Maktub, estaba escrito...

8

Mew sabía que no debía internarse por esas callejuelas. Aida, ese campo de refugiados que ya llevaba tres generaciones en pie, con enormes y altos edificios blancos, superpoblado y carente de todo por el bloqueo israelí, se mostraba a los ojos de Mew de una forma impactante.

Los nervios por saber que no debía estar allí no le permitían pensar con claridad. Le costaba trabajo creer que lo que veía era verdad : no había un solo edificio que no tuviera una de sus partes en ruinas. No había una sola esquina que no tuviera un animal muerto, en su mayoría caballos, lleno de moscas y festilando un olor tan nauseabundo que hacía que Mew usara su inhalador más veces de las recomendadas. Y no había un solo niño que no pasara por su lado que no tuviera alguna cicatriz en su rostro, o alguna venda sangrante en su cabeza, o que no le faltara un brazo o una pierna.

Mew sintió que iba a vomitar. Se obligó a sí mismo a tragarse una bocanada ácida y se dio vuelta muy despacio. Solo había avanzado unas cinco calles desde la entrada del enorme muro. Solo había estado caminando por unos diez minutos. Sin embargo, sentía que había sido transportado a otro mundo. Un mundo del cual nunca había siquiera sospechado que podía existir.

Avanzó unos pasos más tratando de convencerse de que si en los próximos minutos no encontraba a Gulf se iría de allí.

Mew estaba seguro de que había visto entrar a Gulf. Lo había seguido creyendo que iría al río que de pequeñis solía ser su lugar en el mundo. Al principio, le extrañó que cambiara de dirección pero decidió seguirlo igual. Pero lo había perdido de vista apenas atravesó la entrada Sur. 

Pensó que sería una buena idea preguntar por él, pero su intuición le decía que nadie le hablaría cuando vieran su kipá. Y apenas ese pensamiento sobrevoló por su mente, se llevó una mano a la cabeza, pero entonces unos automóviles pasaron raudos cerca suyo y se paralizó de miedo.

Hubieron gritos y corridas. Bajaron de los automóviles civiles y militares, todos con el escudo de la bandera israelí en sus pecheras.

"¿ En dónde se había metido? ¿ Acaso habían terroristas allí, o lo habrían seguido desde el otro lado del muro? "

Mew buscó con su mirada aterrada algún extraño sospechoso que estuviera cerca. Seguramente un hombre-bomba que se detonaría a sí mismo al verse arrinconado. Las piernas le temblaron con solo imaginar la escena. Y era tanto el pánico que sentía que el inhalador se le cayó de las manos. Justo cuando iba a agacharse para buscarlo, una mano fuerte se aferró a su brazo y se sintió arrastrado varios metros.

La mano lo empujó hacia una pared fría y otra mano le tapó la boca para que no gritara.

–Tranquilo ...– le dijo la voz y le liberó la boca.

Mew parpadeo confundido al escuchar una palabra en inglés. Reconocía aquella voz. Podría reconocerla aún cuando habían pasado muchos años desde que la había oído por última vez.

–Tranquilo, Mew ...– repitió la voz en un inglés precario.

Se miraron a los ojos fijamente. En un acto inconsciente, Mew pegó su cuerpo al de Gulf, atrayéndolo por la cintura. Y respiró de su aliento como si fuera el oxígeno que necesitaba para vivir.

Gulf estaba más alto y más delgado que hacía cinco años pero tenía los mismos hermosos ojos rasgados y los mismos labios tentadores.

Al mirar aquellos labios, Mew se olvidó por un segundo de todo el caos y los gritos que los rodeaban.

–¿ Por qué ... nunca me respondiste ninguna de mis cartas?– balbuceo mío.

Gulf lo miró por un momento, claramente sorprendido. Pero en seguida pareció reponerse y respondió con voz gélida:

– Porque ... no hablo con el enemigo ...

Con aquellas palabras, Mew sintió que el mundo a sus pies se abría. Sintió que ya no quería seguir respirando. Así que cerró los ojos y dejó de hacerlo ...


 


 



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En el texto hay: guerra, mewgulffanfic, palestina

Editado: 30.10.2023

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