Malditium Gem

EGOÍSMO

26.03.21

La luz del día comienza a colarse entre las cortinas. Huyo de su alcance y me hago una bolita entre las sabanas, sintiendo que apenas cerré los ojos hace un segundo, por lo que me niego rotundamente a despertar por dos razones, uno: es domingo y dos: mi noche no fue la mejor.

Suelto un respingo malhumorado al darme cuenta que es imposible retomar el sueño, no obstante, permanezco en mi lugar, oculta, “protegida” por la gruesa capa de las sabanas. Como siempre, la asistente Sarah toca a mi puerta para notificarme que ya había amanecido… «Gracias por la información» pienso, huraña. No me molesto en recibirla, pero si respondo desde mi confortable escondite con la esperanza de que se quedara el menor tiempo posible.

— Ajá.

— Y, señorita Daniela — agrega, tratando de ocultar su nerviosismo —. La señora Brouchard pregunta si desayunará con ellos.

— No — niego. Lo menos que quería era ver a esa horrible mujer.

— De acuerdo, le traeré su desayuno en breve, con su permiso.

Si era sincera conmigo, no me atreví a darle la cara a Sarah porque muy en el fondo me sentía mezquina y miserable, por cómo terminé tratando a la pobre ese día. Carecía de fuerza para asumir mis errores y disculparme, después de todo un “Lo siento” no borraría el mal momento que le hice pasar. Y no es solamente a ella, sino a todas las personas que me frecuentan. Sería mejor para todos si opongo un abismo entre ellos y yo.

Después de todo lo que pasó, Sam no contesta mis mensajes y creo saber la razón; del profesor, tampoco he sabido nada. Tengo la esperanza de poder verlo en la escuela y agradecerle por haber estado ahí para mí, aunque también planeaba decirle que me alejaré para no causarle más problemas. Por otro lado, mi padre no ha venido a verme; por lo que supe surgió una emergencia de trabajo y tuvo que viajar. Suelto un suspiro cargado con la melancolía que inundaba mi pecho. Desde que limamos asperezas y volvimos a ser padre e hija ya casi ni podemos vernos.

Me encojo lo más que puedo y pienso firmemente que cuando lo vea le contaré todo de Alma, de hecho, es lo único que puedo hacer. Desde que vi su real cara, he optado por evitarla. Con lo que sé se me hace difícil actuar como si no pasara nada, la desprecio, sobre todo por su hipocresía y falsedad, incluyendo su evidente capacidad para manipular todo a su antojo. Aún tengo dudas de cómo supo lo de Agatha… y me tiembla el pulso con sólo imaginar que está al tanto de que he estado investigando sobre su familia. Definitivamente era una mujer en demasía peligrosa. Me estremezco en mi lugar pensando en que en sus manos puede que corramos peligro ¿Y si terminaba enloqueciendo como sus predecesores? Me aterra la sola idea, ya que, estando sola de nuevo, no soy rival para ella.

Luego de que Sarah regresara con mi desayuno y desapareciera al cerrar la puerta de mi habitación, salí de mi guarida para ver lo que había traído para mí. Los panqueques se veían deliciosos, con esa cobertura perfecta de miel, con topping de frutos secos y cortes de fresa. La taza de café con leche se me antojaba cremosa, humeaba tentando a mi nariz con dulces aromas a nuez confitada, no tardé en responder a tantos estímulos, aunque, bastó el primer bocado para que el desagradable sabor rancio me obligara a correr al baño a vomitar. Con el estómago hecho un nudo, contraído en dimensiones imposibles, más el ardor en todo el tracto digestivo, hacía arcadas tratando de seguir expulsando lo que no tenía. Las lágrimas se acumularon en mis ojos y de un momento a otro me ahogué un grito.

Después de un tiempo mis fuerzas se minimizaron y permanecí abrazada al inodoro, sintiendo como mi espíritu era absorbido por el desagüe. En cuanto pude ponerme de pie me sostuve del mesón del lavamanos para no recaer, allí estaba yo con el rostro empapado, los ojos enrojecidos y afectados por la hinchazón.

Era una vista desagradable. 

Abro la llave y busco lavar mi rostro y enjuagar mi boca para quitar el ácido sabor que atestaba mi paladar. En cuanto me pongo derecha para enfrentar una vez más al espejo, mi pobre corazón se sacude con mucha fuerza al verlo en el reflejo a mis espaldas. Por unos segundos que parecen eternos nuestras miradas se conectan, la suya es más bien compasiva y triste, mientras que la mía parece desorbitada y llena de horror.

Mis latidos se tornar tortuosos y muy pesados, de un segundo a otro ya no puedo respirar…

Parpadeo.

Todo vuelve a la normalidad en un cerrar y abrir de ojos. Con la respiración acelerada trato de asimilar lo que acaba de pasar, pero sin pensarlo mucho salgo del cuarto de baño y posterior a esto de mi habitación. Decidida a no dedicar ningún pensamiento a lo que acababa de pasar. Caminé por los pasillos evadiendo a los auxiliares domésticos hasta que llegué a la puerta principal y por fin pude salir de la casa. Poco importaba que anduviera en pijama y descalza, mi cerebro se declaraba en huelga y como tal se retiraba de la realidad enfocándose únicamente en mandar las ordenes necesarias para continuar alejándome de esa maldita mansión.

Mientras más me alejaba más lágrimas recorrían mis mejillas, hasta que mis piernas simplemente dejaron de funcionar y caí como peso muerto contra el césped. «¿Por qué me hiciste esto mamá?» Pensé, sintiendo como la amargura se esparcía en mi interior.

¿Qué podía hacer? Tengo miedo, y sé que no puedo hacerlo, ni siquiera sé qué hacer para empezar, ¿qué le hizo pensar a mi madre que yo podría con esto?

Ahora era consciente de que negar la existencia de algo simplemente no lo hace desaparecer. Y si todo es verdad, lo quiera o no, hay una posibilidad de que pueda conectar con personas fallecidas, por eso ellos me buscan. Si supieran que no hay nada que pueda hacer por ellos. Quisiera tener el valor para decírselo.

Para dejar de pensar me doy vuelta quedando boca arriba y me concentro en mi entorno. El cielo azul deseaba imponerse entre las rezagadas nubes grises, dejando que breves halos de luz fueran filtrados por las frondosas copas de los árboles para luego acariciar el pasto bañado en rocío. Me quedo embelesada mirado las gotas atrapadas entre las diminutas hojitas alargadas y puntiagudas... A lo lejos el invernadero que perteneció a la abuela de Alma toma forma para mí. Nunca tuve la oportunidad de entrar y pienso que sería buena idea distraerme con las grandes variedades de plantas que habitaban allí.




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