Malditium Gem

DÉJÀ VU

Él me producía esa inquietante sensación que gritaba haber pasado por esto antes, la familiaridad que me inspiraba su voz, sus gestos, incluso la forma en la que se dirigía a mí como si me conociera de toda la vida. En mi caso era la primera vez que interactuábamos — le digo interactuar a escucharlo petrificada en mi lugar sin emitir sonido —, por su parte me regañaba porque siempre me metía en problemas… ¿Siempre?

No era la primera vez que lo veía, pero provoca ese efecto en mí. Intento hacer amago en decir algo, pero sólo consigo abrir la boca afectada por el impacto que dejó nuestro encuentro, y no puedo evitar la marejada de pensamientos que traen recuerdos en los que él se mostró ante mí. Parpadeo y puedo ver claramente ese día en el que lo vi abrazarme a través del espejo; es imposible no recordar cuando usó mis palabras en mi contra como si estuviera recriminándome; pienso en que lastimó a mí hermana y ni hablar de lo que su familia le hizo a mi madre. Con todo eso acumulado vuelven a mí esos sentimientos ambivalentes que no traen más que confusión y avivan mis deseos de alejarme de su lado.

Bajo la mirada de inmediato y su mano sujeta la mía con firmeza, y no puedo evitar estremecerme, su simple tacto me dejaba la piel de gallina, pues su cercanía era gélida como el hielo.

No me doy cuenta — sino cuando Mikele intenta secar mis mejillas con sus manos — que no he parado de llorar, pero antes de que pueda alcanzarme retrocedo y esto es suficiente para que suelte mi mano.  

Al percatarse de mis sentimientos sus facciones se endurecieron dejando una sombría expresión cuyos ojos negros sin luz revelaban la disputa interna que iniciaba.

Duele ¿Por qué duele tanto? Me asusta… me alarma mi interior.

Llevo mi mano al pecho, es como si mi corazón se estrujara.  Con dificultad busco mantener el flujo de mi respiración, aunque a estas alturas implica un esfuerzo sobre humano. La lagrimas nublan mi visión y me veo obligada a retirar mis gafas para secar mis ojos…

— Sus ojos son negros, no lo olvides — aquellas palabras vinieron acompañadas de ciertas imágenes en las que yo parecía estar viendo a alguien desde el lugar que ocupaba en su regazo. Había mucha luz, así que lo que pude distinguir y recordar además de mis propios pensamientos fue su cálida sonrisa.

— No te alejes de mí — vuelvo a escuchar en mi mente, pero ya no se trataba de mí sino de Mikele hablando casi suplicando. De la misma forma, se instauró otro escenario donde el sujeta mis manos con fervor —, pase lo que pase, quédate a mi lado, Promételo Dani, por favor…

Siento como me invade la confusión y me frustra no responder como quiero. Mi respuesta parece estar predeterminada al retorcido libreto que impone mi inconsciente.

Y en mi mente otro recuerdo tuvo lugar:

— Siento haberte arrastrado a esto — lamentó Mikele.

— Nada que ver — respondí restándole importancia —, lamento que mis conexiones familiares sean tan raras…

El dio un paso hacia mí y acomodó uno de mis mechones detrás de mi oreja con el cuidado que se trata una pieza frágil e invaluable.

— Disfruté cada segundo a tu lado — confiesa, al instante que sus mejillas se pigmentan de carmín.

De un segundo a otro se reproduce otro evento, cuyo origen temporal parecía distar del recuerdo anterior.

— Ve Daniela, es hora de irte — insta. Pero algo me retuvo, me preocupaba dejarlo.

— ¿Y tú? — pregunté llena de angustia

  • Yo estaré a tu lado siempre — responde, brindándome confianza con esa cálida sonrisa

— Ven conmigo — supliqué.

— Estaré bien, no te preocupes por mí —. Con sutileza alza mi rostro para poder mirarme a los ojos, parecía feliz — Que lástima que no vayas a recordarme cuando despiertes…

— ¿Qué?

09.04.17

Para cuando abrí los ojos estaba en cama. De inmediato me incorporo muy desorientada, pero aquellos recuerdos permanecen frescos en mi mente y eso me confunde aún más. ¿Qué se supone que deba hacer con todo esto? Es demasiado, no puedo lidiar con algo así. Llena de frustración llevo mi mano al pecho deseando arremeter contra este corazón traicionero, el cual no deja de latir nervioso. Harta de todo, suelto una exclamación mientras tapo mi rostro con ambas manos y agito mis piernas a modo de soltar todos estos sentimientos en los que comenzaba a ahogarme.

Por desgracia desviar mi atención era imposible, pues el rostro de Mikele aparecía en cada uno de mis pensamientos, protagonizando recuerdos que no sabía que tenía y que en un momento comencé a pensar que se trataban de simples sueños. Aunque si fuera producto de mi imaginación ¿Por qué sentía un revoloteo en mi estómago? ¿Por qué mi corazón subía y bajaba en picada? Me avergonzaba sentir esto, por ello me dejé caer en la cama sin descubrirme la cara.

Todas esas imágenes revelaban que Mikele estuvo más cerca de mí de lo que hubiese creído, de hecho, jamás lo hubiese siquiera considerado. No eran más que eventos románticos de ensueño, donde unas veces se arriesgó para mantenerme a salvo y en otras me daba cobijo, con esa sonrisa y esa mirada llena de la calidez que siempre estuve buscando y, que no sabía que podía recibir de alguien. Sus manos, su voz, cada una de sus palabras era como un efervescente soneto que me hacía experimentar sensaciones que jamás creí que llegaría a sentir.




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