —doy media vuelta y sigo el camino de mi abuelo.
Agradezco mentalmente que no me siga pues ahora mismo no estoy para ser paciente con ella.
Llego a la puerta del despacho de mi abuelo y me detengo para pensar bien lo que voy a hacer. Si entro sé que ella seguirá huyendo de mí y mi abuelo no me dejará acercarme. Al final decido solo acercar mi oído a la puerta esperando que no me descubran haciendo tal acto inmaduro.
Mientras más me acerco puedo escuchar mejor, pues la puerta ni siquiera está cerrada completamente. Gracias a Alá tiene una pequeña abertura que me deja justo ver la silueta de mi esposa.
—... Si, ya estoy bien —le sonríe a mi abuelo—, no se preocupe por mí, soy una tonta, ni siquiera sé por qué estaba llorando.
«La hiciste llorar Ahmed, ahora si mereces ser llamado un completo imbécil.»
—Yo sí sé señorita —le recrimina mi abuelo mientras le sonríe y le extiende su pañuelo— y no tienes nada de qué avergonzarte, si quieres dejamos la clase para otro día.
—¿Seguro? —dice tímida y mi abuelo asiente— Pero ¿Qué voy a hacer todo el día si no tenemos la clase?
—Si quieres puedes contarme de tu vida o lo que tú quieras —se sienta en el sofá que tiene en medio de su despacho—. Total, tengo todo el tiempo del mundo. —se acomoda mejor.
—¿No me dijo que hoy tenía muchas cosas que hacer?
—Era una pequeña mentira —le señala el otro sofá para que se siente—, solo quería distraerte para que no te sintieras mal por la llegada de esa muchacha. Pero veo que al final no sirvió de mucho, pues ni siquiera desayunaste.
No me había dado cuenta de que no comió nada. Últimamente ando olvidando cosas verdaderamente importantes y me molesta, pues no solía ser así y menos con ella que merece mi completa atención.
—Preferiría que no hablemos de eso —baja la cabeza apenada—. No quiero volver a llorar.
—Está bien, háblame de lo que tú quieras Eli, soy todo oí...
—¿Qué haces aquí Ahmed? —escucho un susurro tras de mí y el susto me hace alejarme de inmediato de la puerta.
Regreso a ver y noto que es Anastasia, mi madre.
—Nada. —respondo en un susurro lo más serio posible para que me crea.
—¿Estabas escuchando tras la puerta?
—No, no soy un niño para hacerlo.
—Entiendo, entonces no te molestará que golpee la puerta y ...
Su mano se acerca a la puerta y es cuando en un ataque de pánico la tomo de la mano y la empiezo a llevar lejos del lugar. No quiero que el abuelo o mi esposa me vean ahí porque se darán cuenta de que los estaba escuchando.
Cuando cruzamos a otro pasillo al fin suelto su mano.
—Así que si estabas escuchando. —cruza sus brazos.
—Eso no te interesa, no es tu asunto.
—Si que lo es.
—No, no lo es.
—Si, lo es y más si se trata de Elizabeth.
—¿Cómo sabes que ella estaba ahí...?
—Digamos que también escuché la conversación de tu abuelo con ella —o sea que me vio desde antes—. Por cierto, no tenías que acercarte mucho para escuchar, yo lo hice tras de ti y alcancé a escuchar claramente.