Unos metros antes de llegar al edificio de Amanda la vi asomada por un balcón en el segundo piso, miraba hacia el horizonte, quise sorprenderla, pero me encontraría antes de que yo alcazara a planificar mis frases. Tal vez haría un esfuerzo por recordar las palabras de Romeo, pues el escenario era propicio, sólo tendría que adaptar las expresiones y los modos del lenguaje, luego todo estaría listo, pero no hubo oportunidad.
Amanda bajó entusiasmada para salir a mi encuentro, la vi desaparecer en un parpadeo para aparecer instantes más tarde tras el cristal, al fondo de los corredores de anaqueles, bajando por las escaleras que daban al piso de la tienda y segundos después vi aparecer a su padre, el señor Chang, con una rígida expresión, vociferando palabras en mandarín de las cuales no alcancé a entender ninguna, pero que Amanda respondía con un tono de soberbia que podría idenficarse en cualquier lengua o dialecto.
Amanda me recibió con tímidas expresiones, preferí ignorar el asunto, no era necesario que supiese mandarín para darme cuenta del disgusto del señor Chang, ni de su tono engreído y desafiante, sin embargo, intenté desviar el foco de nuestra atención y hacer como si no hubiese visto ni escuchado absolutamente nada. La noche había caído y hacía mucho frio. No dudé ni por un segundo en utilizar la temperatura como excusa para establecer contacto físico con ella e intercambiar el calor de nuestros cuerpos, en el medio de la calle, como si estuviésemos completamente solos.
Por dentro pensé en qué pasaría si algún conocido de Elizabeth y mío nos viera, tal vez un rumor llegara a oídos de Elizabeth, ella se llenaría de dudas, luego reuniría valor y me pediría una explicación razonable. Pero no encontré ningún sentido en continuar llenandome de esos pensamientos. Menos cuando Amanda se acercaba a mi oído para susurrarme pequeñas frases sobre disparates o cursilerias que cualquiera opinaría que sería absurdamente pronto para decir, pero que sin embargo, ella me decía con total libertad.
-¿por qué no devolvías mis llamadas? Prometimos que nos volveríamos a ver pronto -dijo Amanda entristecida.
-Lo lamento mucho, estuve muy confundido -contesté, esperando que se me ocurriese una fórmula mágica para escaparme de esa conversación-, ¿a donde quieres ir?
-No vas a evadirme -dijo Amanda con algo de enfado-, dime la verdad ¿no te gusto lo suficiente?
-No, no, te juro que no quise evadirte, sólo pensaba en que tal vez podríamos ir a otro lugar, hacer algo diferente... no lo sé
-¡me estás evadiendo! -exclamó Amanda montrandome toda su disposición de formar un pleito.
Yo hice silencio, dejé que la tensión del momento nos invadiera, ella soltó mi meñique y yo guardé mis manos en los bolsillos de la chaqueta.
-lo siento, de verdad lo siento, he sido un imbécil.
-Tal vez un poco -contestó divertida, fue su forma de hacerme entender que estaba dispuesta a dejar todo atrás.
-Espero puedas olvidarlo… la noche nos espera, seguro tienes muchas cosas que contarme.
-primero dime algo -me interrumpió, mientras su insistencia me provocaba ganas de desaparecer de ahí en ese preciso instante.
-lo que sea -contesté resignado a tener que responder con la verdad.
-¿que tanto te gusto? -preguntó poniéndome ojos tiernos y aniñados.
-Un poco -respondí girando la mirada, haciéndome el tonto, buscando que incistiera en su búsqueda.
-¿sólo un poco?
-Quizás un poco, tal vez un poco mas, o un poco menos, no es la gran cosa en realidad.
-¿hablas en serio?
-Por supuesto que no, ¿como podrías creer que hablo en serio?
-Tal vez porque no supe nada de ti después de la última vez que nos vimos.
-todo se volvió muy confuso para mi, tuve que alejarme, ordenar mi mente. Pero no por ti, si algo tengo claro es que quiero estar contigo.
-¿entonces por qué te alejaste?
-Ya te lo dije, estaba confundido.
-¿que te confundía?
Respiré profundo, cerré los ojos, las variables eran infinitas, pude haber respondido de tantas maneras… pude decir la verdad, contarle sobre Elizabeth y acabar con todo de una vez, pero el solo pensarlo me disgustaba tanto que lo descarté automáticamente, debía seguir mintiendo, omitiendo detalles. Debía crear en un segundo toda una historia paralela a la realidad.
-desde nuestra última cita supe que quería estar contigo, pero sentía que eras demasiado para mi. No tengo nada que ofrecerte, mi futuro es incierto. Elegí un camino muy duro sin saber si tengo el talento o la calidad necesaria para triunfar. Me llené de malos pensamientos, una cosa condujo a la otra y supongo que fui víctima de mi mismo, lo siento, en verdad sé que es mi culpa, no me cansaré de pedirte perdón.
Al terminar Amanda sujetó mi mano y me dijo -no quiero de ti más que tu compañía, lamento todo lo que ocurre en tu mente, pero si de algo puedes estar seguro es que estaré cuando me necesites, siempre y cuando no desaparezcas de nuevo.
