—Preguntas al azar sorpresa —dijo el profesor provocando una ola de horror entre todos los alumnos—. Ya saben la dinámica, quien responda punto más, quien no lo haga o esté incorrecta punto menos, no hay punto medio. Y quien tenga los apuntes fuera de su mochila estará en la lista de castigo el resto de la semana.
Todos tragaron saliva en ese momento, incluyendome. Tenía conocimiento de la mayoría de las cosas ya que al ser una princesa tenia que llevar clases extras, pero el señor Saltzman si que daba miedo y tenía el don de poner a cualquiera nervioso.
—Entonces... ¿quién será el primer afortunado? —dijo mientras tenía en su mano la lista de asistencia de todos los alumnos a modo de amenaza—. Leyna, ¿quién fue el primer alfa de esta reino?
Leyna que se encontraba hasta atrás abrió los ojos desesperada buscando una respuesta en su cerebro.
—Adler... —Estaba dudosa, no recordaba el apellido. Era Adler Kohlheim, nos lo enseñaron desde pequeños—. ¿Kolmann?
La cara de decepción del profesor y la mía debieron verse muy mal porque la pobre se encogió en su asiento dejando caer su cabello a los lados de su cara.
—Incorrecto. —Lo anotó en su lista—. Johann, la misma pregunta.
Este la respondió correctamente y el profe lo anotó complacido.
—Mina, ¿Por qué los hombres lobos se transforman hasta los 18 años?
—Porque es cuando su cuerpo humano y lobo están desarrollados totalmente para soportar la transformación —respondió Mina segura de su respuesta, ella era muy inteligente.
—Clark, ¿por que es hasta los 18 años que encontramos a nuestro mate?
—Porque a los 18, como dijo Mina, nuestro cuerpo termina de desarrollarse y empezamos a producir una hormona que es la que emite el aroma "especial" para nuestro mate —dijo simplificando mucho pero queriendo parecer seguro.
—Punto extra si me dices cómo se llaman esas hormonas. —El profesor venía de buen humor, casi nunca daba puntos extras.
—Ammm. —Clark estaba dudando mucho—. ¡Ah! Geruch, así se llaman.
—Muy bien, Clark. —El profesor apuntó más que complacido el punto extra.
—¿Alguien que me diga los síntomas de haber encontrado a tu mate? —preguntó el profesor en general.
Iba a levantar la mano para contestar cuando un intenso mareo me golpeó. Intente ignorarlo como siempre pero mientras más lo intentaba más fuerte me atacaba.
Llegó un punto en donde las náuseas llegaron y ya no pude aguantar. Había perdido totalmente el hilo de la clase pero levanté mi mirada para buscar al profesor, este estaba hablando pero en un segundo nuestras miradas se encontraron y no se que cara tendría, pero él me transmitió que estaba bien.
Sin esperar que dijera algo salí corriendo del salón en busca del baño. Cada vez me sentía peor, en cualquier momento me iba a caer, los mareos y las náuseas me estaban desorientado, dificultando mi objetivo. Al llegar entré al primer cubículo y lo solté todo.
Odiaba esto, de verdad que lo odiaba, no me había sentido tan débil e indefensa en toda mi vida. Mis arcadas provocaron mis lágrimas y cuando todo acabó me sentía demacrada, deshidratada.
Me eché agua en la cara y en la cabeza queriendo quitarme esa horrible sensación.
—¿Mallory? —Escuche la voz de Mina a mi lado.
—Estoy bien. —Me adelanté a su pregunta.
—El profesor me mandó a ver cómo estabas y a traerte tus cosas. —No me había dado cuenta que las había dejado en el salón.
—Gracias —respondí sinceramente pero sin mirarla a los ojos.
—¿Quieres que te lleve a la enfermería? —preguntó amablemente.
—No, ya estoy bien, de verdad. —Empecé a buscar en mi mochila mi pasta y cepillo de dientes que siempre traía para cuando iba a la casa de Kerstin después de la escuela.
—¿Segura? —Asentí una vez más, no quería que me siguiera viendo en esa situación.
—Por favor, dile al profesor Saltzman que estoy bien pero necesito un momento, le entregaré justificante después —pedí.
—Esta bien, lo haré —dijo antes de irse.
No quise entrar a ninguna clase después, el dolor siguió torturando me pero ya no de igual manera.
La hora del almuerzo llegó y no me quedó más remedio que ir a la cafetería con todos, aunque la verdad no tenía ganas de comer.
—Por fin te veo, odio los martes —dijo Kerstin apareciendo a mi lado de repente—, eso de tener las primeras clases separadas es horrible.
—Yo sé que no puedes vivir sin mí —dije sonriendo, tratando de aparentar que estaba bien.
—Sabes que no. —Siguió el juego mientras entrábamos al comedor y nos sentábamos—. ¿Estas bien? Escuche que estabas vomitando en la segunda clase pero el profesor no me dejó salir para ir a ver.
Sabía que Mina no se quedaría callada, no dudaba que hubiera sido ella quien pidió salir al profesor para ir a ver que me había pasado.
—Ay no, ¿quién más sabe eso? —pregunté frustrada.
—Todo el mundo, ahora en vez de creer que eres drogadicta creen que estás embarazada —dijo frustrada junto conmigo.
—¿Qué? ¿Es enserio? —pregunte enojada ahora—, ¿qué acaso nadie tiene mejores cosas que hacer?
—Al parecer no —suspiró—. Me sorprende que aún te enojes por esas cosas, siempre han hablado de ti, eres el foco de atención.
—La diferencia es que esta vez no quiero serlo, todo esto está fuera de mi control.
—Volviendo al tema, ¿que te pasó en la segunda clase?
—No lo sé, estaba bien y de la nada tenía muchas nauseas.
—¿Y ayer?
—Igual de terrible —dije mientras me tronaba el cuello—. El dolor regresó anoche, pero no fue para tanto, solo no me dejó dormir.
—Pero, ¿qué es lo que sientes exactamente?
—No lo sé, es una especie de dolor, ardor y calor horrible, sin contar el mareo y las náuseas, estas si que no paran en todo el día.
—¿No estarás teniendo una transformación adelantada? —preguntó preocupada.