Lay ha puesto en mis manos nuestra caja de recuerdos antes de despedirse y ha dicho que me hará bien alejarme un tiempo para poner las cosas en orden en mi cabeza. Le he explicado de manera clara que no tengo plata para hacer frente a los gastos que implica un viaje pero ella me ha dicho que no necesito gran cosa, ahí hay un departamento en que puedo quedarme hasta un par de semanas sí quiero. Ella va a mudarse con Paulo pero el departamento lo entrega hasta el día 30 ya que es el día que vence el contrato de arrendamiento. Aún así, no tengo un ticket de avión.
Vuelvo a casa con la caja sobre mis piernas mientras busco entre los recovecos de mi mente las claves del amor que Ben siente por mí y que yo dejé pasar de largo para no aceptar que también lo quería.
La primera de ellas está en el contrato. Mi padre había cedido las recetas en un convenio que duraría hasta que cualquiera de ellos decidiera terminar el trato, por lo cual Benjamín podía terminarlo cuando así lo decidiera toda vez que mi padre ya estaba muerto y no podía hacerlo, sin embargo me pidió los cinco años para liberarlo y la condición de que me casara con él para hacerlo. Sí, quizá pudo hacer las cosas más fáciles pero aceptemoslo, no es que yo se lo haya puesto fácil, mi odio hacia su familia le complicaba las cosas. Probablemente pensó que en esos cinco años yo me enamoraría y entonces ya no habría necesidad alguna de firmar ningún divorcio. Podría jurar que jamás se le cruzó por la cabeza que apenas se diese la vuelta yo iba a pintarle unos lindos y pintorescos cuernos y yo estaba segura de que él jamás se daría la vuelta así como si nada. Agoté su paciencia y ahora debo pagar por ello.
Estoy a media cuadra de casa y noto que la camioneta de Ben está a un lado del porche, debe haber ido a recoger algunas cosas que dejó olvidadas. Corro para alcanzarlo y poder hablar con él, si es necesario rogarle que reconsideremos pero él arranca la camioneta y aunque me esfuerzo por lograr que me vea a través del retrovisor, Ben se marcha sin mirar atrás.
Eso es todo. Esta es la manera en que acaban las historias de amor que ni siquiera habían comenzado.
Entro a casa y tomo mis escasas pertenencias, no voy a quedarme ni un solo día más allí.
Después de abandonar la casa de Ben voy a la cafetería a pedirle de favor a Luca que me permita quedarme un par de días en su apartamento y mi jefe es tan bueno que responde que puedo quedarme todo el tiempo que necesite. No me gusta abusar de la generosidad de las personas pero la oferta me cae de perlas, porque así puedo juntar un poco de dinero para ir a la boda de Lay.