Maldita realidad

Tristes recuerdos

Ahí estaba yo, sucia y golpeada. Tratada como una criminal sólo por tomar algo de comida de un basurero en el restaurante "Golf Smirt". Un lugar donde se servían los platillos más finos para las personas más ricas y acomodadas del país.
Qué injusticia que ellos desperdiciaban la comida mientras habíamos personas rogando por algo de ella para llevarnos al estómago.
Creí que ese restaurante lo conocía bien pero nunca desde este nuevo enfoque en el que estaba.
Ahora entiendo más que nunca el consejo que una persona especial me dió "Valora la vida, no las cosas que te da la vida"
Cuando era pequeña, mi padre me llevaba seguido a comer o cenar. A él le gustaba la comida y la elegancia, que las personas le saludaran y se pusieran a su disposición. En verdad disfrutaba de eso más que de la comida. Yo en cambio, lo hacía por el capricho de estar ahí. Platicar a mis amigos que había cenado en ese restaurante, siempre me hacía quedar bien. También lo hacía por el postre que era receta especial de la casa, el "Cupcake The Golden Phoenix". Cómo olvidar ese color dorado que lo decoraba. No me cansaba de comerlo.
Cuando estábamos ahí nos veían como una familia adinerada y poderosa pero que parecía vacía y solitaria. Sin amigos, sin personas cercanas y siempre con un carácter de severidad ante los demás. Mi padre siempre iba vestido con sus elegantes abrigos. A veces elegía el gris que lo hacía ver delgado y más joven, ese era su favorito. Pero también tenía el negro con dorado que le hacía ver más interesante y rico. También estaba el azul marino que mostraba más alegría aunque por dentro estuviera experimentando más soledad que nadie.
En cuanto a mi, elegía los vestidos más serios que podía, aunque mi nana me recomendaba los floreados para darle más vida a mi rostro, yo prefería los lisos y oscuros. Tal vez porque quería pasar desapercibida pero me sentía bien con ellos. Me colocaba un suéter que el mesero siempre me retiraba para mí comodidad.
El lugar era hermoso de eso no hay duda, sus mesas color café oscuro con una lámpara verde fosforescente que estaba en el centro de ella. Los cubiertos que se colocaban cerca de ambas manos eran de plata pura mientras que la vajilla combinaba perfectamente con el entorno. Las mesas separadas a tres metros unas de otras hacían el espacio perfecto para poder conversar sin escuchar a los demás.
Aunque no había nada que escucharnos a nosotros pues mi padre hablaba muy poco y yo no tenía tema de conversación para él.
El lugar brillaba mucho más en la noche cuando los focos aparecían para regalar luces amarillo claro y anaranjado. Una luz muy discreta que hacia tener una cena armoniza. Había plantas en jardineras que hacían el juego perfecto llenándolo de vida y buena energía. Las jardineras de color café también tenían unos lets en la parte baja que brillaban con intermitentes como si de Navidad se tratara. Del techo color hueso colgaban grandes lámparas y ventilación para cualquier tipo de clima. El lugar se tomaba muy en serio mantener el placer de sus clientes. Los baños siempre olían a limpio y tenía un lavamanos por el que me encantaba pasar siempre aunque solo fuera para sentirlo.
Todo aquello era como lo recordaba, pero ahora la situación era distinta, sólo podía ver esos interiores desde la ventana porque el guardia no me dejaba acercarme. Mi apariencia había cambiado mucho desde entonces, mi vestimenta no era para nada similar a mis vestidos y por supuesto… no tenía dinero.
El hambre se apoderaba de mí e intenté ir un par de veces antes para ver si alguien me reconocía, pero no fue así, ni el mesero que ya era un amigo para mí, ni los de la entrada, ni mucho menos el gerente que se decía amigo de mi padre.
Tuve que intentar de manera desesperada hacerme de los desperdicios que estaban en la parte de atrás en bolsas negras dentro de los botes.
