Maldición Fraternal

Capítulo 44

—¿¡Quién dijo que podían sacarla!? —reclamó la tia Nati, quién checaba apresurada todos los signos de Kerstin postrada en la cama de nuevo.

—Ya estaba mejor y son las fotos de la generación —exclamé lastimosa. En verdad me sentía culpable por haberla llevado.

—Aun así tenían que habérmelo preguntado, miren cómo está —prosiguió con su regaño.

Damien y yo estábamos con la cabeza baja, totalmente avergonzados por nuestra negligencia.

—Necesito que salgan ahora —dijo despidiéndonos, sin girarse a vernos.

No pudimos decir nada más y salimos de ahí rápidamente.

Los padres de Kerstin ya estaban afuera de la puerta mirándonos con ojos preocupados e interrogantes.

—Lo lamento, no teníamos idea de que eso pasaría. Nosotros solo queríamos ayudarla a recordar y que tuviera el recuerdo de su graduación al menos —dije con la voz ahogada, al borde de las lagrimas.

—Está bien, yo entiendo —dijo su madre a duras penas.

Pero su padre era otra historia. Tenía una mirada gélida y profunda que podría jurar nos estaba taladrando.

Nos quedamos los cuatro ahí esperando un buen rato, queríamos cerciorarnos de que estaba bien.

Mamá llego un rato a preguntarnos que había pasado, le expliqué entre lágrimas lo mismo que le había dicho a sus padres. Ella me abrazó suavemente hasta que tuvo que irse, pero si me conforto bastante.

Giré a ver a Damien que estaba sentado junto a mí. No había dicho palabra algunas desde que habíamos llegado y ya me estaba preocupando. Sus ojos estaban perdidos en el suelo, creo que todo el tiempo estuvieron ahí.

Podía ver el duelo en sus ojos. Sabía que se estaba culpando de nuevo. Seguramente su mente estaba inundada de todas las cosas que pudo haber evitado si hubiera preferido dejarla en su habitación, o si hubiera podido ayudarla de diferente manera.

Frote su brazo suavemente, note como sus vellos se erizaron al instante, pero fue su única reacción, no me dedico ni un movimiento de cabeza.

Pasó otro rato antes de que la tia Nati saliera con cuidado de la habitación.

—¿Cómo está? —Su mamá fue la primera en saltar de la silla.

—Está bien, no tiene nada fuera de lo normal, no entiendo que pasó —empezó a explicar la tía Nati viéndola a ella específicamente—. Pudo haber sido solo un ataque de pánico o ansiedad por salir después del trauma y el desmayo por la descarga de emociones.

Su mamá suspiro asimilando la información y terminó asintiendo.

—Pero estará bien, ¿no? —volvió a preguntar.

—Sí, cuando despierte podremos preguntarle más, por ahora solo está descansando. Pero tenemos que estar al pendiente a cuando despierte.

—Yo me quedaré —exclamó rápidamente Damien levantándose de su silla.

Ella lo miró con coraje y frivolidad. Parecía que le tenía mucho odio acumulado.

—¿No crees que ya has hecho demasiado, jovencito? —espetó fríamente con la mandíbula apretada.

—En primera lo que pasó no fue nuestra culpa, no sabíamos y queríamos ayudarla —defendió Damien igualando su postura. La tensión latente en sus miradas—. En segunda si tanto mal hice déjeme enmendarlo, reparar mis errores.

—No creas ni por un segundo que te dejaré volver a acercarte a ella —exclamó ella con determinación.

—Esa no es su decisión —objeto Damien, dejándola de lado por completo y mirando directo a sus padres—. Sé que no he hecho lo mejor y me he equivocado, pero me conocen, siempre lo han hecho, jamás le haría daño. Solo denme una última oportunidad y prometo cuidar de ella con mi propia vida.

Los padres de Kerstin estaban consternados, pues parecía que no tenían idea de que estaba pasando, y lo entendía porque yo estaba igual. ¿Qué se traían estos dos?

—Después de todo lo que él ha provocado, que lastimo a kersitn, ¿enserio lo van a dejar? —Ella también se dirigió a ellos.

—Nati, cálmate —pidió el señor Lehmann.

—¿¡Cómo quieres que me calme cuando él quiere destruir a tu hija y tu lo permites!?

—Yo sería incapaz —interrumpió Damien—. No entiendo porque dice eso sobre mí, si siquiera me conoce.

—Claro que te conozco, sé perfectamente el tipo de hombre que eres —dijo con coraje, apretando los dientes—. Créeme, la oportunidad ya te la di, pero desde que hablaste por primera vez ya estabas perdido.

Damien la miro como si le hubiera salido una tercera cabeza, como si le estuviera hablando en español.

—¿Quién se cree para juzgarme? Le repito, usted realmente no tiene ni voz ni voto aquí, así que deje de hablar como si importara. —Término explotando Damien—. Esta es mi manada, mi casa, mis reglas, y si no le gustan con gusto enviaré a alguien a que la escolten a la salida.

—Hazlo, y me llevare a Kerstin conmigo —retó la señora Lehmann.

Damien se rio de una forma desquiciada, pero pareció ser eso lo que le quitó la única racionalidad que le quedaba, ya que después de la risa puso la cara más seria y sombría que le había visto jamás.

—Inténtelo... solo hágalo y verá —amenazó con los ojos fijos, sin titubeos. Sus claros instintos asesinos aflorando en su piel, hasta sus ojos cambiaron ligeramente de color, demostrando la presencia de su lobo.

—Basta —decidí intervenir antes de que esto acabara mal—. Creo que debería retirarse señora Lehmann.

Ella me miro también con una mezcla de odio en sus ojos. ¿Ahora también tenía algo contra mí? Porque estaba muy mal si pensaba que le daría la razón, era de mi hermano gemelo de quien hablábamos.

—Nati, es suficiente —intervino por fin el señor Lehmann tomándola del brazo.

Entre pelea y forcejeos la alejó por el pasillo, dejándonos atrás con la mamá de Kerstin.

Nosotras nos miramos la una a la otra confundida, pero Damien seguía desprendiendo odio por cada uno de sus poros.

—Ya, tranquilo —Frote sus brazos con mis manos para reconfortarlo, pero este seguía en una pelea contra su lobo. Sus ojos estaban cambiando drásticamente de color cada dos por tres.




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