Mew aspiró esa última bocanada de aire fresco que entraba a sus pulmones. Y abrió los ojos.
El rostro de Gulf estaba cerca del suyo. Y los labios de Gulf, tan deliciosos y calientes como los recordaba, estaban pegados a los suyos.
Cuando Gulf notó que Mew recobraba la conciencia dejó de hacerle respiración de boca a boca y trató de apartarse. Pero los brazos de Mew no se lo permitieron. Se miraron un momento, con ojos asombrados y brillantes. Y Mew volvió a buscar su boca.
Gulf trató de apartarse, pero solo bastó sentir otra vez los labios de Mew sobre los suyos para dejarse llevar por una arrebatada emoción que hacía años había pretendido enterrar, y se entregó a aquel beso con alma y vida.
Mientras sus lenguas se entrelazaban con desesperación, sus cuerpos se fundieron en un abrazo fuerte. Cada centímetro de piel que se rozaba desataba toda una serie de explosiones vibrantes que lo único que lograban era que aquel beso se hiciera más profundo y más desesperado.
Recién varios minutos después, los labios pudieron despegarse. Y Mew y Gulf volvieron a mirarse. Pero esta vez las miradas fueron diferentes. Los ojos de ambos estaban cargados de emoción, de pasión y de lágrimas.
Gulf limpió con extremada dulzura las mejillas húmedas de Mew y sonrió.
– He tratado de sacarte de mi corazón y de enterrarte cada día de estos últimos cinco años.– la voz de Gulf temblaba– Pero cada nuevo día, con cada nuevo amanecer, resucitabas, con algo que veía o que escuchaba, que me recordara a ti ... ¡Sí te escribí! Te he escrito infinitas cartas. Nunca recibí respuesta ...
Entonces Mew lo comprendió. Gulf le escribía cartas a su antiguo domicilio. Mientras él le escribía al campo de refugiados de Khan Yunis, ubicado al sureste de la franja de gaza.
Solo por un maldito malentendido del destino, habían pasado los últimos cinco años de sus vidas creyendo que el otro se había olvidado, que no lo amaba y sintiendo que se morían un poco cada día.
– Alguien me dijo que habías vuelto ... y quise comprobarlo.
– Te vi ... debajo de mi ventana ...
Volvieron a besarse, esta vez con extremada dulzura, como si besaran algo frágil y delicado.
– No soy tu enemigo ...– sollozó Mew inconscientemente en hebreo, aún sintiendo los labios de Gulf sobre los suyos.
– Lo sé ...– le respondió Gulf en árabe– Lo sé ...– repitió y volvió a perderse en aquellos labios; labios que había besado en sus sueños cada noche mientras los aviones sobrevolaban sobre su cabeza y las sirenas sonaban y los llantos de los niños lo hacían estremecer hasta las lágrimas...