— Daniela.
Claramente escucho y entro en pánico al reconocer la voz. Permanezco paralizada con cada uno de mis músculos se tensos, ya no puedo respirar con normalidad pues no dejo de pensar que se dará cuenta de que puedo escucharlo, mi labio inferior no deja de temblar, cálmate, me digo, todo está bien… sólo sigue fingiendo que duermes.
— Pero ¿Cómo pasó? — con la voz desgarrada.
Afectada por el pánico mi corazón late tan fuerte que puedo sentir como impacta mi pecho con cada palpito, mi garganta se cierra dejándome sin aire, ¿Cuánto más soportaré esto? Me era imposible abrir los ojos, pero un par de lágrimas se me escaparon helándome las mejillas. Sus emociones de alteración, preocupación y culpa se mezclaban con las mías, empeorando mi situación. Mantenerme en calma e inmóvil ante su presencia fue lo más difícil que he hecho, además de conseguir no alterarme en el momento que percibí como un lado de la cama se hundió por el peso pues esa entidad se sentó a mi lado muy afligido por mi estado, sujetó mi mano con acongojo, siendo su tacto gélido y mortecino. Posterior a esto un frío abrazador se arremolinó a mis costados, luego sentí como la mitad de mi rostro y mejilla se vio afectada por la misma sensación. Nerviosa solo pensaba en despertar para que esa pesadilla abrumadora llegara a su fin.
Mi corazón fallo, como si cayera de un precipicio, en cuanto sentí la presencia de otro ente.
— ¿Vez como no puedes protegerla? — Su risa resonó por todo el lugar poniéndome la carne de gallina.
Recordé esa voz gutural que aunaba muchas voces, las cuales resonaban en ecos por toda la habitación, estremeciendo cada fibra de mi cuerpo pues tenía una imagen de esa cosa, su silueta deforme que carecía de humanidad, profusos ojos oscuros, y un rostro demoniaco. Ya basta, rogaba mi fuero interno. Cada uno de mis músculos se tensaban, de forma dolorosa mi pecho se cerró. Era una sensación sofocante.
— ¿Esto es obra tuya? — inquirió el muchacho a mi lado, fúrico.
La ira lo invadía y poco a poco me lo transmitía. No era nada agradable.
Los dos hablaban ignorando el hecho de que podía escucharlo todo, a ese punto pensé en lo que pasaría si se daban cuenta de lo que podía hacer. Aterrada traté de refugiarme en ese estado de inconciencia confiando en que oportunamente despertaría y se trataría de un mal sueño. Pero no sería así de sencillo.
— Estás débil, ¿Cuánto podrás soportar? ¿crees que vas a protegerla de mí por toda la eternidad? — se burló.
¿Protegerme? ¿De qué hablan estos dos?
La oscuridad se volvió más densa a mi alrededor, por un momento no supe si tenía los ojos abiertos o cerrados, Mikele desapareció de mi lado, pero el frio que ocasionaba su presencia se propagó a cada rincón de mi cuerpo. Todo era silencio, ¿Acaso terminó? ¿Se marcharon? Me pregunté esperanzada.
Por un momento pude a arrugar los ojos. Me incorporo confiada en que era hora de despertar y que todo había terminado… Esa esperanza vaga fue pisoteada al ver a un grupo enorme de personas entorno a la cama, eran como sombras con forma humana, no podía distinguir sus rostros, pero pude sentir su sufrimiento, su dolor, su ira y desesperación. Estos clamaban ayuda, pedían que acabara con el dolor que padecían en su miserable existencia, tortura que la muerte no subsanó.
Inundada por el pánico desvío la mirada entonces vi como Mikele luchaba por soltarse de la horca. No podía creer lo que veía y por ello me hice una bolita teniendo en cuenta que mi cuerpo desfallecería en cualquier momento.
–— Despierta Daniela, ¡despierta! —imploro con voz trémula —. Vamos, abre los ojos. ¡Ábrelos!
— ¡Sálvanos! — clamaban unos.
— ¡Haz que pare, haz que pare el dolor! — gritaban otros.
Unas manos buscaron sujetarme, querían llevarme con ellos. Luché y pataleé y grité hasta que sentí mi garganta arder por el desgarre, llorando sin remedio.
— ¡No! — Removerme para que me suelten es inútil pues se aferran a mí con más fiereza —. ¡No, déjenme ir! ¡Aaah! ¡No!
Luego de tanto luchar, consigo zafarme de sus manos prisioneras y sin perder un instante los evado como puedo llego a la puerta y la cierro tras de mí. Agitada, respiro a un ritmo acelerado, con las piernas temblorosas me afirmo de la puerta deseando con esto que esas cosas no logren salir y así no puedan perseguirme. Tiemblo como una gelatina sin poder evitarlo, mis piernas se hacen torpes y no me puedo mantener de pie por mucho tiempo, entonces caigo de rodillas. Un frio vacío abraza mi estómago, ese es el miedo a perder la vida, cuando todo tu ser se encuentra en constante tensión ante un peligro que amenaza tu integridad, no sabía que sería de mí por ello sólo me quedaba hacerme despertar cierro los ojos con fuerza, creyendo que para cuando pudiera abrirlos todo volvería a la normalidad.
— ¡Vamos despierta! — grité.
Abro los ojos de golpe y me levanto sobresaltada. Con decepción aún seguía atrapada en ese mundo. La puerta detrás de mí se tambaleó, como si con fuerza quisieran echarla abajo, atemorizada me alejo y miro como esas cosas forcejeaban para atraparme. «Corre» escucho en mi mente. Y siendo muy obediente me levanto y corro con todas mis fuerzas.
Luego de haberme alejado lo suficiente, me afirmo de la pared y a efectos del miedo me encojo en mi lugar, temblando como un pobre cachorro asustado. Con desesperación buscó abrazarme a mí misma. Las lágrimas recorren mis mejillas, sin contenerme, me permito sacar ese dolor que guardo en lo más profundo de mi alma rota.
No sabría explicar cuanto tiempo permanecí en el suelo llena de desconcierto y temor, pero luego de mentalizarme y conseguir calmarme me puse de pie para buscar un lugar seguro, fue en ese segundo en el que una persona que salió de la nada me impactó con su hombro. Era una mujer, caminaba rápido, siguió como si no hubiese notado mi presencia, mejor así. «No viste nada, date la vuelta y sigue tu camino» me gritó eso que llaman sentido común. Pero en cuanto me di la vuelta ella estaba ahí. Mi corazón no lo soportó y se contrajo del susto.
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Editado: 13.05.2022