Mew se enredaba cada vez más con la manta, a medida que la pesadilla se hacía más intensa.
Un sudor frío le empapaba el rostro. Y como siempre le sucedían en las pesadillas, sentía todo su cuerpo paralizado. Lo que más deseaba era alejarse corriendo de allí pero no lograba mover ni un solo músculo.
Despertó con un grito desgarrado. Se sentó en la cama, abrazando sus piernas, temblando. Estaba aterrado porque sabía que lo que había visto en sus pesadillas no era una mala invención de su inconsciente. Era la cruda realidad. Y por alguna razón lo recordaba Recién ahora : antes de que las manos de Gulf lo arrastraran y lo escondieran tras una pared en ruinas, lo último que vio Mew, justo cuando comenzaron a aparecer soldados israelíes de un puñado de autos oscuros, fue a un grupo de niños que reían y corrían tras una pelota de cuero maltrecha. Mientras era obligado a esconderse había visto por el rabillo del ojo como un par de niños que, por sus cuerpos raquíticos, no podían tener más de doce años eran puestos de cara contra una pared, requisados, atados de manos y subidos a uno de los autos, con tal violencia que Mew aún a la mañana siguiente sentía que su cuerpo no lograba dejar de temblar de miedo.
La voz de su madre desde el pasillo lo obligó a despabilarse. Y quince minutos después estaba sentado a la mesa desayunando junto a su familia pero sin sentir nada de apetito. Mientras sorbía su leche, miró de reojo una de las carpetas con informes que su padre ordenaba en ese mismo momento.
AIDA..., leyó en letras hebreas y volvió a temblar.
–¿ Qué sucedió ... ayer ... en Aida?– preguntó.
Su padre lo miró fijamente.
–¿ Por qué ...?
Mew se apresuró a mentir.
– Escuché algunos rumores en la ciudad mientras jugaba en una tienda de videojuegos... Hubo una redada ...
– sí, atrapamos a unos terroristas de Hamás...
Mew miró a su padre y sintió que el cuerpo volvía a temblarle.
– Sí, eso escuché ... escuché que eran terroristas ...
– En ese campamento de Aida solo viven milicianos. Y ayer nuestro valientes soldados desarticularon una célula peligrosa. Estaban reunidos, armados hasta los dientes, planeando un nuevo atentado. Detuvimos a tres ..., los cabecillas ...
–¡ Bien hecho, cariño!– la madre de Mew sonaba realmente orgullosa.
–¿Y ... a dónde se los llevaron?
–¿ Por qué ... de repente quieres saber? Nunca te han interesado estos temas.
– Formaré parte de las filas de nuestro ejército en unos meses. Es tiempo de que me interese por todo esto, ¿ no te parece?
Esa vez quien parecía realmente orgulloso era su padre. Le sonrió, mientras asentía.
– Por ahora, están en el centro de detención de mi distrito. Pero en un día o dos, confesarán y los llevaremos a la cárcel. Uno tiene 13 años Así que lamentablemente en seis meses saldrá libre pero los otros dos cumplirán 16 pronto. Para cuando logren salir, si es que sobreviven, habrán perdido todas las ganas de poner bombas por ahí.
La hermana de Mew aplaudió entusiasta mientras la madre pronunciaba una felicitación en hebreo; sin embargo el estómago de Mew se retorcía haciéndole querer vomitar todo el desayuno allí mismo.
–¿ Estás seguro ... de que son ... terroristas?– balbuceó Mew sabiendo que era una mala idea preguntar aquello.
–¡ Claro que lo son!– su padre lo miró serio–
¡ Son palestinos! ¿ Qué otra prueba necesitas?
–¡ Bien hecho, padre!– Mew trató de sonar convincente.
Y por la mirada que su padre le devolvió supo que había tenido éxito. Le sonrió complacido y siguió ordenando, como si nada, sus carpetas y sus informes. Mientras un Mew tembloroso se había escabullido y vomitaba en el baño todo el desayuno.