18.01.2017
— ¡Despierta Daniela!, ¿Dani? ¡Despierta!
— No, no... — gimoteo sin cesar, sumida en el tormento de una pesadilla.
— ¡Daniela! — escucho a lo lejos.
— ¡Aaahh! ¡No aléjense de mí! — grito al fin, abriendo los ojos, incorporándome aún alterada.
La luz de la mañana había reclamado el nuevo día. Me sentí aliviada de haber logrado escapar de ese espantoso sueño airosa. Antes de que pudiera componerme, me di cuenta de que no estaba sola, Alma sentada a mi lado y al verme despertar un poco acongojada tomó mi mano mostrando su preocupación...
— Cariño ¿estás bien? — Quiso saber con un hilillo de voz.
Aún estaba nerviosa, temblaba sin cesar y me era difícil articular palabra. Por otro lado, ella buscaba sostenerme de la mano, como si temiera que me desvaneciera ante sus ojos. Quería mentirle, y decir que todo estaba bien, sin embargo, mi cuerpo respondía de forma tardía, a causa de la agonía onírica de aquel sueño, que, aunque me era imposible de recordar, mi cuerpo seguía afectado por todas esas sensaciones. El pavor me recorría entera, estremeciéndome hasta los huesos, tan fresco que inundaba con crueldad cada parte de mi ser...
Cuando me di cuenta, volví en mí. Me tomé mi tiempo para respirar, frotar mi rostro con la palma de mis manos para orientarme, peiné mi cabello alborotado hacia atrás con mis dedos, para quitarlo de mi cara. Pensé y me ubiqué en espacio, tiempo, y en el instante que pude organizar mis ideas, di respuesta a mi interlocutora.
— Solo fue una pesadilla... — Murmuro, más para mí que para ella.
Ella me mira consternada, e impotente, buscando ahondar a profundidad con su oscura mirada, haciendo que mis ojos huyan a fines de escudarse de manera infantil. No había mucho que explicar, por eso me libro de su agarre con sutileza y le doy la espalda sentándome al otro extremo de la cama. Allí intento examinar mis últimos recuerdos y lo último de lo que puedo acordarme es el incidente en la habitación sellada… y esa voz que salió de la nada… volví a estremecerme en mi lugar con solo pensar en eso…
En cuanto a la pesadilla, por más que trato recordar a esos demonios que me asecharon en sueños, no puedo.
Al bajar la mirada, unas extrañas marcas en mis brazos llaman mi atención. Con preocupación las examino parecían cicatrices de zarpazos. Palpo aquellas líneas sobresalientes de piel regenerada y miles de preguntas me asaltaron, ¿de dónde habían salido? ¿Qué significaban?
Mi mente traicionó su voto de silencio, y antes de que profiriera otro cuestionamiento, me mostró la imagen de una demacrada mujer con enormes garras aferrándose de mí. Me asusté tanto por ver su grotesca faz y esas enormes garras, la carne de mi brazo al rojo vivo, miles de ojos sin vida siendo testigos de tal atrocidad… que de un brinco bajé de la cama.
Estando de pie me estremezco al ser sobrecogida por un fuerte escalofrió, y allí me doy cuenta de que los zarpazos simplemente desaparecieron de mi piel, como si nunca hubiesen estado.
— ¿Segura de que estás bien? — inquiere, no muy convencida a mis espaldas.
No reparo a su pregunta y voy en busca de mis pastillas. ¡Mis alucinaciones nunca eran tan vívidas!
Sí. Di por hecho que todo era producto de mi mente, era más fácil pensar que todo había sido producto de una interpretación herrada de mi percepción visual que otra cosa, además, al parecer sólo yo había visto esas marcas, por lo tanto, mi testimonio no es muy fiable.
Con prisa me encierro en el baño y me evoco en tragar tres comprimidos. Si duplicar la dosis no hace efecto, triplicarla sin duda me ayudaría al menos hasta que pueda contactarla para pedirle algo más fuerte. Rompo en llanto al cabo de unos minutos cuando alcanzo a verme en el espejo, la desesperación y el agotamiento demacraban mi rostro. Le doy la espalda a ese cruel reflejo.
No quiero pensar en nada, y prefiero no cuestionar la sabia decisión de mi mente de bloquear esos recuerdos... Aunque, solo quisiera que aquel tormento no hubiese dejado tanta huella en mi cuerpo.
Sin hacerse esperar, Alma toca mi puerta, minutos después de mi voluntario confinamiento en el baño, realmente mi actitud es muy cuestionable. No la culpo...
— ¿Cariño? puedo ayudar, sólo abre la puerta — pide, su voz sonaba preocupada.
— No gracias — dije al fin, ocultando mis sollozos —. Yo bajo en seguida.
De ninguna manera podía permitir que ella me viera así.
— Está bien dulzura, pero si necesitas algo yo...
—Te llamo, lo sé, te lo agradezco — dije acercándome a la puerta, sin ánimos de abrirla.
— Ok — desistió al fin.
Una vez que se marchó puse a llenar la tina con agua tibia. Me entretengo un instante mirando como el agua afluye del grifo dorado al fondo de ésta, permanezco unos segundos así con la mente en blanco hasta que se desata mi caja de pandora personal, liberando todos esos inexplicables sucesos asaltan mi estado de sosiego.
Doy un respingo.
No lo quería aceptar, pero la duda comenzaba a ganarme partido...
Me despego de la tina y me enfrento al espejo una vez más. Desenredo la maraña en la que está convertida mi cabello con el cepillo, pensando en que debo iniciar mi día con buen pie.
«Si, piensa en eso». Rogó mi fuero interno.
Pero siento como me desmorono. Las lágrimas emergen de nuevo sin cesar, mis piernas parecen inútiles para sostenerme, y de un momento a otro caigo de rodillas al suelo.
— Solo quiero ser normal... — musito entrecortada por los sollozos.
Los recuerdos de la noche anterior parecen reproducirse entre el fluctuante hilo de pensamientos... Algo hay en esta casa... o, ya no tengo posible salvación... Ante la idea me encojo lo más posible, y el miedo se hace de mí.
Pierdo la noción del tiempo y el agua comienza a desbordarse en medio de mi crisis. Me obligo a levantarme para cerrar el grifo, en el camino me doy palabras de aliento para ser más fuerte que la situación. Pero, es tan difícil ser fuerte pues en cualquier momento todo te supera... ¿cómo puedo luchar ante esto?
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Editado: 13.05.2022