No resistí las ganas de abrazarla y besarla, en ese instante quería estar sólo con ella para siempre, sin pensar en nadie más.
Llegamos a un local nocturno, pedimos un par de cervezas, papas fritas y extra de salsa -creí que una ex modelo preferiría cuidar su figura -dije con seriedad fingida.
-al demonio la figura, ya no trabajo como muñeca de porcelana.
Su respuesta me provocó risas, sentados en la barra, conversando y viendo una repetición del juego de los Lakers, era tan extraño para mi, Elizabeth prefería ver los noticieros, los documentales subtitulados o series que en su mayoría me aburrían y que ella acababa viendo a solas. Seguro para Amanda tampoco era habitual, siempre se le notaba el desasosiego por no saber encajar. Algunas personas se le quedaban observando con esa impresión de "he visto a esta mujer en algún lado", pero durante todo el tiempo que estuvimos juntos, nadie se le acercaba para pedir una foto o para saludar a prisas. En efecto Amanda era como una completa desconocida para todos en este pequeño lugar, y si la reconociecen, sería como la chica linda del mini centro comercial.
-¿necesitas otra ronda de cervezas para ti y tu chica? -preguntó amablemente el viejo Ricky, que atendía detrás de la barra desde que comencé mi vida de bebedor.
-Por supuesto Ricky, es más ahora quiero que me sirvas en vasos más grandes -contesté con fraternidad.
-vienes seguido aquí, supongo… -dijo Amanda poco sorprendida.
-No, no tanto como crees -me excusé esquivo.
Amanda arqueó una ceja, mirándome con intriga e incredulidad, le preguntó al viejo Ricky que venía con nuestras cervezas -oiga, ¿desde cuando usted y Esteban se conocen?.
A lo que el viejo Ricky, siempre atento a los detalles femeninos respondió -jamás había visto a este joven en toda mi vida.
-¿lo ves?! -exclamó al instante
-sé que ambos mienten -sentenció Amanda.
El viejo Ricky tomó un vaso vacío de la barra de licores, comenzó a secarlo con un pañuelo blanco y lleno de esas ínfulas de sabiduría que la vida nucturna, los bares y las canas le dan al hombre dijo -Esteban, ¿no me dirás el nombre de esta hermosa muchacha?.
-Se llama Amanda…
-Es un gusto señorita -dijo el viejo Ricky-, estoy a sus servicios, sirvo tragos y cuento historias a un excelente precio.
Amanda se mostraba amable, aunque dijo muy poco, hablaron sobre mi y mis momentos de borrachera.
-Esteban viene con sus amigos a este bar desde antes de cumplir la edad necesaria para beber, más de una vez tuve que subirlo a un taxi cargado en hombros para que no durmiera en la calle -dijo riendo con su flematica y reflexiva voz.
-debí saberlo desde un principio -dijo Amanda dirigiéndome la mirada-, cabello largo, oficio ligero, de seguro también bebedor, eres como un Charles Bukowski, pero sin las canas.
-Y sin las putas -añadí indeciso.
-quisiera no dudarlo.
-yo quisiera estar mintiendo.
-¿y que te detiene? -preguntó Amanda escudriñandome con la mirada-, sólo necesitas unas monedas.
Era la primera vez que Amanda y yo conversabamos sobre esos temas, era como si comenzara a sentirse con autoridad sobre mi, como si esperace de mí fidelidad absoluta, lo que me obligó a tener que deshacerme de la idea de contarle hacerca de Elizabeth alguna vez.
Amanda no era una mujer fácil, sabía darse su lugar, lo cual me intimidaba dada mi condición de mentiroso infiel. Sin embargo, de Amanda no quería momentos fugaces, ni sexo a la primera cita, buscaba más que eso. Quería complacer mis aspiraciones más profundas, como estar al lado de la persona que amaste desde el primer día, demostrar que siempre tuve razón, que mis presentimientos eran ciertos cuando algo ajeno a la verdad me decía que algún día, ella y yo estaríamos juntos.
Me retiré al baño de hombres, quería tener tiempo de privacidad para ordenar las cosas en mi cabeza, dejé a Amanda escuchando las historias del viejo Ricky sobre mi y los muchachos.
Cuando volví, ambos estaban riendo, comencé a notar que el alcohol estaba haciendo efecto en Amanda. El tono de la piel de su cara había enrojecido, reía por cosas absurdas y sus palabras se deconstruian con el viento.
-Quizás sea momento de irnos
-Para naaada, la estoy pasando es-tupendo -contestó Amanda con la mandíbula floja-, oye ¿por que aún no conozco a iván y a Ricardo?
-Claro que los conoces, fuiste con ellos y conmigo la primaria.
-¿en seriooo? -pregunté desorbitada
-Si, en serio -contesté con rigidez.
-es increibleee, ya los recuerdo, se las pasaban robandole besos a las demás niñitas.
-aún lo hacen los viernes por la noche -dijo el viejo Ricky al otro lado de la barra.
-Ya vámonos -sentencié.
Amanda se quedó paralizada, observando a la nada desde el taburete, balancendoce a punto de perder el control, cuando de pronto, tuvo un momento de lucidez que la motivó a levantarse y salir antes de caerse de boca al suelo.