Mal Día

4. SUSIE

Es el primer viernes de castigo.

Mis amigas ya se fueron, todos están de camino a sus casas excepto los que entrenan para el equipo de soccer, los que tienen clase de natación y los profesores que dan tutorías.

Y por supuesto, Darren, mi compañero de castigo.

Estamos de pie en la sala de profesores, huele a café y a estrés post día escolar.

—Tenemos ayuda —la profesora Becky Alvarez sonríe, sus mejillas están demasiado rosas por el rubor y su cabello con mechones despeinados—. Veamos, chicos, ¿Qué podemos pedirles que nos ayuden?

El profesor Kevin Northon, un hombre que no ha llegado a los cincuenta años pero que ya se le cayó el cabello en la coronilla, nos mira. —Creo que este castigo no es suficiente, ¿cuándo vas a madurar, Marcen?

Darren se cruza de brazos. —Cuando los tratamientos capilares le den resultados.

Mi boca se abre, el profesor aprieta los labios y la profesora Becky suelta una pequeña risita. —Bien, bien, por favor Kevin, no seas tan duro con Darren. Tenemos que darles oportunidad a los chicos a que aprendan de sus errores y…

— ¿Cuántos errores tiene que cometer? —La profesora Érica Rosales se levanta, con tres libros bajo el brazo—. El próximo viernes yo les daré su castigo. Se necesitan manos en muchos salones de aquí.

Darren se rasca el cuello. —Creo que eso es explotación.

Ella no contesta, solo sale de la habitación.

La atención de la profesora Becky regresa a nosotros. — ¡Buena idea! Que nos ayuden con los salones, normalmente los alumnos los ordenan pero seamos honestos, no lo hacen como deberían. Así que chicos, vamos al salón de arte.

Darren carraspea.

Seguimos a la profesora Becky, ella salud a todos quienes estén en el camino. Alumnos, profesores, personas que limpian el edificio.

Finalmente llegamos al salón de arte. Los escritorios están apilados a un lado, al fondo hay una estantería llena de papeles, pinceles, diferentes tipos d pinturas. Los caballetes están recostados en las paredes y un montón de lienzos secándose al lado de las ventanas.

—Para mí se ve ordenado —Darren dice lo que yo estoy pensando.

La profesora Becky junta sus manos, sonriendo amplio. —Lo sé, en especial porque si nos ponemos a pensar, el desorden se considera orden para muchas personas. Entonces, lo que quiero es que me organicen los escritorios en media luna y en la estantería siempre está todo revuelto. Eso será su castigo por ahora, luego ya se pueden ir.

Darren suspira.

—Regreso en media hora para ver que como va todo —dice, caminando hacia la puerta, las llaves que tiene colgando en un llavero tintinean.

La vemos salir y luego, silencio. Estoy con Darren Marcen, después de la escuela, solos. Eso es algo que he evitado en mi vida, es como una pesadilla.

Darren bosteza y saca su teléfono, no le digo nada pero sí lo hago cuando reproduce una canción con ritmos urbanos.

— ¿Qué haces? —coloco las manos en mi cadera.

Bufa. — ¿Qué? No voy a estar aquí aburrido, al menos podemos escuchar buena música.

Tuerzo los labios. —Eso no es buena música.

—Ah, ¿Y qué escuchas tú? ¿La novena sinfonía de alguien ya muerto?

Ruedo los ojos. —No creo que desacreditar a la música clásica sea una buena idea, gracias a personas como ellos tienes a tu música mala. Ellos sentaron las bases, fueron genios…

—Eh, déjame escuchar esta parte, es mi favorita —dice, moviéndose a las ventanas para cerrarlas.

—No creo que haya que cerrarlas, tienen que secarse las pinturas —le digo.

El baja la mirada a los lienzos y entorna los ojos. — ¿Esto vale la pena? —Señala a un gato de varios colores, un poco deforme de las patas—. Podríamos tirarlas por las ventanas.

— ¡No! —Elevo la voz—. Darren, no hagas nada tonto. Estoy aquí por tu culpa, no quiero más castigos por tu culpa.

Chasquea la lengua. —Por favor Susie Lu, no finjas que tu viernes es más interesante ahora que estás conmigo que si no lo estuvieras. ¿Qué sueles hacer los viernes? ¿Ir a la iglesia con un montón de ancianas y hacer tus deberes como una niña buena?

Frunzo el ceño. — ¿Y que si soy así? —no tan así—. Es mejor que estar rompiendo cosas y arruinándolas.

— ¿Arruinar? —Suelta una risa—. Sí, soy bueno arruinando cosas, también vidas, ¿no? Tú sabes de eso.

Oh.

Eso fue como si me hubieran tirado a un lago muy frio, mi cuerpo lo sintió así. No quería mostrarle a Darren que me ha afectado pero él me mira por más de un segundo y creo que lo ha notado.

Sí, Darren Marcen arruinó mi vid hace años, cuando él se comportó de una manera horrible.

Por eso tengo que mantenerme tan lejos de él como sea posible. Ya lo hizo una vez, pude salir de ese momento y ahora estoy bien. Si este chico vuelve a mi vida de alguna forma, lo terminará de arruinar.

—Solo ordena —digo, volteándome hacia la estantería, viendo el desorden.

Las pinturas están mal cerradas, los pinceles no están limpios y muchos materiales están revueltos. Suspiro. Parece que en realidad sí hay mucho que hacer aquí.

Darren se mueve hacia los escritorios, arrastrándolos por el suelo, haciendo que rechinen. Intento mantener la calma y no decirle nada pero al tercer rechinido, pierdo el control.

— ¿Puedes levantarlos? —digo, gritando en realidad.

Darren suelta el escritorio. —Entonces ven tú a hacerlo, ya que tienes mejores ideas.

Señalo el piso. —Vas a arruinarlo, experto en ello.

Rueda los ojos. —Mira, eres una mujer fuerte e independiente, ven a cargarlos y llevarlos a donde quiere Becky.

Sí, Darren es de esos que llaman a los profesores por su nombre de pila.

—Tú eres un tonto —replico.

Sonríe de lado. —Eso no es lo que dicen de mí las chicas de este lugar.

Ruedo los ojos ahora yo. — ¿Chicas? Claro, ¿Por qué le serias fiel a Sydney?

Me señala, dando unos pasos hacia mí. —Oye, jamás te atrevas a decir que yo engaño a mi novia. ¿Sabes qué? No hables de mi novia, seguro le tienes envidia.




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