ELIZABETH AYDIN (ÜLKER)
Mientras disfruto de la galleta no puedo dejar de sentir las manos de Ahmed sobre mi vientre. Al principio, cuando recibí la noticia, me daba miedo todo. Sobre todo, porque nunca crecí en una familia donde me quisieran y ahora me daba miedo ser igual que Nora o mi padre y hacer sufrir a este nuevo ser que crece dentro de mí.
—Lo olvidaba Sultana —dice y me regresa a la realidad—. Hoy es mi cumpleaños y el de mi abuelo.
—¡¿Por qué no me dijiste antes?! —trato de separarme un poco, pero no deja de abrazarme con fuerza, por lo que no puedo cambiar mi posición— Hubiera preparado algo, o tendría algún presente para darles, ahora no sé qué hacer porque… —digo rápido, pero Ahmed gira mi rostro y planta un beso en mis labios que me hace callar.
—No te preocupes por eso.
—¿Que no me preocupes? Pero…
—A mí ya me diste mi regalo ayer con la noticia de nuestros bebés —su confesión hace que mi corazón revolotee— y créeme que, si le damos la noticia a mi abuelo, no solo lo tomará como un regalo, ese viejo es capaz de volver este día en uno festivo para toda la familia en honor a nuestros bebés.
—¡Hey! No le digas viejo —ríe.
—Es un decir, pero créeme que con esta noticia será suficiente para que todo el mes se la pase festejando y presumiendo por ahí con sus amigos a nuestros bebés.
Tiene razón, sé que el abuelo será muy feliz con la noticia. En cada clase que tenía con él, siempre sacaba como tema de enseñanza el embarazo o los hijos —sé que lo hacía con la intención de que en algún momento le confesara que ya estaba embarazada, pero eso nunca sucedió, hasta ahora—. Una vez me confesó incluso que lo único que le aterraba de morir, es no poder conocer a sus bisnietos, ni poder consentirlos.
—En ese caso ¿podríamos hacer algo?
—Lo que quieras, solo pídelo.
Su frase me hace pensar que tengo control sobre él y por alguna razón, me gusta.
—¿Qué te parece si…?
Le cuento mi pequeño plan que había pensado hacer más adelante para revelarle a su familia nuestro embarazo, pero esta vez me tocará adelantarme. Ahmed solo me interrumpe cuando es necesario para ayudarme con ideas, en el camino, solo paramos en una tienda de bebés donde compramos unas cosas que faltan para que sea obvia la sorpresa cuando se la demos al abuelo.
Al entrar a la mansión, es el abuelo el primero que aparece y puedo notar que sigue preocupado por mí.
—¿Cómo les fue? ¿Qué te dijo la doctora? —me inspecciona de pies a cabeza, como si tratara de encontrar algo mal.
—Buenas tardes a ti también abuelo —responde sarcástico Ahmed—. Nos confirmó lo que ya sabíamos.
—¿Qué cosa?
—Que fue el estrés el causante de su malestar.
—¿Solo eso? —parecía que no nos creía y yo me estaba poniendo nerviosa— ¿Seguro la revisaron completamente?
—Si —responde de inmediato Ahmed con normalidad, como si fuera verdad—. La revisaron en cada especialidad, ya sabes, traumatología, ginecología, cardiología y otros que ni siquiera recuerdo, por eso nos tardamos.
—¡Oh! ¿Y no hay nada nuevo? —negamos.
—Ya te dije que no abuelo y permiso, mi Sultana tiene que ir a descansar.
Salimos del lugar casi corriendo pues no queremos que el abuelo siga preguntando. Solo le ruego a Dios que el director del hospital no le haya dicho en verdad nada porque sino, arruinaría nuestros planes.
Como lo acordamos, Ahmed va directo a buscar lo que necesitamos y yo empiezo a repasar lo que diré frente a todos en la reunión. Estoy muy nerviosa y presiento que las cosas saldrán mal.
—Aquí está —Ahmed abre la caja que tiene entre sus manos—. No puedo creer que esta haya sido tu primera ropa, eras tan pequeña y de seguro una bebé hermosa.
Decidimos usar mi ropa y comprar un conjunto más para que sepan que son dos bebés en camino, junto a dos chupones que se colocaran perfectamente en la caja.
—No lo sé —saco uno de los sacos—. No tengo fotos que demuestren eso, pero seguro que sí. —digo con un arrebato de confianza
—Si, seguro que sí, solo espero que mis bebés salgan a su madre en todos los aspectos.
—No digas eso, yo quiero que sean una mezcla de ambos.
—Yo los amaré sean como sean. —me da un beso.
—Bueno, ya. Tenemos que preparar las cosas. —dejo el saco nuevamente en la caja y la cierro.
El padre de Ahmed se esmeró en hacer la fiesta familiar para el abuelo. Llegaron más personas de servicio y acomodaron todo en unos minutos. Prácticamente no hicimos nada. Ahmed solo les pidió que el pastel no lo hicieran porque quería hacerlo yo misma.
A cierta hora empezaron a llegar más personas que no conocía y que me analizaban de pies a cabeza cuando salíamos a saludarlos. Agradecí tener la excusa del pastel para no quedarme conversando con ellos.