El resto del día fue aburrido, me ensañaron salones, me presentaron personas y me mostraron plan de estudios que casi no entendí.
Mi único interés era volver a ver a Julia, pero no tuve suerte. Una de las cuidadoras se había hecho cargo de mi en el resto del día y hasta las 6:00 de la noche que era la hora de ir a los dormitorios. Era mi primera vez ahí así que me puse nerviosa.
Estos se encontraban en el primer y segundo nivel de un edificio muy grande en la sección sur del instituto. Al subir las escaleras a lo lejos pude ver por fin a la cuidadora que se había ganado todo mi interés. Pero no era la forma en la que quería. Ella llevaba una chamarra y una bolsa de color vino, deduje que ya se iba y eso me puso triste.
Si algo había aprendido en este tiempo es a ser decidida y aprovechar cualquier oportunidad. Así que corrí bajando las escaleras sin que la cuidadora de los dormitorios me viera hacerlo.
Casi no había personas en el patio así que pude aprovechar a correr con todas mis fuerzas para alcanzarla.
Después de un gran esfuerzo llegué con ella aunque me había notado desde que me vió correr y se detuvo.
—¿Qué pasa chiquilla?—Usaba el tono dulce está vez.—¿Cuál es la prisa?
—Solo quería agradecer sus consejos de la tarde, me ayudaron mucho a instalarme aquí.
—Entiendo, bueno siempre podrás contar conmigo.—Agarró mi frente con la palma de su mano derecha.—Tienes que ser fuerte y echarle ganas en todo.
—Así lo haré pero hubo algo que no entendí.—Traté de hacerme la noble para elegir mis palabras.—¿A qué se refería con lo de la bienvenida que dijo?
Ella me miró como enternecida y con un poco de gracia por mi pregunta. Pero me tenía que arriesgar, tenía que saber si había oportunidad. Además ante su sonrisa la hice pensar en su respuesta un momento.
—Pues a qué todo el mundo necesita una bienvenida cuando llega a un lugar.—Dijo muy coqueta.—¿Nadie te hizo una?
La conversación fue muy rara, nos comunicamos más a través de señas, miradas y sensaciones que palabras. Su mirada me decía que podía haber un gusto por mi y la mía era obvia que sentía era atracción por ella.
—No, nadie me hizo una y ya que usted me la sugirió debería dármela.—Creo que me volví muy atrevida en este tiempo. Le mostré una mirada pícara y una risa coqueta cuando se lo dije.
—Ok, acompáñame entonces.
No sabía qué pasaba realmente, esas frases en doble sentido tal vez habían funcionado y ahora caminaba junto a la mujer más hermosa e interesante que había conocido.
Me invitó a acelerar el paso pues sería raro que la vieran después de su turno laboral en el instituto. Aunque si nos vieran seguramente diría que yo le pedí algo y me quiso ayudar. Y por supuesto yo apoyaría esa versión.
Caminamos por todo el patio hasta llegar a un aula muy pequeña. Era similar a la habitación donde me había quedado la noche anterior. Era de un solo piso y con un par de habitaciones. Estaba pegada a unas jardineras con plantas muy grandes que hacían algo de sombra.
Sacó unas llaves de su elegante bolsa y abrió muy rápido.
—Muy bien chiquilla.—Me hizo la invitación con la mano.—Adelante, puedes pasar.
Me puse nerviosa un momento pero ya no podía dudar así que entré y me puse a un lado de la puerta que abría hacía adentro. La vi que se quedó un momento afuera para estar segura que nadie nos había visto entrar, cuando se cercioró, entró rápidamente pero sin perder el estilo e inmediatamente cerró la puerta. Después me observó con esa mirada coqueta que me encantaba.
La siguiente escena rebasó los límites de mi imaginación por completo. Ni en mis sueños más eróticos o pensamientos acelerados me hubiera imagino lo que pasó.
