¡maldito cliché!

16. Nuestra historia.

Mientras voy en el tren subterráneo y éste atraviesa las estaciones, las imágenes del octavo cumpleaños de Ben no dejan de infiltrarse en mi mente.

Era la primera vez que nos invitaban y mi padre me había comprado un hermoso vestido de color blanco cuya cintura era marcada por una cinta de color rosa pálido. Recuerdo haber llorado durante todo el camino porque yo quería usar mis pequeños jeans y la camisita de cuadros que me había regalado mi madre —que solía comprarme la ropa dos tallas más grandes para que me durara— y que era lo último que me quedaba de ella, a excepción de aquella foto que aún adornaba mi mesita de noche en dónde yo estaba vestida con un conjunto marinero, sonriente a lado de mis padres y con el hermoso muelle de fondo. Las imágenes pasan a gran velocidad por mi cerebro y puedo ver a Ben halando el listón rosa de mi vestido y yo refugiándome en las rodillas de mi padre, quien me decía, con toda la dulzura de la que solo él era capaz, que el pequeño Ben tan solo quería jugar conmigo. Sonrío con tristeza porque casi había olvidado aquél cumpleaños y me recuerdo mentalmente que al volver a casa buscaré las fotos, mi padre debe haberlas guardado en algún lugar.

Al llegar a mi estación, bajo del subterráneo y mientras camino hacia el hotel, en donde Lay se está hospedando, me cruzo con Paulo, quien me saluda alegremente y sigue su camino. Me alegra mucho que mi amiga haya encontrado a su media naranja, aunque ella siempre dice que no es verdad que seamos las mitades de nada, “somos un entero, único e indivisible pero con el poder de unirnos a otro para hacer un entero mucho más grande y fuerte”. Supongo que Lay tiene razón.

Toco la puerta con el número 512 y mi amiga abre casi de inmediato. Su habitación parece haber sido revuelta por un huracán, tiene ropa desperdigada en una de las camas, y libros y algunos viejos cd´s  en la otra.

—¿Puedes creer que uno tenga que reducir su historia de vida a solo ésto? —pregunta a manera de saludo y señalando todo su desorden.

—Sí, supongo que hay que aprender a dejar algunas cosas atrás. Quizá signifique algo bueno, Lay —respondo intentando tener mente positiva.

Por supuesto que no comparto su moción, no he aprendido a “dejar ir”, lo que sea que esas malditas palabras signifiquen.

—Mira quien lo dice —responde mi amiga quien hace a un lado unas cuantas prendas para hacer lugar para sentarnos—. Soy todo oídos. Ben te dejó, ¿y…?

—Creo que fue una mala idea venir a verte.

—¿Por qué? ¿Porque te digo lo que pienso sin miramientos? ¿Eso te duele, Arah?

—¡Por supuesto que me duele! No soy la perra fría que todos piensan que soy.

—No, no eres la perra fría, amiga, te haces pasar por una, que es muy distinto —hace una pausa y luego resopla—. Escucha, Ary, te quiero muchísimo pero es hora de que dejes atrás todo el rencor que llevas años acumulando por los Johnson, quizá no son los monstruos que has creado en tu mente.

—¡¿Que?! —grito sorprendida y me pongo de pie— Tú más que nadie has sido testigo de nuestra historia.

—No, Arah, he sido testigo de lo que “tú has creado en tu mente como tu historia”, porque te aferras a ella como si fuese la última tabla en el océano. He sido yo quien te ha repetido cientos de veces que creo que Benjamin te ama.

Lay se pone de pie y saca una pequeña caja forrada con tela de color rosa y con cintilla blanca como adorno, la recuerdo muy bien, es la vieja caja en la que ambas guardamos todos los recuerdos importantes de nuestra niñez y juventud, como cartas y viejas fotografías. Lay saca un par y las tomo con manos temblorosas. Son las fotos del cumpleaños de Ben. Me quedo anonadada al verlas:

Ben está a un lado de mí y con una de sus manos sostiene la cinta de mi vestido, pero eso no es lo extraño, sino la manera en que está mirándome, lo hace con adoración, casi como si yo fuese la chica más hermosa del universo entero y se aferra a mi listón como si así me pudiese retener para siempre.

La foto escapa de mis manos y un par de lágrimas transitan despreocupadas por mis mejillas. Ben me ama, siempre me ha amado y yo… creo que también lo amo. ¿Lo peor de ésta historia? Que acabo de perderlo...


 



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En el texto hay: risas aseguradas, humor romance pasión, romance y humor

Editado: 07.09.2018

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