¡maldito cliché!

12. Un pelo en la sopa.

—¡Buen día, Luca! —saludo con desparpajo toda vez que hago mi entrada triunfal a la cafetería.

—Buen día, bella mía —responde Luca con un fingido acento italiano.

Al parecer está de excelente humor.

—Veo que estás muy contento el día de hoy —murmuro mientras me coloco el delantal del De´Luca.

—¿Y cómo no habría de estarlo? ¡Tenemos visitas importantes!

Me vuelvo hacia la derecha que es el mismo lugar al que se dirige su mirada y entonces puedo apreciarla en todo su esplendor: Lay está ahí del brazo de alguien que debe ser Paulo. Ambas gritamos y damos saltitos de alegría antes de correr a abrazarnos.

—¡Dios, Dios! ¡No puedo creer que estés aquí! —grito antes de volverme hacia su acompañante para darle también un abrazo de bienvenida.

—Queríamos sorprenderte —dice mi amiga y me toma de la mano para que vayamos a sentarnos.

Luca hace una señal de aprobación y nos dirigimos a una de las mesas al costado del ventanal que da a la calle, que luce especialmente esplendorosa el día de hoy, probablemente debido al hermoso sol de invierno que nos brinda un clima por demás agradable. Por un momento me he olvidado de Killen quien me mira desde detrás de la barra y a quien le dedico una sonrisa y un saludo con la mano desde la mesa.

—¡Estás radiante! —dice mi amiga como un cumplido.

—No tanto como tú… ¿Por qué no me avisaste que vendrias?

—Solo vine a hacer unos trámites, Ary, Paulo y yo vamos a casarnos…

Me quedo con la boca abierta, ¿casarse? ¿Con su calentón de otoño que sobrevive el invierno y probablemente todas las malditas estaciones de… el resto de su vida?

—Oh… —exclamo sorprendida.

—¿No te alegras por nosotros? —Lay toma la mano de su amado mientras él la mira embelesado.

No pueden hacer una pareja más hermosa, ambos destilan amor por todos los poros de su cuerpo y no puedo evitar sentir un poco de envidia. Yo no tengo nada de eso, tan solo un marido aburrido en casa y una incipiente aventura que sabe Dios si me llevará a algún lado.

—Por supuesto que me alegro, Lay, es solo que…

—¿Piensas que es muy pronto? Yo también lo pensé pero es que Paulo es…—vuelve a mirarlo y puedo notar como se derrite.

Paulo, quien por cierto es guapísimo, de 1.90 de estatura, piel bronceada por el sol y ojos castaños le susurra algo en italiano.

—È la mia migliore amica, Paulo, quella di cui ti parlo sempre —le responde ella y el chico me sonríe—. No habla ni pizca de español —aclara

—No importa —respondo centrándome de nuevo en ella. ¿Cuántos día estarás aquí?

—Un par si acaso. De hecho me gustaría pedirte que vayas a la boda, es en abril y no será un gran evento, más bien algo muy íntimo, solo los familiares más cercanos y nuestros mejores amigos.

Por cierto, la boda que siempre deseé. Detesto a Lay con todas mis fuerzas.

—Estoy muy feliz por tí, amiga —le digo de corazón.

—¿Y tú cómo estás?

—Intentando tener un hijo con Ben porque mi suegra está a punto de estirar la pata e intentando tener una aventura con el tipo que está allá —señalo a Killen quien nos saluda con la mano.

Lay se echa a reir.

—Cumpliendo objetivos, ¿no?

—Qué más da —respondo desesperanzada —. La verdad es que odio que tengas todo lo que yo siempre quise… —asiento los codos sobre la mesa y coloco la barbilla entre mis palmas. Resoplo derrotada.

—Tienes muchas cosas lindas, Ary, solo que no sabes verlas. Sé que Ben te ama desde hace muchos años pero a veces te cierras tanto que no lo sabes ver y él es tan bruto que tampoco sabe demostrarlo, prefirió fingir una boda arreglada que tomarse el tiempo para conquistarte como se debe y hablando de tiempo no lo pierdas con el “niñito” —afirma refiriéndose a Killen—, no te traerá nada bueno.

Odio a Lay y sus dotes de clarividente porque si algo es cierto es que nunca se equivoca, aunque lo de Ben… sí me parece un poco descabellado.

—Deja de fumar esa porquería, Lay o al menos déjame un poco cuando te vayas… —bromeo.

Lay ríe abiertamente y termina contagiándonos a todos.

 



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Editado: 07.09.2018

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