—¡Es hora de levantarse!—Gritaba una voz mientras tocaba la puerta.—Tienes dos minutos para estar lista.
Parecía que el sueño me había logrado vencer y me la había pasado soñando con los recuerdos en casa de Katia. Pero había amanecido y poco a poco volví en si para afrontar mi nuevo día en aquel lugar.
Me levanté un poco agitada, por los sueños pero también por el fuerte ruido que hacía la persona que tocaba la puerta. ¿Estar lista?, ¿Qué significaba? Lo único que tenía que hacer era cambiarme de ropa. Me apresuré a tomar lo mejor que pude y me cambié.
Abrí la puerta y me encontré con una mujer diferente a la de la noche anterior.
—Hola niña, me llamo Regina y estaré contigo este día mientras iniciamos el trámite.
Era una mujer con algo de sobrepeso, cabello corto, rostro moreno y con facciones de ser autoritaria y enojona.
—Buenos días.—Respondí lo más amable que pude.—Me llamo...
—Se quien eres niña, ya me he leído el reporte que dejó mi compañera ayer.—Empezó a caminar señalándome que la siguiera.—Además hoy en la mañana llamaron del ministerio, una mujer que conocemos bastante bien aquí y nos pidió que te acogiéramos, dijo que ella sería tu representante legal por así decirlo. Así que debes valorar que vienes bien recomendada.
Sabia que se refería a la policía que me ayudó la noche anterior. En verdad cumplió su palabra.
—Los horarios aquí son simples.—Continuo hablando muy rápido.—Tenemos reglas también muy simples. Si este será tu hogar tienes que acatarlas y todo estará bien.—Caminaba y hablaba muy rápido, no me dejaba disfrutar de nada.—El tour será después, ahora nos dirigimos a la oficina para que nos des tus datos y podamos realizar tu registro. Después veremos lo de tu ropa y las presentaciones por aquí.
El lugar se veía muy diferente de día. Pude ver a varias chicas corriendo a lo lejos. Parecían divertirse mientras se hechaban agua. Aunque se tuvieron que detener porque una señora vestida de maestra las regañó.
Un poco más cerca de donde caminaba había otro grupo. Estaba formado por unas niñas como de 5 a 8 años y todas estaban muy atentas a lo que otra maestra les explicaba en un mural cerca de un salón.
Acercándonos a la oficina pude ver más policías que la noche anterior. Todas eran mujeres y parecían tener poca actividad. Estaban cerca de la puerta principal platicando. Otras más permanecían dentro de un cuarto que imaginé que era su punto de reunión.
Caminando por todos los pasillos podía ver mucha más actividad. Señoras con trajes de maestras se paseaban de un lado a otro con mucha prisa.
En ese momento no pude apreciar nada más aparte de un sol muy brillante que pintaba el piso de amarillo. Porque llegamos a la oficina donde me llevaban.
—Esta es la niña por la que hablaron en la mañana del ministerio.—Decía con ese mismo tono prepotente y autoritario con el que me habló la primera vez.—Que se quede contigo y en un momento regreso para llevármela.
—Ok, llenaré su documentación.—Respondía una señorita muy simpática que parecía ser la secretaria.
—Hola señorita me llamo Alicia y te tomaré unos datos para llenar tu registro.—Ella me habló mucho más amable.—Es un poco complejo pero es necesario. Me encargaré de preguntas básicas como tu origen, edad, etc. Luego irás con la médico para que te valoren, te hagan un diagnóstico y un chequeo general. También se encargaran de revisar que no tengas algún tipo de golpe o lesión. Tendrás que ir con la psicóloga para evaluar tus estados emocionales y como te encuentras para tu edad.—No dejó de mirarme mientras me daba las instrucciones.—Luego con la abogada para conocer tu situación y porque estás aquí.—Me miró muy relajada.—Lo sé, suena un día complicado con muchas citas pero se te pasará rápido el tiempo. Por la tarde estarás lista y podremos continuar con tu registro.
—Muy bien, ¿Qué tengo que hacer?
No sabía que más decir ante tantos datos que me iban a solicitar. Efectivamente parecía un día con demasiadas citas pero no tenía nada más por hacer.
Toda la mañana había sido muy pesada. Me hicieron muchas preguntas, me revisaron por completo todo el cuerpo. Sentí mucha pena pues nadie me había visto completamente desnuda además de Katia. Pero aquí parecía ser muy normal en las revisiones. La doctora que me atendió fue muy respetuosa y aunque sus preguntas eran muy íntimas lo hizo con mucho profesionalismo.
Después fue el turno de la psicóloga, aquí si entré en confianza al instante y me solté en llanto cuando me preguntó ¿Cómo te sientes? Esa simple pregunta me removió todo lo que tenía cargando por dentro. No sabía que responder, me sentía triste, con rabia, insegura, tenía tanto miedo, mi corazón estaba roto, confundida por mi vida. Pero ¿Con cuál de todas esas emociones empezar?
La psicóloga no se sorprendió al verme llorar, me hizo entender que en su profesión y más en un lugar como este siempre se encontraba con casos en los que era inevitable llorar. Me consoló diciendo que ahí había chicas que pasaron por cosas fuertes como yo, que me podía sentir bien al conversar con ellas. Chicas que fueron violadas por algún familiar, golpeadas desde pequeñas por los padres, niñas que se quedaron huérfanas y que nadie quiso ver por ellas. Chicas que optaron por los malos pasos, etc. Muchas tragedias.
Yo creía que los psicólogos solo eran personas que te cobraban por enterarse de tu vida, que solo te decían lo que tú querías escuchar y en el peor de los casos te dejaban loco.
Pero al estar con ella me sentí bien, creo que hablarlo, sacar todo lo que tenía me estaba ayudando. Además las preguntas que me hacía me hacían cuestionar mis propias ideas y mis pensamientos lograban el efecto de hacerme sentir mejor. Me empecé a valorar a mi misma.