Maldito orgullo

8. La calma antes de la tormenta

Las cosas no habían salido de la mejor manera, la mamá de Caeli toma asiento mientras se lamenta de lo que acaba de pasar.

—¿Que haremos con esta niña?

—Deberíamos intentar comprenderla miro hacia la puerta por donde salió.

—No estamos para tratar de comprender su rebeldía y falta de madurez.

—Es lo menos que le deben a ella siempre estuvo sola y no por decisión propia sino por los deseos de ustedes. Además, ella sabe que no tiene el tiempo suficiente y por eso trata de vivir todo lo que pueda.

Estaba desayunando tranquilamente en la habitación mientras Caeli se preparaba en el baño, después de lo de ayer estaba cortante con todos y era lo que menos quería.

A veces dábamos tres pasos para acercarnos, pero todo se iba al carajo en un segundo. Tocan el timbre de la puerta y me levanto para ir a ver de quien se trata. La sangre se me calienta al ver al imbécil de Donato parado frente a mí.

Salgo de la casa y cierro la puerta detrás de mí para que Caeli no escuchara nada, hoy sería el día en que le dejaría un par de cosas en claro.

—¿Qué haces aquí? —me cruzo de brazos, este imbécil no era más alto que yo.

—Me entere que Caeli sufrió un accidente, quería saber cómo estaba.

—Ella está bien, ahora lárgate.

—No pretendo pelear contigo, pero Caeli es mi amiga y no puedes impedir que la vea. Regresare cuando ella me pueda atender personalmente.

—No te molestes en hacerlo, no quiero que te vuelvas a acercar a mi mujer. Crees que no se lo de las drogas. me acerco a él hasta tenerlo a centímetros si sabes lo que te conviene te alejaras de ella.

—Y si no lo hago, ¿qué harás? —Me mira con manera retadora

—¿Quién demonios te crees?, acaso no sabes que está casada.

—Claro que lo sé, como también sé que ella no te ama y tampoco lo hará nunca. —El imbécil sonríe victorioso.

—Escúchame bien imbécil —lo tomo de la chaqueta— Caeli es mía y no voy a dejar que un bastardo como tú se le acerque. Ahora lárgate.

CAELI

Cuando salí del baño no encuentre a Bastian en la habitación, supuse que fue a ver quién era. No tardo más de diez minutos cuando volvió, deje de secar mi cabello para centrar mi atención en él.

—¿Quién era Bastian?

—Nada importante, no te preocupes.

—Bueno... si tú lo dices —presentía que algo andaba mal con Bastian, pero sabía que él nunca me diría nada.

—¿Ya te encuentras mejor?

—Bastante mejor, ¿por qué la pregunta?

—Bueno es que te mirabas un poco pálida.

—No es nada, además me siento bien. —Le sonrió para que se quede tranquilo.

Una semana después nos encontrábamos volando Nueva Zelanda con Bastian, él tenía unos negocios que cerrar y no quiso dejarme sola. La manta que cubría mi regazo me mantenía bastante calentita en el asiento.

Volar nunca fue una de mis cosas favoritas, siempre lo mantuve como un mal recuerdo. Después de toto siempre pase más tiempo subida en aviones, viajando de país en país que en mi propia casa... con mi familia.

Talvez de lo poco que me gustaba de estar en el aire era saltar en paracaídas, era el único momento donde me sentí genuinamente libre. Donde olvide que estaba cayendo al vacío, sé que no se pueden tocar las nubes, pero algún día quería estar entre ellas.

—¿En qué tanto piensas? —Bastian se sienta a mi lado en el jet.

—En que antes de morir quisiera volar por una sola vez como lo hacen los pájaros.

—Creo que es casi imposible, pero aun tienes mucho tiempo para lograrlo.

—Nada es imposible, aunque talvez el tiempo no sea mi aliado.

Me tomo por sorpresa el abrazo que Bastian me dio, pero no me quejaba. Estar entre sus brazos era muy cálido y reconfortante.

BASTIAN

Llevo nuestras maletas a la habitación, Caeli abre la puerta para los dos, aunque lo primero que hace es tirarse a la inmensa cama que hay.

—No puedo creer que fueran casi ocho horas de vuelo —me quejo dejando a un lado el equipaje.

—Pero vale la pena para ver este paisaje —le sonríe a la ventana como si fuera lo mejor

—En serio crees que vale la pena —Me acerque a ella para contemplar la vista.

—Claro que sí, solo ve esto.

Sus ojos brillan y la sonrisa en su rostro es inmensa, valía la pena totalmente y no por ver el paisaje, sino por verla a ella así.

—Gracias por aceptar venir conmigo.

Me recuesto en la cama y palmeo la parte junto a mí, ella se recuesta a mi lado.

—No es nada —cierra sus ojos y suspira— ahora solo quiero dormir mil horas.

—Qué lástima porque Ezra y Romeo me invitaron a salir hoy y pensé que talvez quisieras ir.

—Pensándolo bien, ya no tengo sueño así que te acompaño —la gran sonrisa que me da me hace imposible decirle que no.

Medito un momento en la cama con la mirada perdida en el techo mientras Caeli se toma una ducha y se arregla, cuando sale lo hace un vestido casual color palo rosa, su cabello suelto con ondas delicadas con un maquillaje muy natural. La observo un momento hasta que ya es mi turno de ir a tomar un baño.

Llegamos al restaurante donde quedamos de vernos, una señorita nos guía hasta la terraza del lugar donde Ezra y Romeo nos esperan sentados en unos cómodos muebles de jardín. Siento la emoción de Caeli que viene tomada de mi mano.

Si bien ellos dos saben que Caeli y yo no llevamos una verdadera relación de esposos no hacen ningún comentario fuera de lugar, al final de cuentas nos llevábamos bien y eso era lo importante.

—Que bien que vinieron, hace tiempo no los veíamos juntos —Romeo se levanta nos saluda a ambos.

—Ya llegaron, es un gusto volver a verte Caeli

—Gracias Ezra, es un gusto volver a verte también. —Ezra le besa la mano y atraigo a Caeli hacia mí.

—Qué tal si mejor nos vamos a sentar.

—Okey... no hacen falta los celos eh —miro mal a Romeo y el rápidamente hace un gesto de cerrar la boca.




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