Maldita realidad

Reunión

Intenté hacer contacto visual rápidamente con ella para comunicarnos y hacer ese click que siempre teníamos tan solo al mirarnos. Pero está vez no lo sentí así. Ella se sorprendió al verme y bajó la mirada rápidamente.
—Hola… ¿Qué haces aquí?—Preguntó sorprendida.
Me desilusionó un poco su respuesta y más esa actitud que mostraba.
—Tengo un problema y pues quería ver si me puedes ayudar.
—Ah…eso.—Respondió muy seca.—Si, claro… Puedes contarme qué pasó.
Ella se acercó un poco hasta ponerse en frente de mi, pero no se sentó, ni siquiera tuvo algún detalle cálido hacía mi. Parecía que le urgía que yo me fuera.
Me sentí muy incómoda, no era para nada lo que yo imaginé, creí que ella buscaría la forma de hablar conmigo a solas pero no.
La señora seguía a mi lado esperando que yo hablara de mi problema.
—Am… tuve un problema en casa con mi padre y vine aquí para ver si tú me podías ayudar.
—Bueno chicas, las dejo un momento a solas para que platiquen.—Dijo su madre mientras se levantó y se fue a la cocina.
—¿Qué haces aquí?—Me preguntaba Katia con un poco de soberbia.
—¿Por qué me hablas así?, ¿No te da gusto verme?—Pregunté con un poco de sentimiento.
—Si, claro que me da gusto verte pero el venir aquí y ponerme en esta situación tan incómoda.
—¿Incómoda? ¡Soy tu novia!—Grité ahora tratando de contener el llanto.
—¡Shu! Cállate, no digas eso en voz alta. Mi mamá, nadie aquí lo sabe.
—Y entonces ¿Qué explicación diste por el reporte de la escuela dándonos un beso?
—Eso no te importa, mis padres se les olvidará y dentro de unos días ya no habrá problema con eso.—Se dió la vuelta.—Deberías hacer lo mismo y alejarnos por un tiempo.
—¿Hacer lo mismo? Creí que nosotras íbamos enserio, que no lo ocultaríamos a nadie y tendríamos una relación duradera… para toda la vida.
—Escucha, te quiero y lo sabes pero no puedo renunciar a mi vida ni a que me cambien de escuela solo por un noviazgo contigo.—Usó un tono muy seco lo que me hizo sentir peor.—Si continuamos no podremos vernos nunca más ¿Eso quieres?
—¿Y qué quieres tú entonces?, ¿Que finjamos que esto nunca pasó?
Katia se comenzaba a poner nerviosa con el tono elevado que yo estaba haciendo. Mi tono era totalmente justificable, lo acaba de perder todo por ella por amarla y no ocultar nuestra relación. Pero ella estaba haciendo todo lo opuesto, parecía que intentaba que me fuera porque mi presencia la incomodaba.
Aunque me lo había dicho momentos antes yo dejé de ver ese amor en sus ojos. En su mirada se reflejaba que intentaba buscar su propio bien aunque eso significaba olvidar todas las promesas que nos hicimos una a la otra.
—¡Mi papá me acaba de correr de la casa!—Quise ir al grano.—Le dije que tú y yo éramos novias y no lo tomó bien, no tengo a dónde ir. ¡Estoy desesperada!
—Perdón, no sabía que tu papá te había hecho eso.—Me dijo con un poco más de sentimiento.—¿Cómo puedo ayudarte?
—Para empezar, me gustaría que me abrazaras como siempre, haciéndome olvidar todo lo malo, que me consolaras aunque sea un momento.
—Yo…—tartamudeo—Claro…lo haré.
Por fin se acercó a mi como todo ese tiempo había deseado. Se inclinó hasta quedar en rodillas de frente y me abrazó por el cuello dejándome saber que aún le importaba.
—¿Qué piensas hacer?—Me preguntó mientras se separaba de mi.—¿Tienes a dónde ir?
—No, no tengo a dónde ir. Estoy desesperada por eso vine hasta aquí.
—Entiendo, claro que te voy ayudar.—Dijo mientras se levantaba.—Déjame ir a hablar con mi madre, seguro la puedo convencer que te quedes unos días aquí.
