Maldito orgullo

5. El trato de acabó

A cada paso que doy mi cabeza da vueltas, pero me siento tan feliz y relajada que eso no logra molestarme, he perdido de vista a Gunther y los demás, pero al menos Donato sigue a mi lado mientras vamos a la salida del club.

—Donato.

—Vamos Caeli, te llevaré a casa.

—¡Pero no me quiero ir aún!

El me ignora y seguimos tratando de pasar entre la masa de gente sudada y calurosa que no nos dejan pasar ¡Joder! En la base solo necesitaba decir que abran paso para que todos lo hicieran.

BASTIAN

Llegó al estacionamiento del club donde Caeli vendría, no me siento bien de confesar esto, pero la verdad es que había visto el mensaje donde decía el lugar y la hora, ya era algo tarde y no me sentía cómodo de que alguien más trajera a Caeli y sumándole eso el que ella estuviera tomando, la hace más vulnerable.

Salgo del auto y me dirijo rápido a la salida del lugar cuando miro al famoso amigo de Caeli —Donato— la lleva sostenida a su hombro y parece que se paso de alcohol. Me planto frente a ellos, Caeli mira al suelo y divaga ella sola, mientras el amigo rápidamente frunce el ceño y pone mala cara.

—Yo me ocuparé de ella.

Se la quitó de las manos, se tambalea y decido cargarla en brazos. Por fin sube la mirada hasta encontrar la mía y me sonríe, eso me hace sentir mejor de alguna forma extraña.

—¿Bastian?

—Soy yo, vine por ti. Vamos a casa.

Su cabeza descansa en mi hombro y se encoge más contra mí, camino hasta el carro y hubiera deseado que fuera más largo, pero me toma menos de dos minutos llegar a él y dejo a Caeli en el asiento del copiloto, le abrochó el cinturón y recuesto su asiento para que vaya mejor. Rodeo el auto y me subo.

En todo el camino solo logro hacerme un trillón de preguntas, y empieza a preocuparme su estado. Va con los ojos abiertos, pero más perdida que nada, sus labios se mueven, pero ninguna palabra sale por ellos y en ocasiones se ríe de sí misma, supongo.

Ella insiste en bajar del auto por si sola, pero se cae solo abrir la puerta, la tomo en brazos y la llevó adentro de la casa. Patalea para que la baje porque ella quiere caminar "sola" ella en verdad me estaba jodiendo.

—Yo puedo sola, subiré paso por paso.

—A este paso, subirás hasta mañana. Déjame ayudarte.

La vuelvo a cargar y subo hasta la habitación donde la dejo en la cama pero se cae al tratar de alcanzar algo, ahí decido que su comportamiento es extraño, pero extraño malo.

—Caeli mírame —tomo su barbilla y sus ojos están idos— ¿Que tomaste?

—Bastian, tengo calor.

Ella se quita la blusa y un ataque de histeria toca mi puerta, pero hago uso de toda mi paciencia de ser humano y la tomo para llevarla al baño. La meto a la ducha y abro la llave para que el agua le caiga encima y la haga regresar.

—¡Está fría!

—Tú lo pediste.

Cierra sus ojos con fuerza como si el agua fuera veneno, se prende a mi como gato que no quiere dejarte e inevitablemente me mete con ella bajo el agua. Mierda, lo que me faltaba.

—Abre los ojos Caeli.

Tiro su cabello hacia atrás y con la mano le quitó el agua de la cara como si estuviera bañando a un bebé, su cuerpo tiembla cuando se abraza a mi, pero al menos se queda quieta mientras el agua nos moja cada vez más. Ahora soy yo quien siente calor cuando sus pechos se sienten tan cerca del mío.

—Bastian quiero besarte.

De un brinco me aparto de ella, pero me mira vacilante. Ella no recordaría esto ¿No? Pero sería como abusar de su confianza y máximo en este estado. Apagó la regadera y tomo una toalla para envolverla en ella. La llevo a la habitación y la dejo parada un segundo en lo que busco su ropa para dormir.

—Caeli tienes que vestirte ¿Okey?

—¡Pero no puedes mirar Bastian!

—Está bien, me daré la vuelta a la puerta ¿Esta bien eso?

Ella asiente y camino hacia la puerta para recostar mi frente en ella, esto parecía el castigo que me daban cuando hacia travesuras en el colegio. Escucho la tela rozar su cuerpo y algunos tropezones que da, pero no se cae. Las sábanas se remueven y dejó de oír el movimiento.

Cuando me doy vuelta la miro recostada en su lugar de la cama con la respiración acompasada, se puso la toalla en el cabello, pero aun así se mira bien ante mis ojos. Me acerco y dejó su ropa mojada en el cesto del baño.

Aprovecho para cambiarme y volver a meterme a la cama a su lado, este día había sido tan volátil y me tenía cansado mentalmente más que físicamente, hecho una última mirada en su dirección y sus pestañas que parecen cortinas para sus ojos están cerrados con tanta paz y serenidad. Y con eso apagó la luz.

En la oscuridad busco su mano y le doy un apretón, poco a poco su calor volvía.

CAELI

Aunque presione con fuerza la almohada en mi cabeza el dolor no se va y solo logro que los oídos me palpiten con fuerza hasta ni siquiera escuchar. Tiró la almohada aún lado de la cama y el sol me calcina con su brillo.

Bastian no estaba en la cama y supuse estaría en la cocina o en su despacho trabajando. Me pongo las pantuflas y bajo a verlo en la cocina, está en la barra con una taza de café —yo odiaba el café con todas mis fuerzas— y el periódico en mano tapando la mitad de su rostro.

—Buenos días Bastian.

Corro una silla de la barra y me siento frente a él, solo baja su periódico un instante y después suspira para doblarlo y dejarlo a un lado junto a la tasa a medio tomar. Sus cejas se ciñen de forma rápida y adivinaba que estaba enojado.

BASTIAN

La miro fijamente, ella sabe que la estoy examinando a detalle. Pero no se queja de ello, respiró invocando serenidad.

—Estuvo buena la fiesta ¿No? Dime qué demonios tomaste. —le exijo con enojo.

—Solo alcohol, nada más haya.

—Mientes. —siempre que lo hace se muerde la comisura del labio al terminar— última oportunidad Caeli, ¿Que ingeriste?




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