Maldita realidad

Consecuencias

Lloré durante un rato, pensando y analizando que tal vez mi papá tuvo un arrebato y que jamás se atrevería a hacerme algo así.
Me calmé y sonreí un poco pensando en esa posibilidad
“Soy su única hija”me consolaba. “No tiene mas familia aquí, no hablaba en serio.
Me relajé para pensar en que al siguiente día tocaría mi puerta para reprenderme o enviarme de fin de semana a algún lugar de castigo. Me relajé pensando en que lugar elegiría para mí y me divertí pensando en las situaciones que pasaría ahí. Pero no, mis esperanzas se vinieron abajo cuando tocaron a mi puerta desesperadamente interrumpiendo mi imaginación.
—¡Mi niña, mi niña, abre por favor!—Era mi nana quien pedía entrar—¿Qué ha sucedido, qué hiciste?
Me levanté de un salto para abrir la puerta y dejarla pasar, cuando abrí ella traía una vieja maleta que había dejado en el piso junto a su pierna izquierda.
—¡Mi niña! ¿Qué ha pasado?—Me abrazó desesperada.—Su padre me ha pedido que empaque un poco de tu ropa y te lleve afuera de la casa.—Se agachó para abrazarme.—¿Qué has hecho?
No podía creer lo que me decía, que mi padre hablara en serio en verdad.
—Bueno nana… yo.—No sabía que decirle, le tenía mucha confianza pero dada la reacción de mi padre decidí callar mi situación.—Hice algo en la escuela que a papá no le gustó. No puedo creer que hable en serio y me quiera fuera de su casa.
—Yo tampoco mi niña, y créeme que no voy a poner tus cosas en la maleta aunque me despida.—Se incorporó lentamente.—Esperemos a mañana que se le pase el enojo y se pueda hablar con él.
—Eso mismo pensaba hacer, por muy grave que sea mi ofensa no es digno que me corra así.
Mi nana de nombre Martha cerró la puerta del cuarto para sentarse en la cama conmigo e intentó consolarme.
—Tu padre es un hombre muy duro a veces pero no dudes que él te ama.—Me dijo mientras me miraba a los ojos.—Eres lo único que tiene en su familia y por muy amargado y serio que sea, la sangre siempre debilita.
Usaba ese tono dulce que me había hecho encariñar con ella desde que era una niña.
A la ausencia de mi madre, sin duda ella fue lo mejor que pude tener como una. Yo nunca la vi como empleada aunque mi padre me lo hacía ver en muchas ocasiones. Decía que las personas mostraban cariño cuando se les daba buena paga pero si un día el dinero se iba las personas y su supuesto cariño también.
Él era un hombre en verdad frío. Yo sentía que ese cariño era verdadero, cada abrazo, cada atención me lo hacían notar.
La plática entre ella y yo no duró mucho tiempo, no le pude contar nada, apenas lo del reporte en la escuela porque nos vimos interrumpidas por Carlos, el chófer de mi papá que tocaba fuerte la puerta.
—Martha ¿Estás ahí?—Hablaba con decisión y mucha prisa.—Me envía el señor por ti dice que si has terminado de empacar las cosas de la señorita.
Martha y yo nos miramos fijamente con mucha sorpresa y sin saber qué hacer.
—Estoy en eso… ya yo te avisaré cuando esté lista.
—El señor me pidió que ahora mismo debo llevarla.

Su presión y sus palabras me hicieron arder en rabia y salí corriendo de la habitación para cuestionarlo.
—¿A dónde me quieres llevar?
—Señorita, son órdenes de su papá—respondía ya un poco nervioso—sabe que no puedo cuestionarlo, yo necesito el trabajo.
Pude notar al pobre hombre igual de tenso y nervioso que yo así que no me desquité más con él y fuí directo al orígen del problema.
Corrí velozmente y aún con llanto a la habitación de papá y toqué fuertemente.
—¿Es enserio esto que me haces?—lloraba desesperada—¡Abre la puerta papá, no me puedes abandonar así!, ¡Soy tu hija!
A pesar de mis gritos él no respondía nada.
—¡Sé que estás ahí papá!—Seguía intentando.—¡No puedes hablar en serio!
Mis puños se lastimaron al grado de sangrar levemente, pero la inmensa puerta no se abrió ni con gritos, golpes ni por decisión de mi padre.
La puerta era enorme, de madera fina color blanca pero en esos momentos se transformó en una muralla como de un castillo impenetrable. Dentro el rey que me condenó sin titubear.
Resignada seguí llorando sentada y recargada en la puerta pidiendo perdón y diciendo cosas sin sentido. Pero la situación fue peor cuando los miembros de seguridad llegaron y me cargaron.
—Lo sentimos señorita, su padre no ha pedido sacarla de la casa para que no siga gritando en su puerta.—Me cargaron y llevaron aún con mis jaloneos y forcejeos.—El chófer la está esperando con sus cosas, no se resista.
Mi nana los golpeaba pidiéndoles que me soltarán pero esos monstruos ni se inmutaban, papá los tenía muy bien comprados aún en cosas tan inhumanas.
Me llevaron a la limosina y me subieron con empujones. No lo hacían con mala intención es solo que yo puse resistencia. En sus caras se les veía que no querían hacerlo pero lo hicieron.
Subí y un guardia conmigo, después otro entró por la otra puerta y se subió. El chófer se dió prisa y aceleró para salir de la mansión sin detenerse un momento. El trayecto duró alrededor de 20 minutos. Tiempo que salimos de la propiedad de papá y llegamos a una colonia en la zona sur de la ciudad. El chófer se detuvo diciendo —Llegamos a donde el jefe nos indicó.—No volteaba ni a verme siquiera por el retrovisor.—Necesita bajarse aquí señorita.
—¿Y luego qué haré cuando me baje?—Pregunté asustada.—¿Es una broma verdad? Dile a mi padre que ya aprendí y que no volverá a pasar. ¡Regresemos!
—Lo siento en verdad señorita pero no es ningún escarmiento, su padre nos ordenó volver sin usted y así debemos hacerlo.
—¿Me dejaran sola aquí en la calle?
Ninguno se atrevió a responderme pero era evidente que ese era el plan.
—Mi padre no puede ser tan ruin como para dejarme en la calle solo con esa maleta vieja, necesito dinero y comida ¿Dónde dormiré? Ustedes no pueden hacer eso.
El chófer hizo un movimiento de cabeza a los guardias diciendo que era el momento. No había gente alrededor y rápido me bajaron aún con sus disculpas tontas y luego subieron al auto cerrándolo mientras yo golpeaba los vidrios.
—¡No me dejen aquí por favor!, ¡Se los suplico!
El auto avanzó un poco y se detuvo, el chófer bajó y con lágrimas en sus ojos me dijo.
—Cuánto lo siento señorita.—Me dió algo en mi mano.—Su padre me pidió no darle ni un peso pero es lo menos que puedo hacer, esto esto todo lo que tengo…úselo para bien.
Me entregó un billete de $500 pesos y corrió nuevamente al auto para arrancarlo, está vez sin detenerse.



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En el texto hay: #lgtb, #drama, #tragedia

Editado: 20.04.2025

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