—¿Enserio harás eso?
Poco a poco la esperanza me regresaba.
—Claro, después pensaremos que hacer.—Empezó a caminar.—Espérame aquí, no tardo.
La vi salir de la sala en dirección a la cocina. Me quedé un poco más tranquila al escucharla decirme eso. Por fin sabía que alguien me podía ayudar y no estaba completamente sola.
Ahora que sentía la relajación me empezaba a doler la cabeza, mi cuerpo se moría de frío y me empezó a dar una temblorína que no podía controlar. Sentía tanta rabia por las acciones de mi padre. Mis ojos lagrimeaban en contra de mi voluntad al comprender que tal vez no regresaría a mi cama, a mis comodidades, ver a mi nana, incluso ir a la escuela y poder hacer una carrera como siempre lo había deseado. Me atormentaba el hecho de no tener ni para comer mientras mi padre derrochaba su dinero en el mismo. ¿En verdad esa sería mi realidad ahora?
—Ya hablé con mi madre y pude hacer que te quedes unos días en la casa.—Al fin mostraba un tono alegre.—Eso nos servirá para que podamos pensar en una solución.—Me llenaba de esperanza.—Tranquila, todo saldrá bien, te voy ayudar.
—¿En serio?—Me solté en llanto.—No sabía qué iba hacer, me sentía abandonada, sola, con una gran desesperación.—Ahora se que hice lo correcto en venir a buscarte. Sabía que no me ibas a fallar.
En ese momento entró nuevamente su mamá a la sala y me vió en ese drama que tenía.
—Invita a tu amiga a cenar.—Decía mientras me miraba un poco pensativa.—Ya está todo preparado, vayan de una vez.
Limpié mis lágrimas lo más que pude y aunque había notado que no era del agrado de la señora me acerqué para agradecerle.
—Su hija me contó que me pueden ayudar algunos días hasta que pueda solucionar mis problemas.—Traté de no caer en llanto.—Le prometo que no seré una carga y será como si no estuviera.
—Me pareces una chica muy noble. He visto a niñas con menos recursos ser más egocéntricas y creídas. Pero tú pareces ser muy humilde.—Me tomó de la mano.—No te preocupes, siéntete como en tu casa y no tengas prisa por irte.
La hospitalidad en la casa cada vez me hacía sentir más cómoda. Estábamos en su cocina cenando un platillo que la cocinera nos hizo. Al inicio yo no quería probarlo si quiera. Pero con la insistencia de Katia y al verla comer tan deliciosamente se me fue antojando y empecé a comer para devorarlo y terminar pidiendo más.
Katia comenzó a decir sus ocurrencias que le caracterizaban y rápidamente fue rompiendo el hielo que no se había podido romper cuando llegué. Ahora podía disfrutar de su carisma y protección que me habían hecho enamorar de ella.
Hacía unas muecas con la comida y se ponía los cubiertos en la cara para interpretar a unos maestros o actores de la series. Después comenzó a hablar de temas de la escuela como materias, compañeros, tareas, eventos del pasado, todo con el afán de entretenerme y hacerme olvidar el mal rato que me mortificaba.
Con éxito lo logró, logré olvidar mis problemas para en su lugar pensar en lo muy feliz que estaba en ese momento.
Terminamos de cenar porque su mamá interrumpió la diversión, aún parecía algo molesta conmigo aunque solo me dijera cosas amables.
—Bien niñas es hora de dormir.—Apenas y me miró.—Ya te han preparado la habitación de huéspedes, puedes quedarte ahí, te sentirás cómoda.—Seguía muy sería.—Katia llévala por favor.



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En el texto hay: #lgtb, #drama, #tragedia

Editado: 20.04.2025

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