Malditium Gem

DONES

 

Las lágrimas nublaron mi visión, y sin detenerme busco secarlas para ver mejor por donde iba, no obstante, impacté con algo antes de poder lograrlo, y en consecuencia el choque me hizo caer al suelo.

— Auh... — se quejó.

Al escucharlo abrí los ojos y me incorporé sentándome sobre mis tobillos. Aun alteraba no podía dejar de temblar, por más que lo pedía no podía calmarme. Me era difícil asimilar lo que había sucedido, no tenía control sobre mi cuerpo.

— ¿Dani? —  Suscito incrédulo — oye, estás pálida — comentó el pelirrojo mientras se incorporaba — ¿qué sucede? —  no pude responder, de mi boca solo salían gemidos entre cortados.

Confundido, buscó acercarse a mí y lentamente me ayudó a ponerme de pie. Puso mis brazos por encima de su hombro y me llevó consigo. No supe a dónde íbamos, pero tampoco podía preguntar, mi mente estaba al borde del colapso, ya no había guerra interna, sólo quedaba aceptarlo ¿Tendría la fuerza afrontarlo?

¡Qué posición más deplorable, humillante y derrotada! Matt se apiado de mí decadencia y buscó consolarme sin exigir detalles ni explicaciones. Le agradecí internamente que se abstuviera de preguntar. Luego de que con su ayuda nos encaminamos fuera de los corredores, en silencio bajamos las escaleras. Vi las ventanas y la noche había devorado toda la luz a su paso.

Cuando me di cuenta íbamos rumbo a la cocina. Allí, me sentó en la barra y buscó prepararme algo de tomar.  Pasado unos minutos, logré calmarme, pero mi mente aún era un caos.

“No me dejes” eso me dijo.

Un escalofrío me recorrió con solo recordarlo...

— ¿Ya estás mejor? —  le escuché decirme.

Asentí con la cabeza.

Me acercó una taza de leche y miel caliente, con cautela, mirándome con detenimiento, buscando las respuestas que guardaba mi silencio. Seguramente la intriga y la mórbida curiosidad de mi estado lo debe estar carcomiendo ¿le habrá hablado Alma sobre mis “desestabilidades mentales”?

— Mi madre me preparaba esto cada vez que tenía una pesadilla — me contó mientras se reclinaba del mesón en mi dirección. En aras de romper el hielo.

No respondí y bajé la mirada. Tomo la taza con inseguridad y clavo la vista en el remolino creado al mezclar la leche con la miel, el cual aún era visible como un espiral pardo tiñendo el tono blanquecino de la leche. Cuidando no quemarme soplé para posteriormente darle un pequeño sorbo, luego devolví la taza a su lugar. Por más que quería agradecerle no podía decir una palabra, aun tenia los nervios de punta…

Bajo ningún motivo quito la vista de la taza. No sé si era la paranoia, pero tenía la sensación de que éramos observados. Cuando sentí que me tocaron los pies, Odié tener razón. Todo mi cuerpo se estremeció al sentir su frío tacto contra mi piel. Y no necesité bajar la vista para verlo, bastó que cerrara los ojos para divisar sus ojos vacíos clavados en mí, no era la primera vez que veía a ese chico, recuerdo que me hizo encarnar el cómo murió asfixiado.

Me lancé de espaldas en aras de alejarme de él y caí directo al suelo, aterrizando sentada fue muy doloroso. En el momento que fijo la mirada bajo el mesón, ya esa entidad no estaba...

— ¡Daniela! —  exclamó Matt, y en un abrir y cerrar de ojos estaba auxiliándome.

—  Había alguien ahí... — alcancé a decir con voz temblorosa mientras señalaba el lugar —. Había alguien ahí — repetí.

Él miró a donde le indicaba, pero obviamente no había nada.

—  Ahí no hay nada, Dani — se limitó a decir.

Claro que no había nada...

¿Un don o una maldición?

Matt me ayudó a ponerme píe, yo agache la mirada y rompí a llorar, estaba asustada, no sabía qué hacer, ¿ayudarlos? ¿mantener el equilibrio? no podía hacer eso, no sabía cómo, lo único que quería era salir corriendo. Tenía tanto miedo de lo que sea que estuviera pasándome, quería que se detuviera, si era un don, no lo quería, después de todo nadie me preguntó si lo quería y ciertamente ¡no lo quiero! Retrocedí muy nerviosa, me di la vuelta y comencé a correr...

Por suerte no me siguió.

Tal vez hablar con Miller, buscar su consejo, puede que me ayude a solucionar mi situación.

— ¡Dani! — exclamó Pilar.

Parecía agitada, y sus ojos llorosos lo decían todo, algo terrible había pasado. Todo pasó muy rápido, pero aun así sentí como el tiempo se detuvo a medida que la pobre me contaba entre sollozos de lo que se enteró. Mi pecho se fue cerrando al igual que mi garganta… entonces todo tuvo sentido… Sam…

Sin siquiera reparar en las consecuencias, Pilar me llevó a rastras, subimos al auto y condujo a toda prisa mientras me contaba lo sucedido, conteniéndose para no sucumbir en la desesperación. Al parecer una amiga en común le informó sobre el extraño rumbo que tomó el susodicho después de clases. Al escucharlo un nudo se hizo en mi estómago.

— Fue a la casa de la madre de Eva Bloom — porfió con voz rota —, supongo que debes saber de quién se trata.

Definitivamente, un extraño frío se apoderó de mi pecho helando mi corazón.




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