Estaba absorta en mis recuerdos que solo salí de ahí cuando una mano me tocó haciéndome brincar.
—Despierta —dijo Damien a mi espalda.
—Solo estaba pensando.
—Yo lo cuidaré ahora, ve a desayunar que mamá dijo que no has ido.
Mi estomago contestó rugiendo ferozmente. Asentí en su dirección para decirle que ya iba.
Me dirigí a la puerta cuando su voz me detuvo.
—Oye, ¿sabes qué le pasa a Kerstin? —preguntó con el ceño fruncido.
Kerstin... sentía que hace mucho no la veía.
—No he hablado con ella —recordé pensativa.
—Ha estado rara conmigo —dijo bajando la cabeza—. No sé si hice algo que la molestara.
—Seguramente —respondí cortante—. Siempre lo haces.
Él bufo pero después de pensarlo asintió.
—Hablaré con ella —dije en forma de despedida para salir de ahí.
Me dirigí al comedor donde estaba mamá y los padres de Ariana. Salude cortésmente para tomar mi desayuno. No podía evitar mirarlo con odio porque era gracias a él que existía la estúpida clausula.
La conversación que habían tenido unas horas atrás vino a mi mente, obviamente no podía preguntarles abiertamente, pero estaba segura que algo tramaba, al menos el señor.
Terminé y me disculpe mientras salía de ahí, dejándolos atrás con su conversación sobre la perfecta fiesta que venía en la noche.
Me topé con Alex bajando las escaleras. Suspire al verlo tan deshecho como yo. Nos quedamos así un par de segundos, solo mirándonos y pensando.
Finalmente me sonrió.
—¿Damos un paseo? —preguntó con la voz apagada.
Intenté sonreír y salió algo levemente. Asentí y empezamos a caminar en silencio a la parte de atrás.
El salto desde arriba de los escalones que daban directamente al bosque para caer convertido en su gran lobo negro. Sonreí por lo que vi un reto, intenté hacer lo mismo pero al momento de brincar no controle bien mi transformación lo que provocó que al llegar al suelo cayera mal y rodara cuesta abajo, llenándome de hojas y golpeándome.
Me sacudí indignada por tal humillación.
Alex vino corriendo hacia mi y me olió por todas partes buscando signos de sangre o heridas. Por mi parte le gruñí para que se alejara, no quería que me humillara más.
Corrí por todo el bosque con el detrás. Por fin podíamos hacer esto juntos, lado a lado disfrutando del sabor de la libertad. Siempre que hacíamos esto iba en su lomo y ya con eso me había sentir increíble, ahora era simplemente mágico.
Llegamos pronto a la cascada de la rosa y no se me ocurrió nada mejor que lanzarme animada al agua con la lengua de fuera, esta salpicó tanto que mojo por completo a Alex, este gruño y me siguió en el agua.
Ya adentro empezamos a nadar un rato, el solo me seguía y yo iba bien animada sacudiendo mis patas.
Fui directo a la cascada para que me cayera agua en la cabeza, a parte de que tenía sed. Alex empezó a jugar conmigo empujándome y alejándose para molestarme, yo solo hacia que lo ignoraba mientras esperaba el momento perfecto para atacarlo. Cuando llegó lo avente con fuerza y terminó del otro de la cascada.
Asomé lentamente mi cabeza por el agua y lo vi dentro de una cuevita detrás del agua. Corrí fuera del agua hacia el árbol donde sabía había ropa, me transforme y cambié rápidamente. Lo vi salir del agua.
—Cámbiate, quiero explorar la cueva —dije corriendo de nuevo.
Me quedé en la entrada hasta que lo sentí detrás de mi.
—¿Por que quieres entrar ahí? —pregunto preocupado.
—Solo para ver —dije encogiéndome de hombros.
—No se ve como algo lindo.
—¿Tienes miedo? —insinúe encarándolo.
Él bufo y entró primero, hombres.
Fui detrás de él por el oscuro y húmedo lugar. Era una caverna con un olor bastante peculiar.
Se escuchó un golpe seco que me hizo saltar.
—Llegamos al fin —dijo Alex tocando una pared frente a él—. Te dije que no valía la pena entrar.
—Yo pensé que nos iba a llegar a un lugar mágico como una especie de portal —dije decepcionada.
Él se volteó con el ceño fruncido.
—Has visto demasiadas películas —acusó riendo.
—Pues si nosotros somos reales, ¿por qué no podría pasar algo así?
—No lo sé, pero no, mejor hay que salir de aquí.
Me quedé parada mirándolo con mi visión de loba. Teniéndolo tan cerca por fin pude lograr mi cometido.
Me acerqué lo suficiente a su rostro y lo rodee con mis brazos para tenerlo de frente. Solo con esa distancia ya podía sentir mil cosas en mi interior, que es lo que estaba buscando.
Esa sensación de las mariposas me atacó, hace años que no las sentía de tal manera.
Él parecía petrificado, se quedó quieto dejándose hacer por mí, temiendo dar un paso en falso. Tomando la iniciativa termine de acercarme para rozar sus labios y fue como si al mismo tiempo hubiera destapado en mi interior miles de sensaciones nuevas.
Él salió de su mente para rodearme con sus brazos, entendiendo que era el momento, que lo quería y obviamente no iba a desaprovechar la oportunidad.
Finalmente ambos terminamos de acercarnos para hacer ese esperado beso realidad, fue como llegar a casa después de mucho, como tomar agua después de un año de sed, y como sentir felicidad plena.
Fue lento y seguro, cómodo y acogedor, no había dudas en nosotros y ahora podía estar totalmente segura de eso, íbamos a lograrlo sin importar las circunstancias.
Me pegó a una de las paredes de la cueva y pude reposar en ella con tranquilidad mientras sus manos empezaron a moverse lentamente en mí, respetando los límites obviamente. Por mi parte mis manos exploraban su cabello, su nuca y parte de su pecho con descaro.
Quería quedarme ahí por siempre entre en sus brazos, donde nadie nos viera, donde nadie nos juzgara y pudiéramos ser nosotros mismos sin miedo.
Pero los momentos felices siempre acaban, y después de estos vienen las tristezas, esas que tendría que decir ahora.