Todo se normalizó en un parpadeo.
La parálisis de la que era cautiva se desvaneció tan rápido como apareció y, pude abrir la boca para tomar un gran bocado de aire, parece que hasta ese momento consigo saciar mi falta de aliento. Siguiendo mis instintos, llevo mi mano al pecho — el cual subía y bajaba frenético —, aún trataba de asimilar lo que había pasado. Cuando intento explicar lo sucedido, una mano se posa en mi hombro, mi presión sube y baja provocando una respuesta estrepitosa y tosca, donde involuntariamente di un fuerte salto hacia atrás soltando manotazos al aire para quitarme a quien fuera de encima...
Más tarde me arrepentí de esa reacción.
Abro los ojos en cuanto me abraza el valor, y siento como la vergüenza se apodera de mí, pues me doy cuenta de que se trata de nada más y nada menos que la mismísima directora de la escuela — di gracias a Dios por no haber sentido que golpeé algo —. Ella me dedicó una mirada de confusión, pero antes de que dijera algo me le adelanto y me disculpo agachando la cabeza de la vergüenza.
— Lo siento, yo... me asusté — Tartamudeo con los nervios aun de punta.
— Oh, no se preocupe jovencita — respondió un poco sorprendida —. Me temo que debo preguntarle ¿por qué vaga por los pasillos? — inquirió ajustando sus gafas en una pose altiva y señorial.
— Ah, esté, yo... mi nombre es... Daniela Fisher, y yo...
¡Me atacaron los nervios y no pude hablar con fluidez!
— Por supuesto — Interrumpió —, vienes de la Capital, hablé con tu padre por teléfono — comentó —. Pero creí haberle dado las indicaciones de cómo sería su primer día, señorita Fisher.
— Sí, él me explicó, solo que no sé cómo llegar a la seccional — me excuso.
— De verdad? — Cuestionó poco convencida —. Me parece que quedarse parada en frente a la vitrina tampoco iba a servir de mucho en su búsqueda ¿cierto? — Reprende, con una sonrisa amigable —. Esta institución tiene reglamentos muy estrictos, un estudiante no puede caminar por los pasillos en horas de clase y, somos rígidos con la puntualidad — aclaró. Bajo la cabeza cuan perro regañado —. Pero, la dejaré pasar porque es su primer día.
Asiento con timidez.
Mientras avanzábamos por el pasillo trato de concentrarme en el sonido de sus tacones de punta, para no tener ideas raras, logrando así que ella tuviera una buena segunda impresión y, además, borrar esa horrible imagen de mi mente. Tenía que conseguir un ancla que me afirmara en el mundo real.
— ¿Deseas estar en esa vitrina? — preguntó, sacándome de mis pensamientos.
Levanto la vista y alcanzo a ver su silueta gruesa y tocada por la edad, mientras caminaba pasos delante de mí.
— Sí, me gustaría — me limito a decir.
— Si se esfuerza podrá conseguirlo señorita Fisher —. Luego de una pausa, continúa cambiando de tema — La seccional se encuentra junto a la dirección, ya falta poco — notificó.
Asiento a todo lo que dice.
Seguimos caminando y luego cruzamos hacia la derecha, ese pasillo se extiende a lo largo de una plaza con verdes prados. Allí, vi un lugar perfecto para leer. Sobre una colina, muy apartada de la plaza, un hermoso un sauce llorón echaba raíces y se expandía para dar brisa fresca y sombra. Me pierdo de inmediato en ese hermoso rincón; gustosa, me baño en la brisa fresca que contagia esa armonía y tranquilidad.
No supe cuánto tiempo estuve absorta, lo demás parecía perder importancia… entonces a mi mente llegó un destello, una sonrisa, y unos brazos rodeando por la espalda mi cuerpo con ternura.
— Srta. Fisher. — La voz de la directora me sacó de mis pensamientos —. Es la puerta de al lado — señaló. Asentí, un poco agitada y avergonzada. Por suerte no noto como flotaba en mis ensoñaciones —. Pase por mi oficina cuando salga, le daré un pase de entrada para que el profesor no le haga una mala observación por la demora.
Asiento en respuesta, pues era lo único que podía hacer, no me salían las palabras. ¿En qué rayos estaba pensando? ¿qué significaban esas imágenes? No reniego de ella pues, me hicieron sentir bien y feliz, pero «¿qué demonios me pasa? Estoy más distraída que de costumbre, tanto que yo misma lo acepto» pensé.
Una vez que entro a la oficina de seccional busco mi horario siguiendo las indicaciones de la directora, para mi mala suerte, la jefa de seccional no estaba y tuvo que atenderme la secretaria, una mujer joven — no podría decir que amable, porque realmente odiaba su trabajo y a cualquiera que se le acercara. Además, tampoco podía decir que me atendió… Pues me vi en la obligación de hacerlo sola —. Preferí no prestarle atención a su mala cara y pésimo trato, el tiempo no jugaba a mi favor. Ante mi requerimiento, la mujer no hace amago en abandonar el juego de su celular, sólo se digna a darme una tosca indicación para adquirirlo por mis propios medios.
Una vez lista guardo la hoja en mi morral y me dispongo a buscar el pase de entrada en la oficina de la directora. Cuando miro la hora en mi teléfono y tenía veinte minutos de retraso. Muy preocupada, rogué al tiempo a que fuera más lento, jamás había llegado tarde. Por eso busco correr para perder el menos tiempo posible.
Ingreso a la oficina de la dirección y vi a la secretaria apilando unos papeles, iba de salida por lo que noté.
— Bu... buenos días — articulo con dificultad.
La mujer se da la vuelta y me dedica una sonrisa.
— La directora me dijo que viniera — explico, sin más.
— Entonces, pasa querida.
Toqué antes de entrar, siguiendo la más básica educación y paso en cuanto lo aprueba la mujer.
— Buenos días, directora — saludo cordialmente por lo bajo mientras ingreso a su oficina.
— ¡Oh!, Srta. Fisher, adelante, aquí está su pase.
La señora me extiende una hoja cuadrada de color amarillo, suponía yo que era el pase que me permitiría acceder a clase con cierta impunidad.
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Editado: 13.05.2022