En la ciudad. Cómo el contable y Refina supusieron Phedora y Ugo no han recibido bien la noticia del dinero.
-Estamos buscando al inspector Livio Marceles. - Dice Ugo, en la entrada de la comisaría, mientras Phedora lo sostiene del brazo.
-Señores Galicia, buenos días. ¿Cómo les puedo ayudar? - Haciendo el acto de presencia, pregunta Marceles.
-Ahora estamos seguros de que Leonel Montejo asesino a nuestra hija. - La palabra lleva Ugo, apoyado por su esposa.
-Señor, ni existe ninguna prueba que fue provocado.
-Están limpiando su conciencia. Cómo no lo entienden, nos han enviado un cheque.
-Y Leonel y su amiga abandonaron la ciudad. - Son las únicas palabras de Phedora que sigue en negro y en la cara se le nota que todavía sufre por su hija.
-No comprendo. - Arqueando la ceja, dice inspector.
-Hemos recibido un cuantioso cheque de la empresa de los Montejo, quieren limpiar su conciencia y si necesita más pruebas y nos hemos enterado de que hace varios días Leonel Montejo y su amiga Refina Cararel han abandonado la ciudad.
-La investigación ha terminado, pero eso no deberían haberlo hecho, yo todavía tengo unos análisis que espero.
-Si usted no piensa investigar cómo se debe la muerte de nuestra hija - Mirando a su esposa, continua. -, nosotros vamos a levantar la denuncia.
-Está en todo su derecho, si quiere la pueden redactar con mi equipo, les presento Mauri, Casilas. - Les llama con un grito, al llegar a su lado los presenta oficialmente. - Son parte de la investigación de su hija Tulia Casilas y Trey Mauri, los señores Galicia.
-Mucho gusto y lo sentamos por su hija. - La iniciativa toma Tulia, estrechando les la mano, que después hace y Trey asintiendo con la cabeza.
-Los señores quieren hacer la denuncia contra Montejo, se encargan ustedes.
-Por supuesto, estoy completamente de acuerdo con ustedes. - Mirándoles, dice Tulia, recibiendo de su superior una mirada congelada con la que le da a entender que no le gusto que lo admitiera enfrente de ellos, solo que ella no la vio, porque su mirada sigue en los Galicia.
-Refina. - La llama Leonel, para qué voltea.
Ambos sumidos en el mar hasta la cintura, Leonel agita sus manos en el agua y comienza a chorrear la cuando se voltea.
-¡Ay, Leonel, no! - Exclama, gritando y probando protegerse antes de devolverle los chorros.
Después de un tiempo jugando así, Leonel la atrapa en sus brazos y la hace andar hasta que no están sumergidos en el mar hasta los cuellos, sonriendo.
-Imbécil. - Le espeta Refina.
-Gracias. - Ya un poquito más serio, responde Leonel.
-Tengo frío. - Dice, moviéndose.
-¿Tu gran hielo? ¿Tiene frío? - Con sorpresa, está diciendo Leonel, lo que Refina interpreta como pregunta.
-Sí. - Sale un poco entrecortado, mientras castañeo con los dientes. - Unas cosas no puedo controlar.
-Si está el sol. Ven, quédate en la superficie y en la línea del sol. - Atrayéndola hasta el sol.
-Cómo si eso ayudará, abajo sigue frío.
-Eso es porque estuviste mucho tiempo en el sol y nada que entras.
-Es fría. - Vuelve repetirle, para explicarse.
Con impaciencia, Marceles está caminando por la sala de los Montejo esperando a que lo reciban. Y los que vienen son Justa y Darío.
-¿En qué le podemos servir, inspector? - Pregunta Darío, sin ninguno tono especial.
-Me gustaría saber, ¿Dónde está su hijo? - Mientras él entrecierra los ojos, Darío y Justa se miran.
-¿Por qué lo necesita? - Preguntó Justa, presentándose en su voz la mezcla de procuración y curiosidad.
-¿Es cierto entonces que abandonó la ciudad? - Pregunta Marceles, viendo a ambos.
-Mi hijo se alejó de todo esto, sí. ¿Por qué? ¿Lo necesita?
-Señores, él no debió abandonar la ciudad.
-¡No se escapó si eso está pensando!
-Yo no debo suponer nada, señora, yo me limito a la evidencia y en este caso contra su hijo hay una denuncia.
-Una denuncia. - Exclama Justa.
-¿No era la muerte de Ángela pronunciada un accidente? - Pregunta Darío con las manos en las caderas.
-Así es y sigue siéndolo. Lo que pasa es que yo sigo esperando unos análisis que no creo cambiarán lo concluido, sin embargo, los padres de la señorita han levantado una denuncia, por asesinato y chantaje.
-¡¿Qué?! - En un grito que se oye por toda la casa, exclama Justa, mientras Darío se pasa la mano por la cara.
-Voy a llamarlo para qué regresa en el mismo momento. - Informa Darío.
-¿Por qué lo acusan? Él ni hizo nada.
-Ha dicho chantaje, eso no tendría algo que ver con el dinero que nosotros mandamos, ¿Qué no?
-Ustedes fueron los que lo mandaron. - Sorprendido, pregunta inspector.
-Sí. - Dice Darío, mientras Justa asiente. - Fuimos nosotros.
-Eh, señor Montejo, hizo usted un error. Eso solo aumento el estado de los señores.
-Únicamente quisimos ayudar. - Prueba explicar Justa.
-Lo comprendo, señora. No obstante, cuánto tengo entendido, los señores Galicia tienen el dinero y en este momento sufren, ¿Por qué lo hicieron?
-Cuando Refina me dijo que es mala idea, yo no lo vi así. - Comenta Darío, más para sí que para ellos dos que lo oyen.
-¿Señorita Cararel lo sabía?
-Si, me llamo después de que nuestro contable me avisará de que cumplió con lo que le dijimos.
-¿Y ella como lo supo? - Preguntó inspector.
-A mí ni me dijiste nada. - Como un reclamo lo dijo Justa, haciendo que la pregunta de Marceles queda olvidada.
-Por qué no quise creer que tienen razón, parece que al contable tampoco le gusto y en ella busco un consejo. Me dijo que es mala idea, que por cómo se comportaron en el funeral son muy pocas probabilidades de que lo vean con los buenos ojos.
-¿Sin embargo, dejo que lo hicieran?
-Ella no tiene ningún poder en la empresa, más que respeto y trabajo. Yo sigo siendo la cabeza de la empresa, a pesar de que me retiré y que Leonel se está haciendo cargo de todo, ella no tiene el poder que él tuvo cuando estaba en este puesto.
Editado: 31.01.2023