—Después de mi castigo tengo que ir corriendo a mi casa para vestirme y peinarme y maquillarme —les digo a Alma y Trina, en la puerta de la escuela.
Trina toca mi brazo. — ¿Segura quo no quieres que te esperemos? Podemos arreglarnos juntas.
Hago una mueca. —Aunque quisiera no puedo porque no sé qué nos pondrán a hacer hoy así que tal vez nos vamos a tardar mucho tiempo pero yo les llamo para pedirles sus opiniones.
—Está bien —Alma dice, masticando un chicle de canela que puedo sentir su aroma—. Y no te olvides de escoger uno de los tres vestidos que te dijimos. No se vale que llegues con tus pantalones y camisetas.
— ¿Qué tienen de malo? —Levanto los brazos—. Me veo bien.
—Sí pero hoy se trata de lucir genial, que Brody te ve y que quiera besarte —Trina afirma.
— ¡Si! —Alma junta las manos—. ¿Te imaginas que te bese en la fiesta? Que romántico.
Trina me señala. —Cepíllate los dientes unas diez veces por si acaso, no hay nada peor que un beso con alguien de mal aliento.
Lo dice como si supiera de lo que está hablando.
— ¿Creen que sí pueda pasar? Digo, yo quiero pero no sé si…
Alma bufa. —Susie, tienes que creer en ti, si tu no lo haces, ¿Quién? —Apunta hacia mí, en el centro de mi nariz—. Tu eres divertida y linda, ¿Quién no quisiera estar contigo?
Asiento. —Gracias chicas.
Trina y Alma me abraza en uno de esos abrazos grupales que nos damos de vez en cuando. Luego de separarnos nos despedimos temporalmente hasta la fiesta.
Ya siento las mariposas en mi estómago tan solo considerando la idea que algo pueda suceder entre Brody y yo. Esta noche. A mí.
Respiro profundo y me giro, porque antes de mi final feliz tengo que sobrevivir a otro día de castigo con Darren. Camino hacia la sala de los profesores mientras que todos los demás van en dirección contraria por los pasillos.
A un par de metros de la puerta veo que Darren también está acercándose desde el otro lado del pasillo. Él camina viendo a su teléfono, su cabello más largo de lo permitido en esta escuela le cae por los lados.
Levanta la vista y me nota, sigue caminando pero ahora guarda su teléfono y se detiene hasta que estamos frente a la puerta.
—Las damas primero —dice, con una expresión de burla.
Con el puño cerrado golpeo la puerta y esperamos un par de segundos hasta que la abren. El profesor de música nos mira, ajustando sus gafas. — ¿Si?
—Venimos por el castigo —dice Darren—. No sabemos qué hacer hoy.
El profesor mira hacia atrás. — ¿Alguien tiene algo que necesiten? Estos chicos son los del castigo.
Recuero que la profesora Érica nos había “reservado” para esta semana pero no está aquí. Ha perdido su turno.
El profesor de música, el señor Lomez, nos mira con los brazos cruzados. —Bueno supongo que pueden ayudarme —dice—. Vayan al salón de música y solo ordénenlo, no hay mucho que hacer.
Eso suena fácil.
—Claro —Darren dice, girándose y caminando hacia allá antes que yo.
No está lejos, tan solo unas puertas después hemos llegado. Darren abre la puerta y entramos. No veo mucho desorden pero eso está bien, es mejor que realmente hacer algo difícil y lo único que me importa es terminar con esto y prepararme para la fiesta.
Darren camina por las sillas y va hasta la esquina. Ahí hay dos guitarras, un teclado y un clarinete que el profesor usa. La verdad es que en la clase de música no son lecciones realmente. El año pasado nos enseñaban sobre la historia, personajes relevantes y cantábamos algunas canciones.
Pero yo no sé tocar ningún instrumento.
—Vamos a hacer esto —le digo.
Darren no me mira, sus ojos están en el teclado, pasa los dedos por encima sin presionarlas.
En ese momento tengo un recuerdo. El abuelo de Darren era músico, él no ganaba dinero de eso sino que se dedicaba a vender seguros pero en sus ratos libres tocaba gratis en eventos de sus conocidos y amigos.
También recuero lo mucho que Darren lo admiraba.
Sé que Darren es un fastidio pero humo un tiempo donde no lo era, done incluso lo llegué a considerar mi persona favorita en todo el mundo. No sé qué le pasó, qué nos pasó. Solo sé que un día era mi amigo y al siguiente era la persona más horrible de tos.
No hablo, solo observo como sus ojos están sobre las teclas, quizás tocando imaginariamente una melodía.
Me acerco y veo que está conectado, así que presiono la tecla del final. El sonido es agudo. Vuelvo a hacerlo, varias veces.
—Basta —dice, murmurando.
— ¿Qué? ¿Por qué? —toco notas al azar creando un desastroso sonido.
Darren se baja la mochila que le colgaba de un hombro, acerca el banco de metal y se coloca frene al teclado. — ¿Quieres ver como se hace?
Me encojo de hombros.
Él hace algo antes de tocar, mueve los dedos rápido y sacude las manos. Lame sus labios y si no fuera Darren Marcen pensaría que está nervioso. Suelta un suspiro antes de colocar sus manos en posición y cierra los ojos por unos segundos.
Luego, sus dedos comienzan a tocar una melodía tan… ¿dulce?
Es como esa música que te recuerda a un día de primavera, bajo un árbol, viendo el cielo azul y preguntándote si el mundo puede sentir lo que estás sintiendo. Como si todo se hubiera alineado y solo sientes paz.
Es como lo describo. Es suave, ritmo lento y sin embargo, no es triste, es una caricia a mis oídos.
Casi olvido que quien está tocando esto es Darren.
Se detiene y va la mano a su regazo. Él no dice nada y yo tampoco, las últimas notas han quedado flotando en el aire y es casi como si hablar lo arruinaría todo.
Darren carraspea. —Vamos a ordenar todo.
Se levanta sin darme oportunidad de decir algo. No puedo preguntarle cuando aprendió a tocar así, no puedo decirle que eso que hizo es tan contrario a lo que él es.
Darren mueve las sillas para ordenar las filas y yo sigo de pie frente al teclado.
Me giro. — ¿Cómo es que sabes tocar?