Ariana.
Me recostó suavemente sobre la cómoda cama de la habitación que solía compartir con Alex. Me acomode como pude aún con la cicatriz de la marca punzante en mi cuello.
—¿Mejor? —pregunto preocupado Fynn a mi lado en la cama, quien se había sentado y me miraba desde arriba.
—Sí, ya casi pasa —mentí como estaba acostumbrada, pero ver su expresión no me permitía decir la verdad.
—¿Por qué estas siendo la más afectada? —Eso mismo me pregunto yo todos los días.
—No lo sé, pero siempre pasa, seguro no es nada —contesté volteando un poco mi mirada hacia la ventana donde la luna se asomaba.
—¿Hay algo que pueda hacer para que estés más cómoda? —preguntó levantándose un poco para inspeccionarme.
—No, está bien, de verdad, no tienes que preocuparte —dije evadiendo su mirada.
—Claro que tengo que, ahora es mi trabajo. —Pero eso sí me hizo mirarlo, no con la mejor cara.
—No seré una carga, ni para ti ni para nadie más —afirmé decidida queriendo transmitirle mi determinación con mi expresión.
—Yo nunca dije que lo eres, ni que lo serás —aclaró rápidamente con expresión ofendida—. Pero el tener nuestras marcas nos hará algo... ¿no? —terminó preguntando dudoso.
—Debemos hablar sobre eso. —Asentí moviendo el cuello y provocando una oleada de dolor que me hizo gemir.
—Hey, tranquila, está bien. —Con suma delicadeza acomodó mejor mi cabeza en la almohada.
—Gracias.
—No hay de que. —Me sonrió tiernamente, pero noté cansancio en sus ojos.
—Deberías dormir, fue muy agotador para todos.
—¿No íbamos a hablar? —preguntó con el ceño ligeramente fruncido.
—Creo que hay que dormir primero —sugerí con mis ojos cerrándose por inercia.
—De acuerdo, iré a cambiarme. —Se levantó de la cama estirándose un poco—. Cualquier cosa me gritas.
Moví mi cabeza lentamente en señal de afirmación y se dirigió al vestidor.
Suspiré lentamente girándome de nuevo a la ventana.
"Diosa Luna, solo te pido más fuerza de la que siempre me has dado, te ruego no me abandones ahora y perdóname por haber jurado en vano frente a ti."
Unas pequeñas lagrimas salieron de mis ojos antes de perder las fuerzas y cerrarlos para descansar un rato.
Que fue interrumpido cuando un ligero movimiento en la cama me despertó y me puso alerta, haciendo que girara mi cuello bruscamente y me retorciera de dolor después.
—Lo siento, no quería asustarte, ¿estás bien? —preguntó preocupado Fynn mientras se ponía a mi lado e intenta revisar mi cuello.
Volví a asentir mordiendo mis labios para no gritar mientras estos temblaban por la contención.
—No, definitivamente no estás bien, iré con la señora Lehmann por otra poción —aseguró desesperado tomando sus zapatos.
—¡No! ¡No puede enterarse! —grité preocupada por Lory y Alex.
—Le diré que es para Mallory, total supuestamente duermo con ella.
—¿Y si alguien te ve salir de aquí? —Intenté hacer que entrará en razón.
—Nadie lo hará, lo juro, solo quédate aquí —aseguró dirigiéndose a la puerta y pegando su oreja a ésta.
—¡Fynn! —grité en un susurro pero él ya había salido de la habitación.
Me regañe mil veces en mi cabeza, si algo pasaba seria mi culpa.
Unos minutos de agonía después entró de nuevo por la puerta con una tableta azul.
—Dijo que solo esto podría darte porque ya tomaste la poción — comentó dándomela con un vaso.
—¿Le dijiste de mí? —pregunté preocupada por sus palabras.
—No, pero Mallory también tomó la poción, supongo que aplica igual —explicó.
Lo que decía era razonable por lo que tomé la pastilla y descanse mi cabeza de nuevo, pero antes de que se alejara lo tome del brazo.
—Ya estoy bien para la marca —dije decidida, y al ver su gesto de negación volví a hablar—. Cuanto antes mejor, de verdad, hazlo.
Su mirada se ensombreció pero asintió. Poco a poco se acercó a mi cuello, yo solo cerré los ojos y sentí ese mismo dolor otra vez, de que me dijeron que solo sería una vez por toda una eternidad de felicidad, me mintieron. Agotada también le di mi mordida, fue sutil, leve, pero causó el mismo impacto. Volví a mi lugar de la cama.
—Nunca imaginé mi vida así —comenté conteniendo el llanto que luchaba por salir, pero ya había llorado mucho.
Escuché un suspiro por su parte.
—Tampoco yo.
Abrí los ojos y mire el techo queriendo despejar mi mente, pero en vano.
—Y pensar que hace tan pocos meses era tan feliz teniendo la vida que siempre había soñado. —Mi voz se escuchaba totalmente cortada por la gran bola en mi garganta que no me dejaba ni respirar.
—Al menos tú pudiste probar de esa felicidad, aunque fuera poco —dijo el poniendo sus manos sobre su rostro.
Él tenía razón, su historia era peor que la mía.
—Lo siento. —Recargue mi mano sobre la suya—. Estoy tan inmersa en mi dolor que a veces olvido pensar en los demás.
El se quitó pasamos del rostro para mirarme molesto.
—¿Tú olvidas pensar en los demás? —pregunto enojado—. Eres la única persona que he visto que siempre está ahí apoyando a todos.
—Pero nunca puedo hacer algo para solucionar todo —me quejé.
—Es que no se trata de eso. —Casi gritó y me hice chiquita en la cama—. No tienes que arreglar los problemas de los demás, no puedes hacerlo, tampoco resolver la hambruna mundial, y no es algo de lo que deberías martirizarte.
—Pero... si tan solo hiciera un poco más...
—¡No! No tienes por qué hacer más. —Se acercó y me hizo que lo mirara fijamente—. Deberías enfocarte en tus problema, tal como yo te veo ahora estás muriendo por dentro y tú solo estás pensando en cómo solucionar la vida de los demás.
Me quedé callada recibiendo su regaño. Es que yo no quería ser un problema ni un estorbo, desde pequeña me enseñaron que tenía que pensar en mi pueblo antes que en nadie más.