Make You Feel My Love - Hacerte Sentir Mi Amor

16

ELIZABETH AYDIN (ÜLKER)

Las náuseas y vómitos no me dejaron dormir toda la madrugada. Ahmed por su puesto tampoco durmió y quizo llevarme varias veces al hospital pensando que algo malo ocurría conmigo pero lo calmé diciendo que era normal. Eso lo sabía porque la doctora me explicó un par de cosas mientras él se desmayó durante el ultrasonido y fueron de gran utilidad pues yo hubiera estado más asustada que Ahmed.

—¿Estás lista cariño? —me abrazó por la espalda.

—S-si —el perfume que llevaba Ahmed se me hizo lo más horrible del mundo— ¿Podrías alejarte?

No quería volver a vomitar.

—¿Qué hice mal? —se posicionó frente a mi preocupado— ¿Estás enojada?

—No, es solo que tu olor…, me da algo de náuseas.

No tardó en dar media vuelta para perderse en el vestidor y tras unos minutos salió con otra ropa.

—Listo Sultana, ya me cambié y ya no huelo al perfume —se acercó a mi para que lo olfatee y cuando asentí dandole mi aprovación, me abrazó—. Ahora si puedo abrazarte sin producirte náuseas.

No solo me abrazó, empezó a dejar besos en todo mi rostro.

Cuando al fin terminamos de jugar, bajamos a desayunar, pero notaba algo extraño en la casa. había más movimiento de personas que no conocía a mi alrededor. Entramos al comedor y ya todos estaban esperandonos, solo faltaba el abuelo.

—¿Quienes son? —vi pasar a unas chicas que no conocía. Llevaban una caja enorme al segundo piso.

—Son las nuevas empleadas que contraté —habló el padre de Ahmed—. Cada una de ellas siguieron cursos especializados en primeros auxilios y saben incluso atender partos.

—Papá ¿qué hiciste? —reprochó Ahmed mientras me ayudaba a sentar.

—Lo que escuchaste y creeme que eso no es nada comparado a lo que tu abue…

—¡Buenos días familia! —entró el abuelo con una sonrisa de oreja a oreja. Se acercó a abrazarme primero— ¿Cómo amaneció la mujer más hermosa del planeta?

—Mi prometida, muy bien abuelo —Ahmed respondió por mí, parecía celoso—, pero creo que alguien se levantó más loco que otros días. ¿Qué es toda esa gente en la casa? sabes que a mi Sultana no le gusta la gente extraña y…

—Si si Ahmed, ya callate —se sentó a lado mío y me tomó de la mano—. Querida, disculparás a este viejo pero me he tomado la libertad de comprarles algunas cositas a los bebés.

—¿Algunas cositas? —Me emocionaba saber que mis bebés ya son amados y esperados con ansias.

—Si, nada del otro mundo —hizo un gesto con la mano restandole importancia—, pero quiero que las veas para que decidas que te gusta y que no.

—Seguro me gustará todo abuelo, no tenemos que…

—Compraste toda la tienda ¿verdad? —le dijo Ahmed.

—¿La tienda? —no entendía.

—Lo hiciste ¿verdad? —era más como una afirmación.

—Solo una sucursal —se sentó el abuelo como si nada—, pero eso no importa. Aquí lo importante es que mis bisnietos desde ahora tendrán todo lo que necesiten y no necesiten.

—Los vas a consentir y se volverán caprichosos como yo —aseguró Ahmed.

—Para eso están los abuelos y bisabuelos —se señaló así mismo con orgullo—. Por cierto —regresó a verme—, las tardes de lecciones de turco van a disminuir.

—¿Por qué? —Yo quería seguir aprendiendo. Me dí cuenta que soy muy buena aprendiendo idiomas.

—Porque desde ahora tendrás una instructora de yoga especializada en mujeres embarazadas, además, el doctor y dijo que debes descansar más horas y las citas médicas en el hospital de mi amigo están ya agendadas para cada mes.

No sabía que era yoga, pero seguro era algo bueno para mi estado, sino el abuelo no lo hubiera aprobado.

Esa es una de las tantas acciones que me llenaban el alma y que me encantaban de pertenecer a la familia de Ahmed. Ellos se preocupaban por mis bebés y yo sin esperar nada a cambio.

Mis ojos los siento picar y no entiendo por qué las ganas de llorar aumentan a pesar de que nada malo ha pasado.

—Gracias abuelo por adelantarte —respondió algo grosero Ahmed. Se veía molesto mientras untaba mermelada en su pan.

—No tienes que ser grosero Ahmed, deberíamos estar agradecidos por todo lo que ha hecho por nosotros —regreso a ver a mi padre, que está centrado en su desayuno—. Agradezco que ellos no tendrán que mendigar por un poco de atención o amor…, como yo solía hacerlo.

Mi hermano y mi padre se detienen antes de regresarme a ver.

Jamás me ha gustado reprochar o sacarle en cara toda la falta que me hizo durante toda mi vida a a mi padre, pero siento que hay cosas que se pueden perdonar, pero no olvidar. Sobre todo si eso me hizo daño durante tantos años.

—Hija ¿podemos hablar? —dijo calmado mientras se levantaba.

—Primero tiene que comer, no puede saltarse las horas de su comida, eso podría hacerles daño a los … —intervino rápido el abuelo. Se que lo hace por mi bien, pero esta vez quiero hablar con mi padre y dejar todo en orden.

—Tengo que hablar con mi padre, no tardaré.

Me levanto y antes de que Ahmed lo haga también pues conozco sus intenciones, lo miro dejándole claro que necesito hablar a solas con mi padre. Salimos del comedor y nos dirigimos al patio donde me quedo frente a unos tulipanes hasta que mi padre llega a mi lado.

—¿Me odias?

—No —suelto una pequeña risa por los recuerdos que llegan a mi mente—. Hubo un tiempo en el que traté de odiarte por todo lo que me hacías junto a mi madre, pero nunca pude, al final siempre llegaba a la conclusión de que todo lo que me hacías era por mi bien.

—Fuí el peor padre del mundo entonces —regreso mi mirada a él, parece pensativo—. Jamás debiste llegar a esa conclusión, porque no está bien hija ¿lo sabes verdad?

Ahora lo sé. Después de haber conocido a personas fuera de mi familia que me han demostrado que me aman con o sin defectos. Ellos me hicieron dar cuenta que quien te ama, no te lastima.




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