Camino por el pasillo arrastrando los pies porque no quiero llegar todavía al salón.
No tengo ganas de escuchar a nadie. No tengo ganas de que me miren con lástima porque Sydney me dejó. Eso fue hace nada y sin embargo ya siento que la gente habla de eso como si fuera un chisme de temporada, como si yo no estuviera aquí para escucharlos.
Lo curioso es que no me siento destrozado. Claro, no voy a fingir que no me dolió. Ella terminó conmigo de la forma más fría posible, en medio del castigo del viernes. Pero no siento ese vacío profundo del que todos hablan cuando dicen que estuvieron enamorados.
Y creo que ahí está la respuesta: yo nunca estuve enamorado de Sydney. Tal vez encajábamos, tal vez me gustaba la idea de estar con alguien que todos consideraban linda y popular, alguien que hacía ver mi vida un poco más interesante de lo que realmente es. Pero no era amor.
Amor… qué palabra extraña.
Me froto la nuca y dejo escapar un suspiro cuando veo a alguien a unos metros. Es Susie.
Ella va caminando, se mueve rápido, demasiado rápido para lo tranquila que suele mostrarse y hay algo en su postura que me hace fruncir el ceño. Parece nerviosa, como si no quisiera que nadie la notara.
Yo la noto.
A veces no quiero, pero termino haciéndolo. Es como si mis ojos supieran encontrarla entre la multitud sin que lo decida. Antes éramos amigos, cuando éramos niños.
Ahora todo es distinto. Apenas hablamos, salvo cuando estamos atrapados en los castigos de los viernes. Pero hay algo en esa forma en que baja la cabeza, en la manera en que se muerde el labio, que me dice que está ocultando algo.
—Hola —digo sin pensarlo y mi voz la hace dar un pequeño salto.
Ella se detiene, gira la cabeza y sonríe a medias. —Hola, Darren.
Suena distinta, pareciera que está triste. Me pregunto si está bien y aunque no debería importarme, quiero saberlo ahora.
Y como si el universo quisiera probar mi punto, ahí aparece Brody.
Lo veo avanzar por el pasillo con esa seguridad que siempre me da ganas de poner los ojos en blanco. Perfecto atuendo, sonrisa amplia, esa forma de caminar como si todos debiéramos girarnos a mirarlo.
—Susie —dice cuando llega a nuestro lado.
Yo espero ver el rubor de siempre en su cara, ese gesto nervioso que me había acostumbrado a presenciar aunque fingiera que no me importaba. Pero Susie no reacciona así.
Se limita a mirarlo y responder con un “Hola, Brody” que es normal. Demasiado normal.
Brody ladea la cabeza, curioso, y sus labios forman una media sonrisa. — ¿No vas a preguntarme cómo estoy? Tú siempre lo haces —dice.
Eso es algo tonto de decir.
—Espero que estés bien —responde.
Yo no sé qué está pasando pero sí sé que esto es raro. Tan raro que me encuentro observando a Susie con una mezcla de sorpresa y, no sé, algo parecido a orgullo.
Porque por primera vez no está cayendo en el juego de Brody.
—Estoy mejor ahora que te veo —afirma, sonriendo de lado.
Me dan ganas de reírme, pero lo que hago es hablar, porque no puedo quedarme callado ante tanta pena ajena. —Vaya, Brody, ¿Por eso esperabas que te preguntara como estabas?
Él me lanza una mirada de irritación. —Qué gracioso. Por eso Sydney se cansó de ti y te dejó.
Siento un golpe directo en el estómago. Lo esperaba, tal vez. Brody nunca pierde la oportunidad de meterse conmigo como yo con él pero lo que no esperaba es que Susie se tensara y me mirara de inmediato, como si no le hubiera hecho ninguna gracia.
—Eso no fue gracioso —dice ella seria.
Brody parpadea y luce tan confundido como yo me siento. ¿Acaso Susie acaba de defenderme de Brody? ¿Su Brody? ¿El chico que obviamente le gusta?
—Solo bromeaba —murmura.
Ella no dice nada más, pero la forma en que lo observa es suficiente. Brody carraspea, se pasa una mano por el cabello y termina alejándose.
El pasillo queda en silencio, salvo por nuestras respiraciones. Yo me giro hacia Susie, todavía sorprendido. —Vaya —digo—. No sabía que eras tan buena para confrontar a Brody.
Ella baja la mirada y un pequeño rubor sube a sus mejillas. —No lo confronté. Solo no me gustó lo que dijo.
—Es lo mismo —digo.
Ella se encoge de hombros. —Como sea.
La observo unos segundos, es tan extraño como ella luce igual que antes pero al mismo tiempo, no. Sigue luciendo como la niña que fue mi amiga pero más madura, distinta.
Susie me mira. —No te estaba defendiendo ni nada, pero tampoco es como si yo jamás he hecho algo por ti.
—Ah, ¿De verdad? —Levanto una ceja—. ¿Puedes darme ejemplos? Porque la lista es corta.
Ella aprieta los labios, conteniendo una sonrisa. Y ese gesto, tan mínimo, me parece extraño. Casi tierno. —No tengo que darte pruebas —responde.
—Entonces me quedaré con la idea de que en secreto eres mi guardaespaldas —digo—. Solo actúas cuando es realmente necesario.
Ella rueda los ojos, aunque sonríe. —Eres imposible.
—Y tú eres una pésima mentirosa —replico inclinándome un poco hacia ella—. Claramente estás ocultando algo.
La veo tensarse y eso me confirma que tengo razón. No sé qué es, pero sé que hay algo. —No estoy ocultando nada —dice rápido, demasiado rápido.
—Claro y yo soy el mejor amigo de Brody —respondo, cruzándome de brazos.
Ella suelta una pequeña risa y niega con la cabeza. —Está bien, tal vez oculto que me molesta que hables demasiado.
—Ah, vaya secreto —contesto.
Aunque en mi interior sigo preguntándome qué es lo que en realidad está escondiendo.
Camino a su lado y me sorprendo a mí mismo disfrutando de esta conversación que se siente cómoda. Como si por un momento dejáramos de ser esos dos que se lanzan indirectas en los castigos de los viernes y volviéramos a ser los niños que éramos antes.
Y trato de no pensar en lo que hice para alejarla, porque si lo hago ahora, la culpa volverá a colocarse sobre mis hombros.