Cuando estaba probando un trozo de carne y puré, un cocinero salió y me delató con la autoridad diciendo que había otro vagabundo que causaría mala impresión al lugar. Los de seguridad se encargaron de arrestarme solo por no ser de su agrado y no llevar dinero en ese momento. También creyeron que mi nombre era falso y que solo lo usaba para safarme. Tampoco estaba segura que mi padre me respaldará incluso si le llamaban.
Él decidió que yo era un estorbo en su vida desde ese día que según él, le decepcioné. Para él fue una gran ofensa que yo tuviera gustos diferentes.
Me gustaba Katia, una compañera de la escuela y yo le gustaba a ella Teníamos algo hermoso que apenas empezaba pero una maestra nos descubrió dándonos un beso fuera de su salón. Esa acción causó indignación y fui reportada a la dirección. La directora se mantuvo firme y envió una notificación a mi padre.
Ese día al llegar a casa fue el peor de mi vida. Mil cosas pasaron por mi cabeza, un castigo, que me enviara a un internado, un cambio de escuela, que me dejara de hablar, un psicólogo, entre muchas cosas más. Pero no, él solo dijo —¿Es verdad lo que dicen en la notificación de la escuela?—Con un tono muy serio y carente de amor como era su costumbre.—En ella dicen que te besaste a voluntad con una compañera de tu salón.
La pregunta fue muy directa, no hubo tiempo para hacerme la que no sabía de qué hablaba pues conociendo a mi padre sería peor.
—Así es padre, eso sucedió.—Le respondí con la cabeza hacia abajo esperando alguna reacción de su parte.
Me dió la espalda y dijo.
—Espero que sea parte de una broma o un juego que hacen ustedes los jóvenes.—Siempre mantuvo su tono serio.—Quiero que te disculpes y digas lo que en verdad sucedió y que jamás harás bromas de ese tipo nuevamente.—No me miró en ningún momento.—Eres una chica decente y jamás debes recurrir a ese tipo de situaciones. Vas a delatar a los que te obligaron y todo quedará resuelto.
Mi padre no entendía la situación, él pensaba que había sido un arrebato o alguna apuesta, pero no, fue por gusto y convicción.
Creí que ya que estábamos en el tema era el momento ideal para decirlo ya que muy rara vez podía tener este tipo de conversaciones con él. Mi interés por Katia era verdadero y no planeaba esconderlo.
—Padre, las cosas no son así.—Le dije ahora levantando la cara.
—¿A qué te refieres?—Me miró por primera vez. Lo hizo muy intrigado y con la vista fija.
—Ese beso no fue producto de ninguna broma. Yo espero que entiendas mis gustos…—Los nervios me consumían.—La besé porque es mi novia y creo estoy en edad de tener mi primer amor.
Padre me miró muy fríamente, el ceño lo bajó anunciando una cara de enojado, muy enojado y me lanzó una mirada matadora. En esos momentos creí que los 100 castigos que había pensado me los haría todos empezando por los golpes. Se acercó a mí pero siguió su camino. Volteó mirándome con desprecio y me dijo.
—Has dejado de ser mi hija. Todos mis bienes y dinero dejaron de ser tuyos en este momento.—Caminó hacía la puerta.—¡Ahora vete de la casa!
Me quedé fría e inmóvil con esas palabras. Lo vi salir del despacho como si fuera la última vez que lo vería, jamás había sentido su abandono hasta ese día. Mis lágrimas empezaron a salir segundos después, me había descongelado y mis ojos narraban mi interior. Salí del despacho para irme a mi cuarto a llorar en privado.
Llegué y me lancé a mi cama, esa que aún extraño y nunca valoré lo acolchonado de su esencia. La comodidad que tenía, las cobijas limpias y con buen olor. Mi almohada rosa que hacía juego con la paredes y cortinas, todo parecía poco en eso momento a comparación del deseado cariño de mi padre.



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En el texto hay: #lgtb, #drama, #tragedia

Editado: 18.04.2025

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