Mi corazón latía desbocado y la desesperación aumentaba mis sollozos pues el terror se hacía de mí sin dar tregua.
Buscaba removerme para zafarme de las múltiples correas, diseñadas para impedir que me escapara, pero cada intento resultaba de la misma manera, vano. El hilo luz que se colaba por debajo de la puerta, era lo único que me amparaba de ser engullida en su totalidad por las sombras. Sabía que ellos no tardarían en venir...
¿Por qué no se dan cuenta de que cada vez que el sol se oculta, una infinidad entidades visitan mi lecho?
Estar bajo esa multitud de ojos vacíos, antinaturales, carentes de vida, nutria y avivaba mi irreflexivo deseo de escapar. Cada uno de ellos me trasfería su dolor, me contagiaban con su odio, su tristeza, su abandono, y por lo mismo, clamaban ayuda... Al final todos quieren la misma cosa: salvación.
Para una niña de seis años esas situaciones son difícil de comprender, porque a esa edad se está convencida de aquello como un hecho verídico, y como tal asusta, debido a que la lógica me decía que aquellas personas no debían estar en mi habitación, no tenían manera de haber entrado sin usar la puerta. Era inconcebible y casi diabólico que ellos solo aparezcan allí, limitándose a observarme entre las sombras, esperando esa ayuda, que nunca llegaría, no sabía cómo hacerlo.
Desconsolada lloraba, gritando el nombre de mi madre, pidiendo su ayuda... quería salir de allí, quería volver a casa, quería librarme de todas esas apariciones demoniacas que alimentaban mi tormento.
Deseaba fervientemente que alguien acudiera a salvarme...
Pero el héroe nunca llegó…
16. 01. 2017
Despierto con la claridad sutil del día pronunciándose sobre mi rostro, arrugo los párpados y dejo escapar un prolongado bostezo. Mientras, me abruman vestigios de recuerdos. Tenía esa sensación de que se me había olvidado algo, parecía que no podía recordar un asunto importante. A veces me pasa, no recuerdo lo que sueño, o puedo recordar sólo fragmentos de este, aunque, todo desaparece en simples segundos. Supongo que las imágenes son almacenadas en lo más profundo de mi subconsciente, donde no tengo acceso.
No lo sé, pero es un poco desesperante la ignorancia...
…
Parpadeo y me quedo observando como la gran mansión se pierde en la lejanía, a medida que el auto avanza. Siento como la presión que me ocasiona los límites de la propiedad atenúa y de pronto puedo respirar con más libertad — claro, aún era afectada por la densa atmósfera que atestaba el ambiente del pueblo, la cual, era pesada, pero soportable —. Permanezco con la mirada en el camino que dejábamos atrás, incluso hasta que la gran edificación fue arropada por la espesura de los árboles en las colinas. Había algo magnético allí, que atraía mi atención...
Todavía me afectaba todas las cosas extrañas que sucedieron...
Sin poder evitarlo empuño mis manos y tenso la quijada. Debo dejar de pensar en eso, tengo que olvidarlo. Todo había sido producto de mi enfermedad, no era real, no hay forma de que lo fuera. Todo está en mi mente defectuosa, la cual me hace ver cosas que no son reales. Suelto un respingo y me centro en lo que debe ser importante: mi primer día de escuela... a decir verdad, no me entusiasmaba mucho la idea. No es por nada malo, sino que ya sé cómo será todo, por lo que me daba lo mismo. En cierta parte me alivia, realmente mi última escuela no fue muy grata que digamos, y comenzar una nueva tal vez sea una oportunidad de no ser un objeto de burla, pero, no puedo evitar sentirme apática al respecto.
Las edificaciones clásicas características del pueblo comenzaron a resurgir, cuando menos me lo espero, dejando entrever la modesta plaza, la cual conservaba su diseño original — o eso le había escuchado decir a mi padre —. Miré las escasas personas que transitaban en real calma. Era tan diferente a la ciudad. Pude ver como se disponían a seguir sus tranquilas rutinas y, hasta se veían amables, al parecer todos se conocían. Miré con asombro el centro del pueblo, ¡sí que era pequeño!
Cuando supe que nos mudábamos aquí, busqué información en internet, y esta zona es completamente rural, las casas fueron edificadas en enormes propiedades que, al pasar el tiempo, fueron fraccionadas en lotes y vendidas. Estas tierras son muy fértiles, de manera que el pueblo subsiste por la agricultura y el turismo.
De reojo, alcanzo a ver mi hermana. Está como siempre, cuidando cada detalle de su aspecto, adaptando el uniforme a su estilo fabuloso, como si en vez de la escuela fuera a un desfile en Milán. Su cabello miel se jactaba de un alisado perfecto, su rostro de porcelana relucía un maquillaje impecable, acentuado sus ojos pardos y facciones faciales finas, sin embargo, su belleza era externa, su corazón era de sólido y frío como un tempano de hielo. Con despreocupación la chica que ocupaba el asiento del copiloto se esforzaba en retocar el labial rosa, enfocándose en la única existencia que parecía importarle: ella misma.
Niego con la cabeza.
No puedo evitar evaluar las enormes diferencias que nos individualizaban, aunque nos uniera la misma especie, la misma sangre, ella y yo éramos tan opuestas como lo es el agua del aceite. De hecho, desde que llegamos tuve la dicha de no topármela ni en los pasillos — supongo que había un lado bueno de mudarnos a una casa tan grande —. Por suerte ella había escogido un cuarto que daba al ala oeste de la mansión, es decir, muy lejos de la mía. Eso también ayuda.
En un parpadeo mi mirada se detiene en Alma quien se mantenía frente al volante...
Las cosas con Alma no habían mejorado, pero tampoco empeorado. Después de todo lo que había pasado en la casa, en lo menos posible busqué abandonar mi habitación. Gracias al cielo mi cuerpo pareció asimilar el medicamento, por lo que no percibí nada raro, ayudándome a sobrellevar mi domingo en relativa tranquilidad... Aunque la droga no mermaba la pesadez del aire, el cual era difícil procesar por mis pulmones.
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Editado: 13.05.2022