ELIZABETH AYDIN
Habían pasado solo tres meses desde mi llegada a Turquía y ahora estaba a punto de casarme, otra vez. La gran diferencia, es que ahora todo será planeado y podré casarme como siempre soñé desde niña.
Todos los elementos de una boda ya estaban tachados de mi lista. Mi vestido blanco, las flores favoritas de Ahmed, la música, la comida que me encantó y sobre todo, mis hermosos bebés. Habían cumplido ya 2 meses dentro de mi y cada día sentía que podía llegar a amarlos más.
En este tiempo, ya nos mudamos al fin a nuestra casa, pues queríamos ir adecuándonos al lugar antes de que llegaran los bebés. Yo he estado preparando cada centímetro de la casa para evitar futuros accidentes y Ahmed ni se diga, no para de buscar en internet más cosas para volverla más segura para mi.
Cosas malas también pasaron estos meses, empezando por Baadir, el cual no ha dejado de enviar regalos y cartas, cosas que Ahmed ha desechado incluso antes de que pasen por la puerta de la casa. Ah decir verdad, a mi ya no me molesta ni me afecta nada que tenga que ver con él, por eso dejo que Ahmed haga lo que crea conveniente con esas cosas.
Por último, está Mariam, la cual no ha parado de intentar entrar al conjunto donde vivimos a pesar de la orden de restricción que tiene Ahmed contra ella. Yo no la he visto ni quiero hacerlo, pues me da algo de temor que trate de hacer algo contra mi o mis bebés ahora que sé que poco o nada le importa si la atrapan o no.
—Llegamos. —dice Ahmed sacándome de mis pensamientos.
—Me da algo de miedo.
—¿Por qué? ¿Te sientes bien? —se preocupa de inmediato.
—No, nada de eso —tomo su mano tratando de calmarlo—. Solo que no me gustan los hospitales, cuando venimos casi siempre escucho a alguien llorando por la muerte de un familiar y me da miedo recibir malas noticias como esas.
—Por eso estamos aquí cariño —ahora él es quien trata de calmarme—. Tenemos que monitorear a estos dos torbellinos —coloca su mano en mi vientre que ya está un poco abultado—, así sabremos si están bien, como debe de ser.
—Tienes razón ¿vamos?
La doctora nos dijo que hoy podríamos llegar a ver que son mis bebés y por esa misma razón…
—Ya me estaba volviendo más viejo esperando a que llegaran ¿Por qué tardaron tanto? —Era el abuelo quien nos recibió en la puerta del hospital, junto a los demás. No faltaba nadie e incluso estaba el director del hospital que conocimos la primera vez.
Desde que se enteraron que hoy podríamos conocer el sexo de los bebés, decidieron subirse todos a sus autos para seguirnos a pesar de decirles que no hacía falta, pues de todos modos se los contaríamos al regreso, pero nada de eso los hizo entrar en razón.
—Tuvimos que detenernos por unos antojos de mi Sultana —regresan a verme y levanto los hombros restando importancia a sus miradas acusadoras.
Desde la vez que confirmamos el embarazo, Ahmed no me ha negado ningún antojo, a pesar de que estos me suelen quitar el apetito para las demás comidas. Pienso que me he vuelto algo consentida por todos pues ahora nadie me puede negar nada y si pido algo, de inmediato lo tengo en mis manos.
—Bueno, ya entremos, que entre menos tiempo estemos aquí, mejor. —me adelanto por el camino que ya conozco a la perfección.
Ahmed llega a mi lado y toma mi mano para avanzar. Noto que los demás se detienen en la sala de espera mientras nosotros entramos directo al consultorio de la doctora la cual nos recibe amablemente, como siempre.
Como siempre, comienza con las preguntas de rutina, me pesa, me mide, me toma la presión y cuando al fin termina, me invita a subirme a la camilla para al fin ponerme ese aparato en el vientre.
—Muy bien, aquí están, ahora se nota que ya tienen la forma de bebés y pueden distinguirlos —nos señala la pantalla, pero yo solo veo manchas—. ¿Quieren saber los sexos de los bebés?
—Si. —respondemos al mismo tiempo.
—A ver, entonces… —comienza a aplastar ciertos botones en ese aparato hasta que se detiene al fin—. Bueno, este bebé se dejó ver muy rápido, parece que le gusta ser el centro de atención porque no deja que veamos al otro bebé.
—Entonces ¿Qué es doctora? —digo impaciente.
—Este bebé es un niño —señala la pantalla.
Ahmed besa mi frente y reparo en su expresión, se ve tan feliz y emocionado, que hasta parece que va a llorar. A mi me ganan las lágrimas y comienzo a llorar de felicidad.
«Un niño, será un hermoso niño.»
—¿Y el otro bebé doctora? —dice algo desesperado.
—Estoy tratando de verlo de otros ángulos pero como les dije, el otro bebé no me deja, lo está tapando y me es imposible ver que es.
—¿Eso es bueno o malo? —la preocupación llega a mi como una oleada.
—No es malo, para nada. Solo no sabrán el sexo del otro bebé hasta el próximo control. Sin embargo, noto que hay algo más. —su mirada preocupada y su semblante más serio me comienzan a preocupar.
—¿Qué cosa doctora? ¿Está todo bien? —Ahmed me roba las preguntas.
—Primero necesito que te levantes —termina de retirar el gel que me había puesto en el vientre— y vengan por favor, deben sentarse.
La seguimos hasta su escritorio. Mi corazón ha empezado a latir más fuerte y siento que se me va a salir por la boca. No me gusta para nada el cambio drástico de la doctora pues presiento que serán malas noticias.
—Bueno, al revisar el eco y tomando en cuenta las medidas estándar de acuerdo a la edad gestacional que tiene, el bebé que no se deja ver completamente es más pequeño que el otro.
—¿Y eso por qué sucede? ¿Estamos haciendo algo mal? —Ahmed hace las preguntas que yo no puedo porque las lágrimas que antes brotaban por felicidad, ahora lo hacen por miedo al saber que algo anda mal.
—Esto suele suceder en algunos embarazos múltiples, podría tratarse del síndrome de transfusión feto-fetal, donde uno de los fetos no recibe los nutrientes necesarios provocando que no se desarrolle como debería y en algún punto podría…, podría perderlo.