Maldición Fraternal

Capítulo 41

Damien

Caminé de un lado a otro en el mismo pedazo de habitación, intentando encontrar entre miles de recuerdos algo que le diera sentido a todo esto.

De vez en cuando le echaba una ojeada a Kerstin, quien me miraba como una niña aburrida. Ella no entendía lo delicada que era la situación.

—Está bien. Está bien —me repetí respirando profundo. Esto no podía ser tan malo, se arreglaría. 

—No entiendo por qué estas así —dijo ella suspirando.

—No es nada —dije con la mirada seria.

—Tu cara y actitud no dicen lo mismo —comentó con tono juguetón.

La miré tan asombrado de como podía cambiar. Con su memoria no podría ni imaginar como estaría en este momento. ¿Enojada, apenada o solo le daría igual? No, era imposible que le diera igual. Kerstin era muy sentimental, con emociones siempre dominandola de manera abundante. Me acerqué a ella abatido.

—Escucha—pedí tomando su mano—. No importa, ¿si? Está bien —Ella miró nuestras manos entrelazadas curiosa y luego levantó la vista hacia mí con curiosidad—. Voy a protegerte, puedes confiar en mí sin importar qué. Te prometo que haré todo lo posible por ayudarte a recuperarte, física y mentalmente. No importa que haya sido en el pasado, está bien, ¿comprendes?

Ella me miró por unos segundos sin responder. Parecia contrariada o indecisa, temerosa de ceder y eso me dolió. Sabía que no era su culpa no saber quién era yo, pero su desconfianza era algo a lo que no estaba acostumbrado y era un gran recordatorio que la Kerstin que yo conocía -o creía conocer-  no estaba ahí. Lo notaba en sus gestos, su actitud, su aura… y más que nada en sus ojos, esos que eran tan expresivos y elocuentes. Habían cambiado, pero podía percibir algunos de sus pensamientos a través de ellos, no eran tan cálidos como antes, pero aun así podía leerlos aunque fuera un poco.

El apretón en mi mano me hizo despegar mi vista de su rostro para posarla en la unión. Sus dedos estaban entrelazados con los míos de forma segura. Volví conectar con su mirada para encontrarla sonriendo levemente y asintiendo,  tanquilizandome un poco.

—De alguna manera me es imposible no creer en ti —mencionó con voz curiosa—. Es extraño no conocer a alguien pero confiar ciegamente, me ha estado pasando últimamente, supongo que mi subconsciente sí recuerda.

Iba a responder cuando fuimos interrumpidos por el sonido de la puerta abriéndose. La tía de Kerstin estaba en el umbral mirándonos con el ceño fruncido. Sus ojos viajaron desde nuestros rostros hasta nuestras manos entrelazadas y su rostro se arrugó más. 

—¿Qué están haciendo? —preguntó  cruzándose de brazos.

Sentí a Kerstin estremecerse a mi lado y cuando la miré tenía la cabeza baja, como si la hubieran atrapado haciendo algo malo.

—Solo estamos hablando —respondí simplemente, no entendiendo su mal humor.

—Kerstin aún está muy débil, debe seguir descansando —dijo fuerte, como un mandato.

Me giré de nuevo a ella que seguía sin levantar la cabeza, no dijo nada para contradecirla aunque ya se veía bien. La señora Lehmann se hizo a un lado de la puerta en una clara señal de que tenía que irme. Fruncí el ceño ante su clara muestra de desagrado a mi presencia, siempre había sabido que no le agradaba pero esto era demasiado.

Al final decidí salir de la habitación después de darle un ligero apretón en la mano a Kerstin y decirle que volvería dentro de un rato, algo que la señora Lehmann escuchó y vi su cara volverse oscura y siniestra.

Esa mujer se trae algo contra mí, no tengo pruebas pero tampoco dudas.

 

Mallory

En la mañana siguiente me desperté molida, sin nada de energía. Miré la cama y Fynn ya no estaba. Busqué mi celular en la mesita de noche y me di cuenta de lo tarde que era.

Levantandome a toda prisa me cambié por algo decente y até mi cabello de forma descuidada pero elegante para salir de la habitación. Podía sentir la presencia de mis padres en sus cuarto todavía, y la de Ariana en la suya, pero no había rastro de Alex y Fynn.

Tomé mi teléfono y llamé a mi esposo.

—¿Qué pasó? —preguntó al descolgar.

—¿Dónde estás? —pregunté mirando hacia los lados del pasillo.

—Alex me dijo que había sido invitado a algo con el alfa y que lo acompañara —respondió de forma casual—. Pero me dejó en un lugar con mucha gente y comida, ¿quieres?

Fruncí el ceño.

—¿Te dejó? —pregunté sorprendida.

—El alfa quería hablar con él en privado, al parecer hay un evento importante.

—Dime que no nos quedaremos más tiempo —rogué.

—No lo sé, pero la verdad no lo creo.

—¿Sigues en el palacio? —pregunté empezando a caminar hacia alguna dirección. 

—Sí, en el ala norte.

—¿Puedo ir? —pregunté ya caminando hacia allá de todas formas.

—Sí, no es un evento privado, hay mucha prensa.

—Está bien, llegaré pronto —respondí colgando el teléfono. 

Recorrí gran parte del lugar para llegar a donde había dicho y me asombre por la cantidad de gente que había. Lo busqué con la mirada hasta encontrarlo frente a la mesa de snacks tomando un pastelito.

—Te atrapé, glotón —me burle cuando llegue junto a él.

—Uy no, que tragedia —me siguió el juego.

—Cuando lleguemos a casa haré que las cocineras solo te sirvan lechuga por dos semanas —amenace cruzada de brazos.

El sonrió y me tendió el pastelito.

—Anda, no me dejes caer solo, se supone que somos un matrimonio.

—Ah, ¿y también se supone que debemos engordar juntos? —pregunté alzando la ceja.

—Pues claro —dijo como si fuera obvio.

Negué riendo. Me alegraba verlo de buen humor, nonpasaba mucho por rstos riemposientras tomaba el pastelito y le daba una gran mordida. Umh, de chocolate, delicioso.

—No he desayunado, esto me hará daño —lamenté.

—Te preocupas después, no hay de esto en Alemania y ya nos vamos a ir.




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