—Te amo— confesó la joven con rebosantes ojos de amor y ternura.
—Lo sé— respondió el muchacho sin ninguna emoción.
Ella sonrió con dulzura, sus ojos miel brillaban de una emoción contenida, su corazón se regocijaba de amor y alegría, la magia estaba incluida. Hilos invisibles comenzaban a empujarla, la instaban a que hablara, a que nuevamente se le confesara, sus labios de fresa hicieron de las suyas y como si tuvieran vida propia soltaron las más bellas palabras.
—Te amo.
El muchacho la miró, su nieve mirada la estudiaba con lentitud, la recorrían con sutileza como si quisieran confirmar la verdad en su mirada. Una sonrisa apareció en sus labios, una bella sonrisa que cualquiera no la tenía, una bella sonrisa que era la premonición para la destrucción de algo, una bella sonrisa malévola que estaba dispuesta a destrozar a quien sea que estuviera a su paso.
—¿Y eso hará que te ame?—se burló cruzado de brazos .Soltó una carcajada irónica, una mirada fría y caminó alejándose del lugar pero no sin antes acabar su magnífico plan.
— Sigues siendo tan patética, tan despreciable como las otras—soltó marchándose con tranquilidad.
¡Crack!
Se oyó desde su interior. El latiente corazón de la joven se había partido en dos.
—Te amo— susurró quedito abrazando a su machacado corazón mientras lo veía partir sin remordimiento alguno.
Las lágrimas no tardaron en salir, el llanto se avecinó y en solo un segundo un desconsolador llanto se emitió de la joven, lágrimas de dolor rodaban por su pequeño rostro, sollozos ahogados emergían de su interior, su tan ansiado amor había destrozado nuevamente su frágil corazón.
¿Cómo había caído en este maldito cliché?
Ni ella misma lo sabía.
Él era el típico chico malo que te hería de manera gratuita mientras te observaba con una hermosa sonrisa. Ella , la típica chica buena con falda larga y libros en la mano que con solo una sonrisa iluminaba tu día. Eran el cliché perfecto sacada de una novela de fantasía, esas que emocionaban a las adolescentes cuando la leían, esas que te sacaban una sonrisa por las escenas divertidas.
Eran el cliché perfecto ¿Verdad?
Aquella faceta de chico malo le salía a la perfección, pues ella había sido su práctica, el saco de boxeo para las puñaladas de sus horribles palabras que cada día le obsequiaba. Herirla se había convertido en su diversión, en su juego favorito, en su pasatiempo cuando se encontraba aburrido.
La adolorida muchacha levantó su vista y observó al cielo nocturno, que infectado de estrellas y una redondeada Luna la observaban con melancolía,, miles de oraciones no articuladas pasaban por la mente de la joven, quien con un suspiro cerró sus ojos y comenzó a andar sin rumbo fijo por distintos senderos desconocidos derramando varias gotas saladas hacia su paso pero ya no lloraba por ella misma sino por el culpable de su dolor, pues muy dentro de ella sabía que detrás de aquella máscara bien pulida se ocultaba un muchacho con el corazón destruido, hecho añicos.
Ese que odiaba a la vida, que se odiaba a sí mismo por haber existido. Ese que creía que el amor era una fantasía, una vil mentira, que la alegría era una farsa, solo un cuento de hadas, que la vida era una completa porquería, solo un infierno obligatorio por el que teníamos que pasar día a día .Ese que se perdía en el alcohol para olvidarse de su creciente dolor porque llorar no era una opción, ya se había cansado de hacerlo cuando era tan solo un niño. Ese que se despertaba gritando, bañado en sudor después de cada dolorosa pesadilla. Ese que a gritos rugía de amargo dolor, de rabia contenida, de una desdicha que lo consumía. Ese que arrodillado con la mirada hacia abajo , se arrastraba suplicando a quien sea que lo trajo a este horripilante mundo que se lo llevarán consigo pues ya no le quedaban fuerzas para librar otra batalla más , aquella despreciable vida ya no la soportaba más.
Ese era aquel muchacho que el propio destino lo había obligado a portar una cruel máscara de villano, a quien ella rodeaba con sus delgados brazos mientras él se acurrucaba como un niño desolado. La joven lo abrazaba mientras lágrimas caían de sus ojos, lloraba por él, por su alma desecha y su corazón herido, completamente destruido. El cuerpo del muchacho temblaba bajos sus brazos y eso la mataba, la aniquilaba. Odiaba a todos, al mundo, a la vida misma por el dolor que le habían provocado a su amado, cuánto habían lastimado al ser que más a amado, prefería mil veces ser la herida, no le importaba, aguantaría, lo reemplazaría sin dudarlo, no soportaba ver a su amado pasar tan solo un segundo por aquel asfixiante dolor, no podía verlo sufrir, eso la carcomía, la destrozaba por completo. Imploraba, rogaba a quien sea que la estuviera escuchando que cesara ese dolor que tanto lo estaba torturando, que tanto lo estaba aniquilando pero como siempre nadie la oyó.
Rendida, frustrada y queriendo tratar de alguna manera aliviar su pesado dolor, ser ese calor que él requería, lo abrazaba , lo apretaba más hacia ella mientras acariciaba su cabeza con suma delicadeza, dándole roces relajantes de amor, transmitiéndole todo el amor que por él sentía para después de unos minutos sentir como su amado se desenredaba de sus brazos y se marchaba dejándola sola como comúnmente lo hacía. Ella sonreía con ternura pues sabía que nuevamente su teatro había empezado como ya era habitual después de aquellos insólitos momentos.
La muchacha lo miró irse, su plan seguiría en pie, no retrocedería, estaba decidida.
Le demostraría a él que el amor existía, que la alegría no era un simple cuento de hadas , le abriría la venda hacia un mundo donde la paz reinaba y el dolor no cabía. Sería su manta en sus momentos de frío, sería su escudo en sus momentos de peligro , sería su ancla en sus intentos de suicidio pero sobre todo le daría el amor que a él se le fue negado, absolutamente todo sin pedir nada a cambio, su felicidad era su meta, su sonrisa era el combustible para su vida y esperaba soñadora que algún día él correspondiese a lo que por él sentía.