Maldito orgullo

Parte l

Maldito orgullo l:
Derribando tus murallas

Está bien. Lo entendí.

Tal vez nunca fui el tipo de persona que alguien elige primero. Tal vez lo mío era estar al final de la lista, ser el plan B con buenos beneficios.
Quizá nadie me quiso nunca por completo, solo por partes. Por lo que podía ofrecer, por lo que resultaba útil.

A lo mejor mi oscuridad siempre pesó más que cualquier luz que intentara encender.
Quizá el destino nunca quiso que yo brillara, solo que arrasara con todo.
Y lo hice. Porque soy un maldito desastre.
Uno que nadie quiere contener porque termina quemando todo lo que toca.

Me rompí sola, deseando que alguien alguna vez me eligiera por voluntad, sin necesidad, sin deber.
Y cuando al fin acepté que no era suficiente, que nunca lo sería…
Él apareció.
Y me lo confirmó.

Yo nunca iba a ser una simple opción.
Porque para él… yo era un puto privilegio.

No vino a salvarme, no intentó curarme.
Solo se quedó.
Y encendió el fuego que yo misma había apagado.

Sigo siendo un caos, una tormenta.
Pero ahora soy su tormenta.
Esa que lo quiebra, que lo agota, que lo hace mierda.
Pero también esa que se le metió bajo la piel.

Y aunque lo destruya mil veces, él se levantaría mil más… solo para volver a arrastrarse hasta mí.

Porque la única maldita decisión que tomamos fue seguir eligiéndonos.
Incluso si eso significa que este amor termine por devorarnos a los dos.




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