Mal Día

20

DARREN

Desde el viernes me siento extraño.

Me escucho decirlo otra vez en la cabeza, lo de la princesa mariposa, y vuelvo a sentir el calor en la nuca.

¿Por qué lo dije? ¿En qué minuto decidí que era buena idea? No lo decidí. Salió.

Y desde entonces la estoy evitando.

La veo en los pasillos y doy la vuelta. Si entra al comedor por la izquierda, yo salgo por la derecha. Si la encuentro, me quedo parado en el pasillo mirando un póster como si me interesara mucho el club de fotografía. Es ridículo, sí. Pero el ridículo siempre me ha salvado de sentir otras cosas peores.

Elijah se sienta frente a mí a la hora del almuerzo con la energía de siempre. —Lo voy a decir de una, te estás escondiendo —apoya el codo en la mesa, mueve el vaso con el dedo—. Y ya te descubrí.

— ¿De qué hablas? —muerdo un pedazo de sándwich que no sabe a nada.

—De Susie. Desde el viernes estás… —gesticula con la mano— así.

—Así no es una buena descripción —le respondo, apartando la mirada.

—“Así” es cuando tú, que siempre respondes con algo, de repente te quedas callado. —Se encoge de hombros—. Y cuando te quedas callado, está pasando algo.

—Cambia de tema —digo.

No porque me moleste que lo diga, sino porque tiene razón.

—Perfecto. Plan para hoy: fiesta en casa de Sammy —anuncia como si fueran buenas noticias—. No es grande, promesa. Hay terraza. Nadie te va a tomar fotos. Y si no quieres hablar, puedes quedarte mirando el cielo y fingir que estás filosofando. Yo te cubro.

—Paso —le digo sin drama.

—Te vas a divertir. —No suelta el hueso—. Y si no te diviertes, nos vamos. Simple.

—No.

—Bien. Plan B, después de clases me acompañas a decorar el gimnasio para el festival. Ponen luces, carteles, esas cosas. Yo dije que iba, necesito manos.

—Está bien, mientras no me pongas a inflar globos.

—No hay globos —dice—. Es lo único bueno del festival.

Mientras Elijah me habla sobre algo de las clases yo pienso en el escenario de teatro, el teléfono sacando una música vieja, la corona de plástico, Susie intentando no reírse al principio, luego riéndose igual.

Yo diciendo algo que me dejó expuesto y que ahora quiero esconder en una caja que no existe.

Después de clases, camino hacia el gimnasio con ese olor a piso encerado que siempre me trae recuerdos de partidos que no jugué y victorias que no busqué.

La puerta pesa y suena. Hay cajas apiladas cerca de la mesa de anotación. Luces, Guirnaldas, Cables, Carteles. La escalera de aluminio está contra la pared.

Me apoyo en la baranda baja y respiro. Elijah llega tarde siempre, pero llega. No me molesta esperar. Es mejor que irme a casa y pensar en muchas cosas, cosas que involucran a Susie.

La puerta del otro lado se abre y aparece Brody con dos cajas grandes. Las trae sin esfuerzo como si cargara almohadas.

—Mira quién se anima a trabajar —dice dejando las cajas sobre la mesa—. Pensé que tú solo dormías en clases y te metías en problemas.

—Estoy esperando a Elijah —respondo.

—Claro —asiente—. Él siempre llega tarde, por eso son amigos, ¿no?

— ¿Te puedes callar? —digo sin ganas.

Brody sonríe. —Supongo que no estás aquí para estorbar, ¿Por qué no ayudas y haces algo?

— ¿Por qué no te vas del país? —replico.

Brody mira hacia el techo. —Si me voy, dejaría a todas las chicas tristes. ¿Sabías que tengo muchas personas que quieren besarme? ¿Quieres saber quiénes?

Susie.

—No y no me importa —digo—. Disfruta tus tiempos dorados en la escuela, cuando salgas al mundo nadie te tomará en serio.

Se encoje de hombros. —Claro, lo que digas —señala una caja—. Hablo enserio, si estás aquí al menos haz algo.

—No vine a recibir tus órdenes —le digo.

—Relájate, Marcen. —Se sube una manga, mira los rollos—. Solo pregunto. Si quieres quedarte ahí parado mirando, no me molesta.

No digo nada. Oigo cómo se abre la cinta en el borde de una caja. Esa es una de las cosas que más me molesta de él, la facilidad con que te empuja a jugar su juego.

Yo decido que no juego.

Camino hacia el lado contrario, saco un cartel que dice “ENTRADAS” con letras torcidas y lo apoyo en el suelo. Lo quedo mirando como si tuviera algo complejo que analizar.

Brody toma la escalera y lo primero que pienso es que se va a caer con esa cosa vieja pero luego algo en mí me obliga a abrir la boca y preguntar: — ¿Te sostengo la escalera?

—No hace falta —responde sonriendo—. Puedo solo.

Se lleva la escalera al centro, la abre, la prueba con el pie. Se sube con la seguridad de siempre. Me quedo contra la pared, brazos cruzados, el cartel a mis pies.

—Por cierto —dice desde arriba, como si se le ocurriera algo casual—, ¿Vas a venir al festival?

—No lo sé.

—Deberías. —Mueve el rollo, mide con el ojo—. Es buena oportunidad para… —hace una pausa— socializar.

—No quiero socializar.

Bufa. — ¿Por tu ex? Darren Marcen, siempre pensé que eras un mujeriego. Solo invita a alguien y sigue con tu vida, ¿no? Estoy seguro que ya ni piensas en tu ex… ¡Sydney! No recordaba su nombre.

—Invita tú a quien quieras —respondo, clavando la mirada en el piso.

—Eso haré. —Baja un peldaño, cambia de mano—. Pensaba escribirle a Susie hoy.

No sé si es un golpe bajo o si solo está informando. Me sube un calor a la cara que espero que no se note con esta luz. Me hago el tonto.

— ¿Y por qué me lo dices a mí?

—Porque la ves más que yo —responde, acomodando el papel—. Y porque ustedes… —hace un gesto indefinido— están juntos los viernes, ¿no? Digo, castigados juntos. Hablan.

— ¿Y? No tiene nada que ver conmigo.

—Solo te aviso. Me gustan las cosas claras, yo siempre tengo lo que quiero.

Me río sin ganas. —Eres un egocéntrico, ¿lo sabias?

Baja dos peldaños y me mira desde arriba de la escalera. La luz le cae de frente, como a un presentador. Hay un segundo en que ninguno dice nada. Se oye el zumbido de las luces del techo, el golpe lejano de una puerta que se cierra.




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