CADENCIA
21. 01. 2017
"No permitiré que te le acerques..."
Aquellas palabras aún revoloteaban con suma claridad en mi mente, y por alguna razón, esa voz me era imposible de olvidar. Es difícil de explicar... pero esa voz que provenía de mi mente era tan sólida… como si una persona hubiese estado a mi lado esa noche y que, de un momento a otro, simplemente se esfumó. Aunque, me atrevo a confesar que me asusta mucho más eso, que la idea de que el medicamento no esté haciendo su efecto...
«Demonios...» remuerdo para mis adentros.
Me deshago de esos pensamientos extraños. Por el momento no quiero pensar en nada...
Suspiro.
Pero ¿cómo me lo saco de la cabeza? ¡Estoy muy confundida, no sé ya en qué creer, pareció tan real! ¡Después de eso no pude juntar los ojos en toda la noche!
Afortunadamente, no volví a escuchar nada más fuera de lo normal...
«Todo está en mi mente, puedo controlarlo». Rezo internamente. «¿Puedes?» Me cuestiono poco después, encogiéndome cada vez más. Mientras permanecía sentada en el borde de la cama. Un escalofrío me recorre sin piedad como si de una respuesta se tratara. Por un segundo, puedo jurar que alguien me observa fijamente a mis espaldas.
No me atrevo a voltear, prefiero salir de mi cuarto cuanto antes.
Se supone que debía continuar con mi investigación, había más cosas en ese diario que aún quedaba por desentrañar, pero son tantas cosas que hoy quiero descansar y fingir ser una chica normal. Admito que me desanimó que Agatha no pueda ayudarme más, sobre todo haberle infringido tanto daño…
— ¿Dani? — escucho a mis espaldas. Era Alma. Me tenso sin poder evitarlo.
Descansar de todo también implicaba evitarla a ella.
En los últimos días no habíamos hecho más que pelear, y al final yo era la malvada que hacía su voluntad, desafiando a la amable madrastra preocupada, su mirada llena de compasión generaba en mí culpa y rabia. Ya no tengo remedio, y esa mujer frente a mí lo sabía, no obstante, se negaba a darse por vencida…
¿¡Qué quieres de mí!? Gritó desde mis adentros.
No sería fácil izar la bandera blanca de paz esta vez.
— Buenos días, Alma. — Me dije —. Si vienes por el desayuno, no tengo apetito, saldré a dar una vuelta por ahí.
Ella me mira consternada con esos ojos profusamente negros.
Oh no... «¡el desayuno no es lo que la trajo aquí!» advierte mi fuero interno.
— Entiendo, no te forzaré — suscitó Alma retraída —. Sólo te buscaba para conversar… en los últimos días han estado las cosas un poco tensas…
— He ido a la biblioteca después de clases, no hay de qué preocuparse. Descuida, no me lo tomé personal — zanjo con voz queda.
— Ya veo… pero si me preocupa — sobreponiéndose, la madrastra se acerca más a mí —. Tu padre está en un viaje de trabajo… si algo les pasa… ¿Cómo voy a responderle? No contestas las llamadas, no avisas… — Suspira —. Yo siempre seré permisiva. Sé que no soy tu madre, pero ten un poco de consideración.
Sus palabras tuvieron sentido para mí. Y pese a todo, me sentí responsable. La mujer reflejaba temor y angustia, buscaba bien como expresarse, y logró su cometido… era tan molesto reconocer que tenía razón… De ninguna manera podía llamar su atención, eso me delataría.
— Perdón, mi teléfono se perdió, mi laptop se estropeó — digo en un susurro, sin más nada que agregar.
— Debiste decirme sweetie… perdón por reaccionar de mala forma — susurró ella suplicante.
Luego de las respectivas disculpas, se afirmó un silencio tan pesado e incómodo que, podía sentir como su mirada clavándose en mí, haciéndome sentir en tela de juicio.
Tenso la quijada.
Su evidente perspicacia me dejó desarmada, esa mujer con sólo una mirada afloraba mis nervios… tenía que salir rápido de sus garras de lo contrario...
— Necesito un poco de aire — notifico desviando la mirada —. Iré a dar una vuelta, tal vez vaya a la playa…
— Lo siento nena, pero por ahora será mejor si me quedo cerca de ti — impuso la mujer frente a mí —. Hablé con tu padre, y quiso tomar estas acciones. Fuera de tu cuarto debemos estar juntas. Así limamos asperezas y mejoramos la comunicación... todo hasta que él vuelva y platique contigo.
Me castigó…
Se ausenta… no existo para él… y me castiga por retrasarme unas horas …
No puedo evitar mirarla con recelo, ella por otro lado se mantiene dócil y afable. Disimuladamente aferro mis manos a la tela de mi camiseta holgada, y con ansiedad mis pies se remueven levemente. Debo pensar en algo rápido. Quiero salir de esta casa usando cualquier excusa, pero no puedo manifestar mis motivos, eso no contribuiría para nada en mi favor.
¿Cómo puedo hacerle entender que debo irme sin quedar en evidencia? No, no quiero estar con ella y definitivamente no quiero quedarme encerrada en mi cuarto... ¿Qué puedo hacer?
— ¿Por qué no me dejas ir? — pregunto.
— Cariño, tu reprochable comportamiento, hace que tu padre tome estas acciones para recordarte que no estás sola, si cambias de planes, debemos saberlo; si quieres ir a algún lugar, consultarlo… sé lo difícil que es esta edad, por eso los padres deben hacerse notar cuando el comportamiento del joven se desvía… hablé con un psicólogo y mientras se busca adelantar una cita con él, te mantendré cerca de mí — explicó. Una punzada cinceló mi pecho, tras sus palabras. «¿¡Quién se cree que es!?» gritó mi fuero interno —. Así que, por hoy será mejor y más seguro que te quedes, así podré cuidarte.
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Editado: 13.05.2022