Malditium Gem

TREGUA

 

— Entiendo que estás en esa etapa de rebeldía — remordía haciendo duros esfuerzos de mantener la compostura, sin embargo, sus ojos ardían en furia —. Pero todos tenemos un límite.

— No tienes ningún derecho — dejo en claro, ocultando todo el temor que me generaba.

De una bofetada desvió mi rostro. El peso del golpe dejó mi mejilla palpitando y ardiendo mientras que un sutil sabor metálico se esparció por mi paladar. No podía creer lo que había hecho, todo mi cuerpo comenzó a temblar. Pude ver a mi hermana estremecerse a nuestras espaldas, con ojos llorosos y labios trémulos. Ella se abrazaba a si misma aterrorizada. Por otro lado, estaban los auxiliares, quienes permanecían ajenos a la situación, cada quien en lo suyo, no sé porque seguía esperando una intervención. 

— Te perdí toda la confianza — sentenció con severidad —. Tu padre y yo acordamos que mereces un castigo ejemplar por tus faltas. Y te aclaro, qué como esposa de Robert, tengo todo el derecho en cuanto respecta a tu seguridad.

Un nudo se hizo en mi garganta y sin poder contenerme mis ojos se aguaron en lágrimas, al considerar la sarta de mentiras que le habrá dicho a mi padre para que consintiera esto. Empuño mis manos para contenerme, pero, no sé por qué debía hacerlo. Esta vez, Alma se sentía amenazada, su explosiva reacción era prueba de ello, sea lo que sea que pueda descubrir está afuera y a eso le teme.

— ¡Estás castigada! — Rugió la colérica mujer, mientras se encaminaba hacia el buró para tomar algo. Mi teléfono —. Tu teléfono está decomisado, y tienes prohibido ir a cualquier lado sin supervisión. El chofer te esperará minutos antes de la salida de clases, la cual será rigurosamente monitoreada por él, pasará por ti y te traerá a casa. Nada de salir de tu habitación; nada de contacto con ese delincuente amiguito tuyo… ¡hasta que aprendas cuál es tu lugar en esta casa!  Si no, deberás atenerte a las consecuencias y te lo advierto, no volveré a ser indulgente ¿está claro?

Me estremecí en mi lugar.

«¿Cómo puede tratarte de esa forma?» aquel pensamiento ajeno se coló en mi mente, seguido de esto sentí una ira tenaz, violenta y vibrante, que no era mía. Un evidente calor se juntó en mis mejillas, ardía por dentro. ¿Qué es esto?

«Detente» dije en mi mente y de forma involuntaria.

«Odio verte llorar», otra vez volvía a escuchar esa voz en mi mente.  En shock me paralicé, de pronto tuve la sensación de que había alguien más, asediándonos. Por un momento algo llamó la atención de ambas, Alma frunció el ceño y mis ojos se abrieron con terror... ¿Esto es real?

— Fuera — aquel murmullo dejó de ser un vago pensamiento para manifestarse en el campo de la realidad.

Pero al parecer sólo yo pude escucharlo.

«No me importa que no puedan oírme, no voy a quedarme de brazos cruzados», volví a escuchar.

 «Basta» rogué. Como si temiera que algo malo pudiera pasar.

Las luces se encendieron de repente y comenzaron a parpadear. Toda la carne se me puso de gallina. Algo cambió en el semblante de Alma, pues también pareció notarlo y por ello se abstuvo de decir algo más, dio a Sarah estrictas instrucciones de no quitarme la vista de encima y luego de esto se marchó tras un fuerte portazo, llevándose a Pilar consigo.  

Incapaz de mover un solo musculo permanecí con la mirada en las luces intermitentes, hasta que, luego de que esa mujer se marchara volvieron a la normalidad. Con temor, y con algo de inseguridad me acerco a la cabecera de la cama y abrazo mis rodillas. «No fue nada, sólo una falla eléctrica, es común en casas antiguas» me intento convencer.

Sarah, respiró profundo y como una estatua viviente salió para cumplir su guardia al otro lado de la puerta. Por un momento cerré mis ojos y reconsideré, que diría mi madre si me viera ahora. Seguramente estaría decepcionada, soy un verdadero desastre. Seco mi rostro con el dorso de mis manos y trato de calmarme. El aire de mis pulmones se entrecorta por los sollozos, trato de respirar profundo, pero eventualmente me cuesta respirar con normalidad.

Una vez sola, lloré con libertad, pues la impotencia y la frustración se hacía de mí. Como si fuera poco, mi madrastra me había condenado a ser prisionera, ahora estaría vigilada por todos en la casa, por lo que el tiempo que tenía para continuar investigando sería nulo. Y con mi padre en mi contra, se cerraba toda posibilidad de salir de aquí. Aun no podía sacar de mi cabeza la imagen de Pilar atemorizada, recuerdo que en el momento en que dejé el instituto ella me vio, y por lo que sé Alma no tenía ni idea de donde estuve toda la tarde, Pilar no me delató aun sabiendo cuando me marché, no hizo nada para retenerme, sólo se hizo de la vista gorda. Eso me hizo sentir responsable de las consecuencias que tuvo que afrontar. Por lo visto, estaba tan acorralada como yo por esa mujer.

Su pesada mirada me atravesó agitando mi corazón de momento. Mikele me observaba desde la distancia, absteniéndose de decir algo, contagiándome su pesar, tristeza y fuertes deseos de hacer algo para remediar mi pesar. Pude ver con claridad sus deseos pues esta conexión que había entre los dos dejaba su corazón como un libro abierto, pero estaba segura que parte de su tristeza radicaba en mi repudio contra los suyos.

— Déjame sola, por favor — imploro, con la voz hecha un delgado hilillo.

Su presencia se desvaneció posterior a esto, dejándome en soledad.

 

28.03.17

Con la clase terminada recogí mis cosas y con desgano me levanto para marcharme a algún lugar.

Mi noche se fue en un cerrar y abrir de ojos, decir que logré descansar sería una vil mentira, por fortuna, Mikele se fue sin dejar rastro. Que se mantenga alejado de mí es lo mejor, no quiero saber nada de ellos, es posible que por su culpa haya perdido a mi madre, como quisiera poder hablar de esto con mi padre. Si tan sólo él volviera pronto a casa tal vez podría intentar mediar y hacerlo ver que las cosas no son como ella se las hace ver.




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