Maldición Fraternal

Capítulo 49

Mallory.

Me encontraba sumamente nerviosa mientras tomaba el té con Ariana, mi madre y la señora Bellerose. No sé si era yo o realmente la atmósfera estaba tan tensa que hasta me costaba respirar con normalidad. Quizá era el terror y ansiedad que desprendía Ariana, como si de una cascada se tratara.

—¿De verdad te casaste Mallory? —preguntó desconcertada la señora Bellore. Asentí, incapaz de abrir la boca para decir algo coherente—. La última vez que vine apenas te estabas transformando, y eso fue apenas unos meses.

—El tiempo vuela y la vida cambia muy rápido —comenté, sin profundizar en el asunto para quitarme de su foco de atención.

—Es cierto, el mundo siempre está girando —concedió—, además no es raro que cuando se encuentra al mate el primer instinto sea la unión eterna, es en lo único que se piensa cuando eres joven.

Quise darle la razón de inmediato, pero no podía por dos razones; no se supone que yo supiera el sentimiento puesto que Fynn no era mi mate y tampoco me pareció necesario aclarar la situación de ninguna forma, simplemente lo dejé pasar.

—Exactamente, aunque estos jóvenes de ahora piensan más en sí mismos que en la pareja, primero quieren vivir una vida loca antes de atarse —objetó mamá, haciéndome mirarla con la boca abierta.

Yo había cambiado todos mis planes de vida por mi pareja, y no obstante decidí sacrificarme antes que perjudicar a la manada, ¿y ella estaba diciendo eso?

“Si no fuera la situación tan complicada igual hubieras esperado y vivido un poco más” me recordó.

Bueno, no lo tomaré personal.

—Muy cierto. Pero, Amelia, hay que admitir que si hubiéramos podido en aquellos tiempos también lo hubiésemos hecho —bromeó la señora Bellerose, soltando una carcajada.

Mamá la siguió y juntas continuaron bromeando y conversando sobre “sus tiempos” haciendo el ambiente un poco más tranquilo.

Suspiré un poco más relajada. Pero el sentimiento no era para nada compartido por Ariana, quien se había mantenido al margen sin pronunciar palabra mientras sacudía muy levemente la taza de té con su temblor, evitando que pudiera tomar un sorbo adecuadamente.

A ese punto ya no sabía si era de los nervios o porque de estar tanto tiempo separada de Fynn el celo le comenzaba a afectar, pues este aun no terminaba.

Dejé mi taza un segundo para pasar mi mano suevamente sobre su brazo y que esta pudiera relajarlo. Esta se espantó un poco al sentir mi toque, pero al enfocarme se tranquilizó, aunque su temblor era persistente.

En ese momento recordé un poder muy importante de las lunas: el poder transmitir paz y tranquilidad a su manada. Por un momento quise intentarlo, pero luego pensé que si lo hacía capaz mamá y la señora Bellerose también lo sentían.

Miré a los ojos a Ariana, intentado con la mirada transmitirle sentimientos agradables, pero sin usar realmente mis poderes. Y aunque se sentía apoyada, no estaba del todo tranquila. Al ver como su temblor aumentó un poco, tanto como para derramar un poco de su te en la falda, me di cuenta que tenía que ayudarla.

Sin pensarlo mucho me dejé llevar, sabía mi intención, lo que quería lograr, y solo se liberó. Sentí el momento en que se desprendió de mi y se impregnó en ella. Era como un aroma, una sensación, un paño que la cubrió, y con un suspiro dejó caer sus hombros y su cabeza que ya hacían tensos, liberando su presión.

Pero como era de esperarse, las dos mujeres también lo sintieron.

—Ariana, ¿estás usando tus poderes de Luna? —preguntó mamá con una sonrisa y un deje de orgullo, ¿me miraría así si supiera que era yo quien lo estaba haciendo?

—Sí —me apresuré a decir al ver la cara de pánico de Ariana—, me está ayudando, sí,  ayudando mucho. Lo que pasa es que me siento tan sola y triste sin Fynn a mi lado —mentí rápidamente.

—Ay, mi niña, ya eres toda una Luna. —Esta vez fue la señora Bellerose quien se acercó a su hija para abrazarla—. Tu poder es increíble, es más fuerte de lo que yo recuerdo pude dar.

Mi madre estuvo de acuerdo con su comentario, y no pude evitar sonreír orgullosa. ¿Realmente era más fuerte que ellas dos? Por un segundo quise sentirme alagada, pero recordé que esas palabras jamás irían hacia mí y nadie podría nunca reconocerme como tal.

Mi expresión se congeló ante la realidad golpeándome, pero volví a sonreír con calidez al recordar que todo era por Alex, y estaba ayudado a Ariana, eso era suficiente para mí.

Mientras escuchaba todas las cosas que nuestras madres le decían, Ariana me miraba con agradecimiento y alivio, llenándome de satisfacción.

Tomé mi taza de té de nuevo, con la intención relajarme también por un segundo, pero mi plan se vio interrumpido.

Todo el contenido de la taza cayó sobre mis piernas mientras comencé a gritar de dolor, me estaba quemando, ardiendo, y no, no era por el té hirviendo.

—¿Qué pasa, Mallory? —Escuché a mi madre gritar a lo lejos, pero yo solo podía enfocarme en una cosa en ese momento: mi piel.

La piel que se estaba abriendo, incinerando, dejando rastro de mi dolor. Miré con los ojos abiertos y llorosos como tinta se empezaba a vislumbrar en la parte interna de mi brazo derecho, como si de un tatuaje se tratara.

Sentía brazos y personas por doquier, todos a mi alrededor preocupados e intentando ayudarme, mas era imposible, y poco a poco me quedaba sin energía, sin resistencia. Me estaba venciendo.

Ni siquiera cuando pude levantar la cabeza y ver los ojos aterrados de Alex pude recolectar más fuerza, solo me deje llevar, deje de luchar y sentí paz.

Oscuridad.

Era lo único que había, y no solo por el color negro a mi alrededor, si no por una fuerza en mis adentros, me hacía sentir a ciegas. No estaba asustada, y no me sentía sola… porque no lo estaba.

—¿Estás ahí? —Escuche de repente que preguntó.

Una voz.




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