De momento había dejado de llover, las calles, aún llenas de charcos, refleban pequeños arcoiris en cada pozo. Aún no escampaba del todo, todavía caían unas cuantas gotas, y yo que soy algo torpe no me esforzaba por evitarlas ni por esquivar los chorros delgados que caían desde el drenaje de algunas casas o edificios. Mi chaqueta no me cubría totalmente, comencé a sentir frío, cuando a lo lejos me quedé viendo el cristal de una tienda, ya estaba cerrada, pero me acerqué por la llamativa imagen de una modelo asiática en un anuncio de perfumes, se me hacía conocida, pero no recordaba con exactitud de donde. Su rostro me era familiar, tenía los ojos grandes, llevaba lentes, tenía una pose pensativa, con el dedo índice en la mejilla y la boca hacia un lado, su cabello azabache caía libremente acariciando los contornos de su cara y no sé con exactitud el por qué, pero al instante empecé a sentír uno de esos amores espontáneos y efímeros creciendo dentro de mi. No es que me pase muy seguido, pero no era del todo nuevo, ya me había pasado muchas veces cuando era más joven, durante mis últimos años en la primaria o cuando exploraba los límites de mi lujuria por primeras veces.
Tengo que seguir, salí con un simple propósito y ya me veo aquí… tan distraído y mojado, igual que en esa época.
Me quedé un segundo pensando en esa modelo mientras caminaba calles abajo, tenía algo de diferente, era hermosa ante mi gusto, pero esta parecía más cercana que otras, no tan inalcanzable.
De pronto me percato de que esa tienda no era la única cerrada, sino todas las tiendas, casi no había carros circulando por las calles, a penas y habían algunas personas. Uno que otro viejito sentado en la plaza y a lo lejos un par de niños jugando en los charcos.
Di una vuelta al rededor de la manzana, buscando un lugar abierto donde comprar mis bebidas energéticas y una caja de cigarrillos, pero sin ningún éxito y con la sorpresa de que sin previo aviso de nuevo comienza a llover, esta vez más fuerte, y yo, que me había resistido desde un principio, me veo en la necesidad de abirir mi paraguas. Doy unos pasos al frente apresurado y comienzo a sentirme extraño, algo apenado, pero no importa, estoy totalmente sólo en medio de este chubasco, nadie me observa y cuando llegue a casa espero no tener que explicar por qué no abrí el paraguas al salir.
El balcón de un segundo piso me sirvió de refugio, aguardaría debajo de el hasta que el cielo se despejara y ya resignado a no beber red bull ni a fumar un cigarrillo decidí volver a casa tan pronto tenga una oportunidad.
Algunas gotas me salpican cuando sopla la brisa, -esconderse bajo un balcón no es el método más infalible-, pensé.
Me quedo viendo fijamente hacia el asfalto, las gotas caen agitando la superficie y disparando hacia arriba gotas del mismo tamaño que luego caerán y seguirán su camino, irán a algún conducto de desagüe y darán a parar quien sabe donde. Me culparia por no saberlo, pero soy un fumador bohemio, un creador incomprendido, no un ingeniero de tuberías.
Oigo el sonido de unos pasos acercarse rápidamente, reconozco el sonido del agua cuando es golpeada por una suela, es como si una película delgada de vidrio se quebrara paso a paso.
Volteo y a unos pocos metros viene una chica intentando salvarse de la lluvia.
Ella decide refugiarse en la entrada de una farmacia justo frente a mi, pero me percato de que con la brisa arreciando tan fuertemente y la mitad de su cuerpo desprotegido no le servirá de nada permanecer allí.
-¡Oye! Te vas a empapar, ven aquí-, le digo en voz muy alta, ella no me contesta, agacha la cabeza y yo vuelvo a insistir. Esta vez, ella acepta mi invitación, se sube un poco el cuello de tortuga y se acerca a paso acelerado, pero sin levantar la cabeza, intentando aparentar algo de discreción.
-¿estás bien?-, le pregunto para romper el hielo.
-Si…, sólo estoy mojada.
-¿tienes frío, te presto mi chaqueta?.
-No, no, no hace falta-, me responde mientras niega con la cabeza.
Llevaba lentes oscuros, un pasamontañas que escondía su cabello, salvo dos mechones ondulados por el que se derramaban las gotas de agua recogidas.
