Mal Día

1. SUSIE

Por culpa de Darren Marcen, estoy en la cárcel.

Bien, bien, no estoy realmente en la cárcel pero algo muy parecido a ello. Estoy castigada y condenada a trabajar sin paga en la escuela. Claro, ¿Quién le pagaría a alguien que cumple una condena?

El problema es, yo soy inocente.

El único culpable de ese video creado con inteligencia artificial en donde se ve al Director Pestton bailando una canción de su musical favorito (Mamma mia) es Darren Malvado Marcen.

Darren es ese chico “oscuro y misterioso” que no es más que un tonto, egocéntrico y descuidado sin metas ni aspiraciones. No es que yo sea la más inteligente o que todo me salga bien, pero al menos intento dar lo mejor de mí.

El siempre da lo peor de sí.

—Usted, Darren Marcen, ha sido un clavo en mi zapato desde que llegó a la secundaria —el Director Pestton se levanta de su escritorio, acomodándose el pantalón—. No me sorprende que a meses de mi retiro usted haga algo así pero, ¿Señorita Rogen? ¿Desde cuándo usted se presta para este tipo de faltas de respeto?

Abro la boca. —Yo…

El Director sacude los brazos en el aire de manera dramática. —Aquí, en esta escuela, siempre se han cumplido las reglas y no porque ya me voy a retirar significa que mi disciplina ha terminado. Marcen, Rogen, están castigados hasta que me vaya, cada viernes los quiero después de la escuela, una hora ayudando en lo que los profesores lo requieran. ¿Entendido?

Darren cruza la pierna por encima de la otra, el agujero intencional en la rodilla de su pantalón muestra su piel. — ¿Algo más? ¿Le traemos el café?

—Marcen, no me provoque.

Darren bufa. —Señor Pestton —se inclina hacia adelante, sin apartar los ojos de los del enfurecido director—. ¿O debería llamarlo, Carlos?

—Darren… —su tono es amenazante—, si usted habla una vez más, ese castigo va a extenderse.

Niego rápido. —Señor Pestton, señor, yo creo que Darren no vale la pena escucharlo.

— ¿Ah, sí?

—Señor Pestton, yo realmente no hice nada. Por favor créame.

El entorna los ojos. —Le creería pero solo hubieron dos personas en la oficina de profesores a la hora que se publicó ese video en el sitio de la escuela. Usted y Marcen.

Darren me voltea a ver con la cabeza ladeada. —Tranquila Susie Lu, estarás conmigo, no nos aburriremos en detención.

Arrugo la nariz. Esa no es una noticia agradable, preferiría estar con Brody Cannings que con él. Con Brody al menos sería divertido, un tiempo productivo y por supuesto, vería su perfecto rostro mientras que estar con Darren es como estar en una jaula con un oso polar.

No te dejes engañar, los osos polares son agresivos.

—Nada de tonterías, Darren —el Director lo señala—. Una sola queja más y yo me aseguraré que usted repruebe el último grado, ¿Quiere eso?

Tuerce los labios. —Lo que quiero saber es si los directores pueden decir palabras como “tonterías”

El Director Pestton cierra los ojos y se frota las sienes.

Esa es la mejor de describir lo que Darren Marcen te hace sentir. Frustración, molestia, agobio.

—Vayan a clases —sacude la mano—. Y Marcen, intente no quemar la escuela en lo que queda del día.

Darren se levanta, estirando los brazos por encima de su cabeza. —Intentaré no prometerlo, nos vemos Carlos.

Antes que el director pueda reclamar algo más, Darren ya ha cruzado la puerta. Yo le doy una última mirada suplicante pero él es inmune. Después de trabajar décadas con adolescentes, ha perdido la piedad.

Salgo de la oficina del director y por supuesto que Darren ya está con su novia besándose en medio del pasillo. En realidad, eso no es un beso, es una succión con sus labios.

Asqueroso.

— ¡Susie! —Trina y Alma se acercan a mí—. ¿Qué te dijo? ¿Qué pasó? ¿Le explicaste que no hiciste nada? —ambas hablan al mismo tiempo y es difícil saber quién está diciendo qué.

Suspiro, me doy la vuelta, dándole la espalda a Darren y Sydney. —En realidad, estoy condenada a pena de muerte —bajo los hombros—. Ósea que tengo que estar con Darren todos los viernes.

— ¿Todos? —ambas preguntan, alzando la voz.

Me encojo de hombros.

—Pero, ¿Acaso no íbamos a hacer lo que, ya sabes qué, para que puedas ver a ya sabes quién?

El “Ya sabes qué para ver a ya sabes quién” se refiere a intentar entrar al equipo de futbol femenino de la escuela. No, no sé jugar. No puedo ni siquiera patear un balón sin caerme pero tenía la esperanza que me aceptaran como el remplazo del remplazo y así, poder estar cerca del equipo de chicos.

Del equipo donde Brody Cannings está.

Solo de pensar en Brody, en su metro ochenta de perfección y su rostro dulce y amable me llena el estómago de mariposas.

—Ahí está, ahí está —Alma susurra, tomándome de los hombros—. Ya sabes quién.

Oh, Brody.

Mi corazon pega un salto. Este año las cosas tienen que cambiar, este año voy a actuar de manera valiente y confesarle a Brody lo que siento. Lo que he sentido desde los trece años cuando me dijo que le gustaba mi cabello y me ayudó a terminar una tarea de matemáticas.

Brody camina cerca, sonriendo a nada en específico. Siempre con la espalda recta, el cabello peinado perfectamente y la ropa combinada. Es el sueño de cualquiera que tenga ojos.

Yo tengo ojos.

Más o menos funcionales porque tengo que usar gafas, pero funcionan con ellas y veo sin problema a Brody, sonriendo hacia algo que está en dirección a mí, él sigue caminando y sonriendo.

Y luego, está frente a mí.

Un momento, ¿Era a mí quien estaba viendo?

Alma me da un empujón suave, no tan suave. —Habla —susurra.

Abro la boca pero no sé qué decirle. Ni siquiera sé que llevo al amor de mi vida frente a mí.

—Hola Susie —él dice y amo tanto como suena mi nombre con su voz parecida a la miel derretida.

—Ah… hola —espero no sonar demasiado nerviosa.

— ¿Todo bien con el director? —pregunta.




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