Al cerrar la puerta la oscuridad se adueñaba de la habitación, ella encendió un foco de luz amarilla que alumbraba muy poco pero que era suficiente para mirarnos.
Ambas queríamos lo mismo pero nuestras posturas eran diferentes. Yo estaba ahí, parada con mi pose nerviosa, mis piernas temblaban un poco aunque traté de mantenerme firme. Ella estaba mucho más confiada, sacó toda la experiencia que tenía para quitarme los nervios de encima y hacerme disfrutar.
—Ven mi niña.—Me tomó de las manos.—Vamos a empezar a relajarte.—Me sentó en la cama para luego quitarme la blusa que llevaba dejándome solo en sostén. Después acarició mi frente y empezó darme caricias por todo mi espalda y hombros.—Acuéstate y relájate.—Abrió un poco las piernas para subirse en mi y con sus manos empezó a tocar todo mi cuerpo.
La excitación que me provocaba era mucha. Tenía tantas ganas de besarla pero no quise arruinar su forma de llevar las cosas, simplemente me dejé guiar.
Después de calentar mi pecho con sus caricias empezó a besarme los hombros, el cuello, mi abdomen y poco a poco subió a mis senos.
Mi cuerpo se relajó como nunca lo había hecho y después de todo lo vivido en verdad lo necesitaba. Estaba ahí, acostada en una cama ajena, sin ropa, con mis piernas abiertas mientras mis ojos miraban arriba parpadeando a largos lapsos cuando el placer era muy elevado. Mi piel se sentía muy caliente, tanto que ya empezaba a sudar. Mi parte íntima se sentía muy complacida liberando líquido mientras ella la tocaba con sus dedos y su lengua. Repitió eso una y otra vez hasta que decidió subirse en mí para entregarnos completamente. Con sus manos agarró fuerte mis piernas lo cual me excitó aún más esa acción y por dentro pensaba ¿Qué más sigue, qué más me hará sentir?
Me concentré tanto en disfrutar lo que hacía que no pensé en hacerle algo a ella para que también disfrutara. Lo único que podía hacer era besarla intensamente pues a cada instante me daban ganas de hacerlo, devorarla cono boca.
Llegado a ese punto ella comenzó a quitarse su ropa. Pude ver sus senos al descubierto, era hermosos y debajo una cintura tan delgada con un abdomen plano que invitaba a acariciarlo y tomarlo.
Sus piernas las subió a mi centro después de quitarse su pantalón. Hizo unos giros que la fricción nos hizo sentir a ambas placer. Después cayó sobre mi cuerpo para besarnos aún más.
La noche fue una de las mejores experiencias en mi vida. Desde que entramos a la habitación habían pasado 8 horas mágicas para mi aunque en algunos intervalos me hubiera quedado dormida. Después de haber hecho el amor con ella, solo conversamos de cosas sin importancia hasta que me ganó el sueño y me dormí. Estoy segura que ella se quedó despierta más tiempo que yo. Aún dormida podía sentir su mano acariciando mi cabello, mirándome y cuidándome. Una sensación que hacía tiempo necesitaba sentir. Quedarme ahí a su lado fue tan cálido, tan tierno y placentero que deseaba que ese momento no desapareciera jamás.
En la madrugada y aún dormida, inconscientemente me arrimaba a ella para sentirme lo más cerca que pudiera. Pegaba mi espalda a su pecho para poder sentir su piel y sus brazos rodearan mi cintura. Fue muy complaciente aunque no se si era molesto tenerme así de cerca, ella nunca lo evitó, al contrario cumplía mi capricho.
Casi toda la noche fue así, dormía en pequeños intervalos para despertar y verificar que ella estuviera aún ahí y en qué posición estaba. Creo que también ayudó el instinto que desarrollé durmiendo en las calles para tener el sueño ligero. Después de varias ocasiones en las que me quedaba tranquila al verla hubo un lapso que verdaderamente me perdí, creo que al comprobar su protección mi cuerpo pudo descansar.