-Llueve a mares en esta época del año-, comenté, sin hallar respuesta.
Me siento algo incómodo con su presencia, no me habla, me ignora, como si estuviese totalmente sola, pero me observa a través de esos lentes oscuros y yo la obsevo aunque por pequeños momentos… es linda, lleva minifalda y un jersey de rayas, mangas largas y cuello de tortuga, su piel es blanca, muy blanca, como si jamás hubiese tomado el sol.
Pasaron varios minutos, a cada segundo me incómodo más, mis manos comienzan a sudar y siento como la temperatura de la piel de mi rostro va en aumento descontrolado. Agaché la mirada al suelo, mostrando sumisión y al instante, escucho como ella reprime una carcajada. ¿que le causaba tanta risa? Si, me sonrojé, y tal vez fui algo torpe, pero burlarse de eso cuando sólo quise ser amable… vaya, eso sería demasiado cinismo. Ahora pienso que debí quedarme en casa, en toda esta empresa sólo conseguí hacer el ridículo frente a una desconocida y quedar empapado. Tengo frío y ni siquiera pude comprar cigarrillos.
-es imposible que no te acuerdes de mi -dijo la chica.
-¿discúlpame, nos conocemos?.
-Ah, es mi culpa, fuimos juntos en las escuela hasta el sexto grado -explicó mientras se quitaba el pasamontañas segundos antes de sacudir su larga cabellera, luego se quitó los lentes de sol y al instante supe quien era.
-No puede ser… eres tu, Amanda, ¡cuanto tiempo! -exclamé sorprendido y a la vez lleno de dudas, empezando, porque la mirada y el rostro de esta chica, mi amor secreto del sexto grado, era el mismo que el de la modelo de la tienda de perfumes.
*
Nos dimos un gran abrazo que duró varios minutos mientras nos decíamos tantas obviedades, que si has cambiado, lo guapa que te has vuelto, todo ese tiempo sin saber de ti mientras pequeñas palmadas eran repartidas mutuamente por nuestras respectivas espaldas hasta que nos separamos y es allí cuando le digo
-No creerás lo que me pasó, juraría que vi tu cara en un anuncio fuera de una tienda.
-Pues… no me sorprendería, ahora soy la chica sonriente en un coñazo de anuncios.
-¿de verdad? Seguro debes estar nadando en dinero -añadí sonriendo.
-Bueno... No me quejo, me hizo bien salir de aquí, comencé en la industria del modelaje y llegué a firmar muchos contratos… salí en comerciales y revistas hasta hace poco -al terminar la frase, algo de tristeza empañó su semblante y yo, con algo de duda pregunté por lo ocurrido, buscando averiguar la razón de las pequeñas lágrimas que comenzaban asomarse en sus ojos.
-Lo perdí todo, mi ex esposo era mi agente y me undió cuando le pedí el divorcio, intenté demandarlo, pero me ató de manos con un montón de basura legal y yo estaba sola, descubrí que todos mis amigos eran más amigos del el que míos y no dudaron en abandonarme. Ahora estoy aquí, trabajando en la tienda de mis padres, en el mismo lugar donde comencé. ¿Y que hay de ti?, espero que la vida no te haya tratado igual.
-Vaya -Fue lo único que alcancé a decir, quedé con la boca abierta.
-Si, es sorprendente lo sé.
-Te sorprendería más saber que para mi no todo a sido sentarme a cantar y coser -dije con la lengua algo trabada-, también me divorcié, mi carrera no avanza tan bien como me lo esperé en un principio y mirame… estoy aquí todo mojado.
Ella soltó pequeñas risas.
-Creo que eso y los divorcios es algo que tenemos en común.
-¿ya vez? No somos tan diferentes pese a que llevamos tanto tiempo sin saber el uno del otro.
-Estaré aquí por un tiempo ¿sabes? Deberíamos vernos para charlar más.
De pronto me percato de que había dejado de llover -Si, por supuesto, ¿cuando estás disponible?
-la tienda cierra a las siete, puedes pasar por mi después de esa hora.
-Perfecto, mañana mismo estaré ahí, a las 7:01-, le dije antes de confirmar que había sonado desesperado y ansioso, ella volvió a reír.
Nos dimos un abrazo y nos fuimos por caminos separados, era ya tiempo de despedirnos.