Cuando llego a la cafetería, Luca se acerca a mí para preguntarme como me fue y cómo estoy harta de echarme a llorar como una tonta, le digo que estoy bien pero estoy segura de que me conoce lo suficiente como para saber que estoy mintiendo. Killen toca mi hombro suavemente al pasar como para darme apoyo y les agradezco a ambos.
Sé que debo hacer algo pero no sé qué, el miedo me tiene paralizada. Temo que Ben me rechace ahora que sabe en realidad quien soy. A final de cuentas ha de pensar que no valí ni un céntimo lo que invirtieron para sacarnos adelante. Me siento una malagradecida. ¿Por qué Ben no lo dijo antes? ¿No nos hubiésemos ahorrado todo este embrollo?
Para la noche, Luca y Killen se ponen de acuerdo para llevarme a un sitio lindo a cenar, quieren ayudarme a pasar un buen momento, uno que sea lo suficientemente agradable para ahogar las recientes penas. Por la manera en que Kill me trata, deduzco que Luca le ha contado por lo que estoy pasando. Está bien, no importa, me ha ahorrado el trabajo y ya es de agradecerse.
Saliendo, después de quitarnos el uniforme, nos vemos afuera de la cafetería y caminamos a lo largo de la avenida que está llena de lindos y pintorescos restaurantes a los que acuden la mayoría de turistas. Luca toma mi mano cuando estamos frente a Spasso, el bar de moda y a donde acude gran parte de los jóvenes cuando salen del trabajo para echarse un par de tragos antes de volver a casa.
Yo no puedo beber pero mientras nos sentamos en una de esas mesitas altas que dan a la terraza, pido una piña colada sin alcohol, mientras mis compañeros de “parranda” piden un par de cervezas claras, las cuales beben como si les estuviesen a punto de ser arrebatadas.
Son las doce y me he reído como loca, Luca y Killen ya están ebrios y no paran de decir barbaridades. Han contado sus vidas por turnos y me sorprende todo lo que puedes desconocer acerca de una persona, lo que nuevamente me lleva a pensar en Ben, lo que me amarga la noche.
—¿Puedes creer que esa “zoqueta” lo dejó en medio de la carretera después de que Kill manejó su auto porque ella estaba ebria? —Luca me mira y se echa a reír exageradamente recargándose sobre mi hombro.
—Siento mucho escuchar sus tristes historias, muchachos, pero son las doce, ¿quién va a abrir la cafetería mañana? Creo que te toca a tí, Killen —lo miro fijamente y el muy tonto se echa a reír.
—Creo que será mejor que Luca te de la llave a tí porque no creo que ni él ni yo podamos con la cruda del demonio —asegura.
—Está bien, yo abriré mañana pero con la condición de que me dejen llevarlos a casa sanos y salvos.
Ambos se echan nuevamente a reír.
—¿Puedes creerlo, Kill? ¡Arah nos quiere llevar sanos y salvo a casa! ¡Ella que nunca puede mantenerse lejos del peligro!
Casi estoy a punto de dejarlos ahí por su cuenta pero creo que el embarazo ha convertido mi frío corazón en azúcar de la más pura; para dar, regalar y compartir con todos los necesitados. Pago la cuenta y los tomo del brazo. ¡Apenas si pueden mantenerse en pie!
Una vez que salimos, decido que lo mejor será tomar un taxi, caminar por la avenida, aunque es bastante seguro, del brazo de dos ebrios sería casi como intentar sortear un huracán. Mejor nos vamos a lo seguro.
Subo a Luca en la parte delantera y yo me subo en la parte trasera con Killen, quien se recarga en mi hombro, casi creo que se ha quedado dormido cuando levanta levemente su rostro aniñado para mirarme. La luz de las farolas iluminan su mirada.
—¿Te había dicho lo linda que me pareces?
—No, Kill, no lo habías hecho.
—Casi estoy seguro de que sí.
—No, te juro que no, pero está bien, vuelve a dormir.
—No puedo dormir cuando te tengo así de cerca porque mi corazón se acelera de lo mucho que me gustas.
—¿Podríamos hablar de ésto cuando estés sobrio?
Kill acaricia mi abdomen.
—Yo podría ser el padre de tu hijo si me lo permites.
¡Dios mío! ¿Es que acaso todos los hombres de la ciudad entera van a ofrecerse para ser padres de mi hijo?
—¡Esto es ridículo! —grito— ¡No sucede ni en las telenovelas guarras de la televisión abierta!
Killen se acerca peligrosamente y coloca sus dulces labios sobre los míos. La Arah de un par de semanas atrás, seguramente se habría aprovechado de la situación pero la Arah de hoy en día, no puede engañarse ni mucho menos engañarlo, sobre todo porque en verdad es un buen chico.
Me separo de él con delicadeza.
—Sería fácil para mí corresponderte, Kill, pero no justo. Te prometo que mañana hablaremos, ¿de acuerdo? Cuando estés bien. Es más te invitaré un café en el De´Luca, ¿te parece? Cuando cerremos.