AHMED ÜLKER
No podía creerlo. Él estaba frente a mí después de tanto tiempo. Su cambio era notorio, ya no se veía como el hombre imponente que aparentaba ser en el pasado. Ahora tenía un aire más ¿apagado?
—¿Qué haces aquí Baadir? —a pesar de no lucir como una amenaza, lo era.
—Acabo de enterarme de lo que le pasó a mi… —lo iba a matar si terminaba esa frase—, perdón, a Elizabeth.
—¿Y? Eso no responde a mi pregunta.
comenzó a frotar sus manos entre sí, parecía nervioso.
—Yo…, solo quiero verla —casi me río en su cara—. Se que no lo merezco pero…
—Exacto, no lo mereces y será mejor que te largues si no quieres que te mande a sacar a la fuerza.
Intenté seguir mi camino, pero nuevamente él se atravesó.
—Por favor, por lo menos dime que ella está bien —suplicó—, solo necesito saber si ella…
—No te entiendo Baadir —no pensaba soportar las estupideces que decía—. Hiciste su vida miserable, casi muere por tu culpa y ahora te crees con derechos de venir y preguntar por ella ¿Quién te crees?
Lo vi debatirse internamente, como si él mismo supiera que no merece saber nada. Y cuando creí que daría media vuelta y se iría, respondió.
—Tienes razón, soy el imbécil que arruinó su vida —bajó la mirada—. Pero…
—¿Pero?
Levantó su mirada.
—También soy quien mató solo por ella —ya no lucía tan inofensivo como antes. Su mirada oscura lo corroboraba—, y te aseguro que estoy dispuesto a seguir siendo su verdugo si me entero de que tu amiguita le hizo daño a ella o sus bebés. Así que, si no me dices cómo está, cometeré nuevamente una locura.
No me preocupaba lo que podría hacerle a Mariam, porque ella ya no me importaba en lo absoluto. Sin embargo, no podía quedarme con la duda.
—¿A quién mataste Baadir?
La única persona que llegaba a mi mente, era ese maldito al cual quise matarlo con mis manos y no pude porque se me adelantaron.
—Emir Akin —lo sabía, era el maldito exnovio de mi Sultana—, ese hijo de puta que no merece ni siquiera ser recordado.
Siempre quise saber quien lo había matado. Irónicamente murió en la misma celda donde solía encerrar a sus presos. Lo último que supe de él, fue que incluso su cuerpo había desaparecido de la morgue dejando a su familia sin nadie a quien velar.
—Asi que fuiste tú —asintió despreocupado— ¿Por qué lo hiciste? Si lo que buscabas era eso, hacerle daño a mi esposa para tu estúpida venganza, no lo entiendo.
Kiral, el asistente que lo había estado ayudando en su estúpida venganza, me encontró hace unos meses y me contó todo lo de su estúpido plan. Obviamente le faltaron detalles como este.
—Porque me enamoré de ella y cuando me di cuenta de que mis estúpidos intentos por separarlos estaban hiriendola porque estaba enamorada de ti, decidí hacerme a un lado. Pero cuando me enteré lo que ese maldito le hizo… —odiaba recordar aquel día, las imágenes tan vividas de cómo la encontré en ese sótano, no paraban de repetirse en mi mente— Simplemente lo maté y …
—¿Y?
—No necesitas saber más detalles. Ahora dime ¿Me dirás cómo está? ¿O tendré que sobornar a alguien para poder verme a solas con ella?
Sabía que él era igual de poderoso que mi familia, así que sería fácil para él adentrarse en una habitación de hospital y yo no podría dejar que ellos se vean a solas porque no se cual sería la reacción de ella. No quisiera que todas las sesiones de terapia que la han hecho progresar, se vayan a la basura por él.
—Te dejaré verla por unos minutos —su rostro se iluminó y comenzó a acomodar su cabello—, pero si ella no quiere hacerlo deberás irte ¿entendido?
—Si, si, con verla un minuto me basta y sobra —parecía un niño—. Gracias Ahmed.
—No me des las gracias aún, vamos.
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Al abrir la puerta de la habitación, los vi abrazados. Debo decir que hasta ahora sigo desconfiando de George pues nadie me quita de la cabeza que él estaba enamorado de su hermana.
Cuando se separaron pude notar que mi Sultana había estado llorando a pesar de que me regaló una de sus hermosas sonrisas. Estuve a punto de ir contra su hermano para preguntarle que le hizo, de no ser por Baadir que sin dejarme presentarlo, me hizo a un lado.
—¿Abejita?
«Juro que te mataré si sigues llamándola así» odiaba ese sobrenombre
La cara de mi Sultana no pasó desapercibida para nadie. Estaba sorprendida, pero había algo más.
—¿Qué haces aquí Baadir? —era George quien se acercó dispuesto a sacarlo de la habitación.
—Y-yo solo quería saber cómo está ella —no despegaba la mirada de mi esposa—. Ahora que lo he hecho y veo que está tan hermosa como siempre, creo que debería irme.
De haber sabido que iba a ser tan fácil que se fuera, no me hubiera tardado en dejarlo entrar.
—¡Espera Baadir! No te vayas —todos nos sorprendimos cuando mi Sultana soltó esas palabras.
Baadir, quien ya había dado media vuelta para irse, se veía igual de conmocionado que todos. No pasó mucho tiempo cuando giró sobre sus talones.
—¿Tú… quieres verme? —dijo algo nervioso.
—Quiero hablar contigo —miró a George—. ¿Podrías dejarnos a solas por favor? —su hermano la vio algo molesto, pero al final terminó saliendo de la habitación.
Yo solo rogaba que no me pidiera lo mismo, porque esta vez no le haría caso.
—Ahmed…
—No me iré.
—No quería que lo hagas —rio ante mi arrebato—, de hecho quería que te sientes a mi lado.
Pasé por un lado de Baadir, quien seguía con la mirada fija en ella. Pero, su mirada estaba puesta en su vientre y eso me molestaba.
—¿Cómo has estado? —empezó ella.
—Mal, pero eso no importa —bajó la mirada apenado—. Lo importante es que estés bien y sobre todo feliz, porque lo eres ¿verdad?
—Lo soy, soy muy feliz Baadir y creo que en parte, eso te lo debo a ti —regresé a verla. ¿Acaso enloqueció?—. De no ser por tí, jamás hubiera conocido a Ahmed, ni me hubiera enamorado de él tanto como para ahora tener una familia. —No, no había enloquecido y eso me alegraba.