Malditium Gem

PSICOFONIA

PSICOFONÍA 

 

Ellos están malditos...

 

No era la primera vez que escuchaba tal afirmación, que por muy absurda que parezca, pierdo mi tiempo pensando en ello que está mal por muchos motivos. Las maldiciones y embrujos sólo son posibles en el campo de las supersticiones, y aun así... Todo lo que he sufrido en esta casa, en las calles, en la biblioteca, hasta en la propia escuela llueven sobre a cántaros… Yo no creo en supersticiones, prefiero pensar en razones científicas… sin embargo, a estas alturas… ya no se en que creer…  

 

Por otro lado, no puedo evitar intrigarme sobre lo sucedido con las dos personas que estaban investigando antes de mí... Elisa... ella dijo que dos personas antes de mí acudieron a la biblioteca para investigar sobre los Brouchard, y no creo que se refiriera al dúo detectivesco que interpretó ella con la señorita Morgan.  

 

Suelto un respingo y busco inconscientemente mi teléfono en el bolsillo de mi falda de cuadros negra. Enseguida suelto resoplido molesto pues me doy cuenta de que obviamente no lo traigo. No tenía teléfono desde esa noche, y por ende no tenía conexión a wifi, para menos, mi laptop estaba muerta... definitivamente estaba incomunicada.

 

Me pongo de pie y me centro.

 

Debo basarme en la investigación de Elisa y Agatha si quiero llegar a algo concluyente, o siquiera para saber de qué punto partir. Debo encontrar a Agatha, seguramente ella podría darme un indicio o lo que sea sobre lo que pasó. Tal vez hablarme sobre la presión que infringió la familia de Alma sobre sus columnas en el periódico local…

 

 — Hola, buen día — digo con timidez. Elli voltea muy atenta hasta que me mira, sus facciones se endurecen… algo me dice que me recuerda.

 

— Si es por algo de esa familia… — comienza a decir a modo de advertencia.

 

— No te quitaré mucho tiempo — suplico, como se ruega al santo por tus íntimos deseos —. Por favor. Temo por mi familia, puede que estén en peligro y yo… no sé qué sería de mí si llego a perderlos.

 

Elli respira profundo, dubitativa. Pero luego de meditarlo accede con mas ganas de deshacerse de mí que de ayudarme. Cierra la entrada con llave y me invita a sentarme con ella en una mesa ubicada al fondo, pero que nos daba clara visión de las enormes mamparas que conformaban la fachada de la biblioteca.

 

— A ver. — Poniéndose a la defensiva, se cruzó de brazos.

 

— ¿Qué fue lo que pasó en verdad con Agatha? — pregunté, manteniéndome firme.

 

— Después de que mi hermana… pereciera… — Estas palabras no fueron mas que agujas saliendo de su boca, podía imaginar su dolor —. Agatha enfureció. Los culpaba a ellos, comenzó a escribir en sus columnas de la conspiración de los Brouchard y todo lo que giraba entorno a ellos. Muchas veces se rumoraba que empezó a recibir visitas de la familia paterna de la sobreviviente, según ella le ofrecieron dinero para que parara, profesando que los miembros de la familia fallecida, merecía respeto y descanso…

 

La miré con atención mientras hablaba, me limité a decir algo, pero me percaté de que no era un tema de conversación que le agradara mucho.

 

» A los pocos días de que la mansión fue abandonada, Agatha vino aquí. Me quiso pedir ayuda invocando la justicia que mi hermana merecía…— con frustración Elli golpeó la mesa indignada —.  Yo me negué…  nada que pudiéramos hacer, traería a Elisa de vuelta… — Su mirada cabizbaja y sus expresiones se suavizaron por el luto — Al final, nunca supe que se proponía probar. Unos días después me enteré de que fue internada en un centro de rehabilitación. Muchos dicen que se atrevió a entrar a esa casa y vio algo que no debió ver…

 

Los vellos de mi cuerpo se erizaron. Elli también estaba asustada.

 

— ¿Qué pudo haber visto? — indago para mis adentros.

 

— Eso es todo lo que sé de esa loca mujer — zanjó, poniéndose de pie y dando por finalizado la conversación agregó —, y por favor, mantente alejada, no quiero que me involucres, ya suficiente el daño que me han hecho.

 

Elli tenía miedo, pero no descartaba a los posibles responsables… aún así se mantenía al margen, pues conocía a lo que se enfrentaba.  

 

Camino por el pueblo, un poco absorta por las revelaciones de Elli, no puedo evitar sentir como la amenaza se incrementa en un gran peso sobre mis hombros. Minutos después voy a un pequeño establecimiento, un Cyber.

 

Las computadoras eran del tiempo de los dinosaurios, pero creo que de algo servirán. Ya haciendo uso del ordenador busco por el nombre de Agatha Morgan, relacionado con el pueblo y el caso Brouchard para filtrar — lo que era de mi actual interés:  saber dónde la tienen recluida —, con real eficiencia el buscador me ofrece una imagen de la mujer en aquel entonces más joven. Una aria con profundo ojos avellanos y cabello cobrizo. Se encontraba en una extensión psiquiátrica del único Centro Médico que había en el pueblo. Busco su dirección o donde sea que pueda encontrarlo y no estaba muy lejos. Llegaría en 20 minutos en el transporte público. Miro la hora en el reloj análogo exhibido en la pared y tenía tiempo de sobra si me daba prisa.

 

Luego de apuntar todo lo relevante en mi cuaderno, sin pensarlo mucho me apresuré al paradero más cercano. Luego de consultar a los choferes sobre cual micro tomar, subí y miré el paisaje a mi alrededor durante el camino, con un susto en el corazón. Pero no era una sensación nueva, sólo esperaba que valiera el riesgo…

 

 

— No es horario de visita — bramó la recepcionista de mala gana. Maldije por no considerarlo antes de venir —. Lo siento.

 

Sin embargo no me daría por vencida, no tan fácil.

 

— ¡Vine de muy lejos para ver a mi tía Agatha! — expuse con lágrimas falsas —. Por favor se lo imploro.




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