Malditium Gem

LETANIA

Cuando me vuelvo para ver el cuerpo de Sam inmóvil en el suelo, saboreo la amargura de la culpa, mi estómago se contrae y lo que hay en su interior busca salir. Llevo mi mano a la boca, con deseos evitarlo busco sostener de alguna forma mi abdomen para reprimir esa acida y desagradable sustancia, que pelea por salir. Todo trascurre en cámara lenta, los auxiliares dando aviso al momento que cumplen con el protocolo en esos casos. Mientras otros, examinan el cuerpo inerte y desvaído de mi único amigo.

Y todo es mi culpa, no debí haberlo involucrado. Aunque arrepentirse no es de utilidad a estas alturas. Sin esperarlo alguien me pasa a llevar del hombro, poco después me doy cuenta que se trata de Pilar, quien echa un mar de lágrimas se abre paso para llegar a donde está, no sabría explicar quién es él para ella, pero lo que sí sé es que se trata de alguien muy importante.

Una mano, que sale de la nada me gira. Me encuentro con la mirada de Alma llena de preocupación, sus labios se mueven con insistencia, no escucho nada lo que dice, incluso me zarandea para hacerme despertar y sacarme del aturdimiento, pero no lo logra. A lo lejos me encuentro con la mirada inexpresiva del pelirrojo, su seriedad me congela la sangre.

Dos auxiliares domésticos se me acercaron por los lados, cada uno me llevó de un brazo, seguramente les mandaron a alejarme de la conmoción, no me resisto. A este punto no soy más que una muñeca de trapo sin voluntad, encerrada en la oscura celda de la culpa y el arrepentimiento. Manteniendo en mente, que, si algo malo llega a pasarle a Sam a raíz de esto, nunca me lo iba a perdonar.

Los dos hombres, me dejaron recostada en mis aposentos. Allí me mantuve mirando al techo mientras una infinidad de lágrimas escapaban de mis ojos. Es tu culpa, me decía, todo lo que sucedía era mi responsabilidad, pues no tuve la fuerza para evitar la situación en la que como consecuencia se vio en riesgo la vida de mi querido Samuel.

No supe más de mí en cuanto cerré mis ojos.

20.03.17

Mis pies congelados van trayendo mi conciencia de vuelta. Tengo mucho frío, por ello me hago bolita enrollándome en las sabanas y el enorme cobertor. En ese lapso, entre dormida y despierta, recuerdo como el cuerpo de Sam caía seco contra el suelo. Despierto de golpe y me incorporo con el corazón en la garganta. Horrorizada me flagelo psicológicamente por quedarme a dormir cuando mi amigo estaba… estaba…

Con desespero, me apresuro a levantarme para buscarlo, sin embargo, unas manos me retienen y en cuanto reconozco a la persona que busca retenerme me quedo impávida en mi lugar. Apenas había claridad, pues el sol aun no salía por completo. Su rostro denotaba, preocupación y algo de aflicción, visibles ojeras me indicaron que pasó en vela toda la noche. Temí lo peor, por lo que mis ojos hinchados volvieron a juntar más lágrimas. 

— Tu amigo Samuel está en su casa, fuera de peligro — se adelantó, temiendo que cayera en crisis —. Todo está bien, tranquila, al parecer sólo fue un desmayo.

— ¿Un desmayo? — cuestioné sin poder creerlo. Ella asiente.

Por un lado, me alivió que no tuvo daños graves después de que… ni siquiera se explicar lo sucedido. Suelto un respingo y me abrazo a mí misma para darme consuelo. ¿Cómo pude llegar a este punto? Los que me rodean siempre salen perjudicados soy una amenaza, recrimina mi mente.

— Cariño, quiero saber si estás bien — inquirió mi madrastra manteniéndose compasiva —. Últimamente te notamos muy afectada. Sé que es difícil todo por lo que estás pasando, pero sería más fácil ayudarte si compartes esa carga con nosotros.

No quería involucrar a nadie más y la verdad no confiaba en ella. El mal sabor de la frustración me abraza sin dar tregua, la desgracia me perseguía a donde quiera que voy y daña a los que más quiero ¿Por qué? Me pregunto para mis adentros, empuñando mis manos. Me armo de valor y me pongo de pie, lentamente me dedico a divisar mi entorno. Aunque no pueda verlo, puedo sentirlo, está aquí. No me interesa su remordimiento ni su pesar, no dejaré que me arrebate a los que quiero, pensé con fiereza. Tenía seguridad que podría escuchar mis pensamientos de la misma forma en la que yo aprendí a identificar sus emociones, ya no tenía miedo. Y aunque claramente no iba a responder, quedaba advertido.

Tenía que aceptar esta dualidad que me dividía en dos: una parte de mí se relaciona con la realidad, la cotidianidad, como cualquier persona, y otra interactúa, en mayor o menor grado, con un mundo intangible, la otra cara de la moneda. No tenía idea de cómo lidiaría con esto, pero sabía de alguien que me ayudaría a resolver este misterio.   

Alma me pidió que me tomara el día, que incluso mi hermana había accedido pues prefería ver a Samuel y estar a su lado. No tuve otra opción que negarme, sosteniendo que no podía permitir que mis responsabilidades se vieran afectadas por nimiedades. Sam estaba bien, y eso me daba tranquilidad, pero de ninguna manera podía desviarme de mi camino y en el proceso permitir que haya otra víctima.  

— Te prometo que te mantendré informada — le mentí, pues solo le informaría lo que me conviniera —. Soy fuerte, puedo con esto — Alma me dedicó una mirada afligida, pero asintió. Yo le sonrío lo más que me daba el ánimo y agrego otra mentira —. Quisiera pedirte permiso para visitar a Sam después de clase. Puedo ir por mi cuenta, así que no te preocupes. Caminar me ayuda a pensar.

Le aseguré a la mujer que la mantendría informada de todo momento. Ella no se mostró muy convencida al principio, pero accedió. Con rapidez tomo un baño y me alisto para ir a clases. Tenía que buscar al profesor, con él de mi lado podría resolver este asunto que ahora me devanan los sesos, tenía tanta prisa que apenas mordisqueé la tostada que me ofrecieron de desayuno.

En el camino no pude evitar pensar en lo sucedido a noche, todo lo que dijo mientras tuvo la villanía de ocultarse tras el rostro de mi mejor amigo, no había manera de odiarlo más de lo que ya lo hacía. Y aunque en el fondo estaba confundida, por cosas que no me molestaré ni en considerar, estaba decidida en que la única forma de salvarnos es salir de esa casa, dejando lo acontecido únicamente como un mal sueño.




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