SUSIE
—El fin del mundo ya está aquí. Tú y yo, atrapados juntos cada viernes.
Ruedo los ojos pero no estoy molesta. Darren puede ser un fastidio pero el día de hoy no lo fue tanto. Eso es raro en él, en especial cuando se trata de mí. Siempre logra sacarme de quicio.
Seguimos sentados cuando su teléfono vibra y él se lo saca del bolsillo del pantalón. Yo volteo hacia el lado opuesto para que no piense que estoy espiando lo que sea que esté viendo.
Luego escucho una risa corta, pero es diferente a las que he estado escuchando el día de hoy. Es como si estuviera molesto.
Me giro lentamente y él sigue con la mirada en el teléfono, sus cejas juntas y los labios apretados. Quizás ya no somos amigos pero sé que lucía así cuando estaba molesto y bueno, también ese es el tipo de expresiones que hacemos todos, ¿no?
— ¿Todo bien? —pregunto.
Me mira y luego al teléfono, seguido solo lo mueve para mostrarme la pantalla. Es un mensaje y dice:
“Darren, creo que nuestro tiempo para terminar ha llegado. Lo siento”
Sydney acaba de terminar con él por un mensaje, uno tan corto como los que me envía papá cuando necesita algo. Un solo mensaje.
Nunca he estado en una relación y por consiguiente, nunca me han terminado, pero creo que se debe sentir muy feo que sea de esta manera. Las rupturas no parecen ser lindas en absoluto y menos cuando lo hacen ver tan simple.
Sentí ganas de decir algo, de ofrecer un comentario que aligerara el momento, pero el silencio era tan denso que cualquier palabra me parecía absurda.
—Bueno —dije al fin intentando romper el hielo—, al menos, um… digo…
Darren no dice nada, solo deja el teléfono en su bolsillo y miró hacia otro lado.
—No es que me importe —suelta, aunque no le creo.
Lamo mis labios. — ¿No te importa? Digo, tú te veías muy feliz con Sydney.
Se encoge de hombros. —Por supuesto que nos veíamos así, ¿crees que las personas van mostrando lo peor de sí por todas partes? ¿Crees que…?
Se detiene.
Yo respiro una vez, reteniendo el aire antes de preguntar: — ¿Qué?
Pasa la mano por su cabello. — ¿Crees que mis padres se comportaban así frente a todos? ¿Lo recuerdas, no? La manera en que se gritaban, en que… todo eso jamás lo demostraron, ni siquiera yo dejo que vean más.
Hago una mueca. Esta es la primera vez en mucho tiempo que Darren habla de sus padres, de esas personas que no estoy segura donde estarán. Quizás ni siquiera él lo sabe.
—Entonces, ¿no eras feliz con ella? —pregunto, doblando mis piernas.
Se rasca el brazo. —Éramos solo una pareja más. La pasábamos bien y ya, no era nada como las películas o la ficción. Las cosas son así, ¿no? La gente se va, se aleja.
No creo que esté hablando de Sydney.
—Algunas sí, otras no —susurro—. Como tus hermanas.
Bufa. — ¿Mis hermanas? ¿Olvidas que están obligadas, no?
Niego. —No lo están. Tampoco Elijah, ahora es tu mejor amigo —parece un reclamo, pero no lo es—. Tampoco… nadie que te ha querido. Tus abuelos ya no están aquí pero eso no significa que te dejaron, su amor por ti sigue en tu corazón.
Darren eleva una ceja y me mira a los ojos sin parpadear. ¿He cruzado la línea?
Pero él sonríe de lado. —Gracias Susie Lu, a veces no eres tan boba.
Me relajo. —Tú tampoco eres tan idiota.
Resopla. —Eso es muy amable de tu parte.
Me encojo de hombros. —Entonces, um, supongo que hemos terminado el castigo, ¿no?
—Supongo que sí —dice, con una mueca.
Siento que tengo que hacer algo más o decir algo pero no sé qué. Soy mala lidiando con estas situaciones, claramente. —Um, yo…
Se pone de pie de un salto. — ¿Quieres que vaya a dejarte a tu casa?
Abro los ojos pero asiento lentamente. Eso es una sorpresa, no la parte que él me lleve a mi casa porque ya pasó, sino la parte en que quiera pasar más tiempo cerca.
—Supongo, sí, claro —digo.
Estira la mano hacia mí para ayudarme a levantarme. —Ven, vamos.
Tomo su mano y él tira de mí con cuidado, la suelta y quedamos de pie viéndonos. Esta es la primera vez que me doy cuenta lo mucho que él ha cambiado a comparación del niño que fue mi amigo.
Mucho más alto, los rasgos más definidos y no tiene esa timidez que siempre cargaba. —Vamos —susurro.
Al llegar a casa cerré la puerta, dejé la mochila en el suelo, tiré los zapatos cerca de la entrada y me dirigí directo a mi habitación.
Me dejé caer en la cama y me quedé mirando el techo, tratando de ordenar las ideas que se peleaban en mi cabeza.
Darren. Darren, Darren, Darren.
¿Por qué no podía sacarlo de mi mente?
No era como si fuéramos amigos inseparables o siquiera cercanos, pero después de estos viernes de castigo, con todos esos momentos incómodos y las peleas tontas, algo había cambiado.
En especial hoy.
No es que me guste, no, claro que no. Pero es algo, algo que me está haciendo pensar más en él de lo que me gustaría y eso es muy extraño.
No era solo la molestia constante ni el sarcasmo (Que siendo honestos, ya no me molestaba tanto), sino que había visto algo diferente en él hoy. Algo que no esperaba. Vulnerabilidad. Y eso me tomó por sorpresa.
Lo vi sentado en el gimnasio con esa expresión seria cuando leyó el mensaje de Sydney.
Me pregunté si él querría hablar de eso. Y entonces me di cuenta de que a pesar de lo mucho que intentaba mantenernos distantes, quizás él también necesitaba a alguien. Aunque fuera alguien tan insoportable como yo.
Me reí. No, no iba a admitirlo en voz alta, ni siquiera frente a mí misma. Pero ahí estaba, Darren Marcen, haciéndome sentir cosas que no había sentido en mucho tiempo. Cosas complicadas.
Me quedé mirando la ventana viendo cómo la luz de la calle se filtraba entre las cortinas.
Quizás no era tan mala idea tenerlo cerca, aunque sólo fuera para estos viernes de castigo.