Les tengo un maraton, la historia acabara dentro de 15 dias y estaré actualizando diario.
Por fin habíamos llegado a casa después de tantas horas de viaje. Tenía todo el cuerpo entumido por estar en la misma posición.
Me baje junto a Fynn de la camioneta que nos traía, Alex y Ariana venían en otra frente a nosotros y mis padres detrás. Las camionetas eran lo suficientemente grandes para llevar a más, pero cada uno prefería su privacidad. Yo no me quejaba, al menos en este tramo pude poner mis piernas extendidas en el asiento. Pero nada mejor como pararte y caminar.
Me bajé y no perdí el tiempo, me dirigí rápidamente al palacio. Después de ver el gran palacio de los Easterling el nuestro parecía mucho más acogedor.
De camino a la habitación de Kerstin me encontré a Damien quien llevaba una bandeja de plata con diferentes platos llenos de comida. Me sorprendí bastante, el no era de hacer estas cosas, normalmente llamaba a la servidumbre.
—Esto sí que es digno de ver —dije cruzándome de brazos frente a el. Me miro y luego a la bandeja, como si apenas se fuera dando cuenta de lo que estaba haciendo.
—Se lo llevo a Kerstin —menciono sin ningún atisbo de vergüenza, que es como yo creí que reaccionaria.
Levante mis cejas más que impresionada.
—¿Ya entraste a su habitación? —pregunté esperanzada.
—Sí, ya hemos hablado.
—¿Cómo esta? —Comenzamos a caminar hacia la habitación. Ya quería verla, la había extrañado y no había tenido tanto tiempo para llamarla.
—Mejor, se recupera bastante bien.
—¿Y su memoria?
El negó lentamente, igual de decepcionado que yo.
—Solo siente cosas familiares, no las recuerda pero siente apego —explicó llegando frente a su puerta.
—¿Y tú eres una de esas cosas? —pregunté con la ceja alzada y un leve toque socorrón. Él ni siquiera se inmuto, pero tampoco lo negó. Antes de entrar se volteo hacia mí.
—Tengo que hablar contigo sobre eso después —sentenció, dejándome con la pregunta en la boca.
Ahí estaba ella, en su cama, con un libro en sus manos, una novela romántica para ser exacta. Creo que nunca había visto a Kerstin leyendo antes.
—Hola —saludé energética yendo a su cama para abrazarla. Al parecer esta muestra de cariño la incomodo un poco—. Lo siento, siempre yo con poco tanto, ¿Cómo estás?
—Bien —dijo acomodándose un mecho de su cabello, cerrando el libro y poniéndolo en un lado—. ¿Cómo estuvo tu viaje?
Pensé un poco en la respuesta. La fiesta y todos los protocolos fueron agotadores, tuve que fingir estar bien todo el tiempo, y no pude disfrutar mis noches con Alexander; sin embargo, por fin pudimos admitir nuestros sentimientos libremente, libres de ataduras morales y estábamos mejor que nunca.
Sonreí.
—El mejor de mi vida.
Le conté un poco sobre la experiencia sin mencionar obvio las cosas de pareja. Ella estaba tan deslumbrada como una niña a la cual le contaban el mundo. Trate de hacerla pasar un buen rato mientras comía, la hacia reír levemente y se sorprendía con algunas cosas.
Damien solo me escuchaba desde un sofá al otro lado de la cama mientras ayudaba a Kerstin con su comida, siempre al pendiente, y le pasaba su vaso de agua cuando lo necesitaba, al igual que la servilleta. Ella solo lo miraba y hacia un gesto para agradecerle cada vez que lo hacía.
No estaba acostumbrada a esa actitud entre ellos pero no me desagrada en lo absoluto, me sorprendía su cercanía.
Después de un rato Kerstin comenzó a sentirse cansada y en poco tiempo quedo dormida.
Y por muy impactante que fue me detuve de jadear cuando vi como Damien acomodaba la cobija delicadamente sobre ella, de una forma tan tierna y suave para no causarle ninguna molestia, y lo remató con pequeños toques para acomodar los detalles de esta y que quedara perfecta para que Kerstin durmiera cómodamente.
Mi cara de shock lo advirtió de mis emociones encontradas y me hizo una seña para salir del cuarto.
Afuera no pude evitar retener la pregunta que ya tenía desde que llegamos.
—¿Qué demonios pasó entre ustedes? —inquerí alterada cruzada de brazos.
—¿Qué? No pasó nada —dijo haciendo una mueca—. Deja de decir tonterías. Ahora me toca hacer las preguntas a mí —remarcó tomando mi postura.
—¿Qué tienes? —cuestioné en verdad confundida.
—Quiero que me digas la verdad —acotó para dejar un silencio de suspenso—. ¿Kerstin tenía sentimientos por mi?
La pregunta no me la esperaba. En parte porque no creía posible que ella se lo hubiera dicho, menos no teniendo memoria; y por otro lado no creía que en verdad jamás lo hubiera notado.
—¿A qué viene eso? —pregunté descolocada.
—Solo responde —repitió con la quijada apretada.
—No soy quién para decirte esas cosas —aseguré indignada. No iba a traicionar a mi mejor amiga.
—Kerstin no recuerda, no lo sabe, y yo… encontré los dibujos.
Mis ojos se abrieron por la sorpresa y entendimiento, por eso estaba preguntando todo. Demonios, debí haber dejado que los destruyera, o bueno, quizá no era tan malo después de todo.
—Por favor, ella no recuerda nada, no puede decirme y… me estoy muriendo —suplicó despacio.
Fruncí el ceño por su lamento, ¿es que acaso él sí tenía sentimientos por ella?
—¿Por qué estas tan desesperado? —cuestioné muy curiosa.
—Porque… no me di cuenta —admitió abatido llevando sus brazos a su cabeza—. La conozco bien, o creía que lo hacía. Y yo nunca… ¿Cómo no pude darme cuenta de eso? Ahora que lo pienso es más que obvio. —Se sacudió el pelo frustrado—. Ahora lo entiendo, sus insultos, su alejamiento, las claras indirectas tanto tuyas como de ella y… también su acercamiento de los últimos días antes del accidente. ¡Ella trato de alejarse, y yo la retuve! ¡La traje mas a mí y eso no solo le causo sufrimiento porque le di alas si no que ahora también por mi culpa esta postrada en esa cama!