Maldito orgullo ll:
Tirando a matar
Nunca fui de creer en los milagros. Siempre pensé que la vida era una sucesión de días grises, uno tras otro, con la rutina como única certeza. Y entonces apareció Caeli. No sabría decir con exactitud en qué instante todo cambió; quizá fue en la primera mirada, quizá en el primer gesto sencillo que me hizo comprender que lo extraordinario podía habitar en lo cotidiano.
Caeli llegó como un soplo de aire en medio del encierro de mis propios pensamientos, como la chispa que enciende una hoguera en un corazón que yo creía apagado. Desde entonces, nada volvió a ser igual. Me enseñó a mirar el mundo con otros ojos, a sentirlo con otra piel, a creer que había algo más allá de la sombra que solía acompañarme.
Hoy no concibo mi vida sin ella. No se trata solo de amor —aunque lo es—, sino de esa certeza íntima de que dos almas pueden entrelazarse de tal manera que el uno se convierte en hogar del otro. Caeli es mi refugio y mi impulso, mi verdad más clara en medio de todas mis dudas.
Se que el pasado nos alcanza cada vez más, pero no se en que momento empecé a temer más por el futuro. Porque no pueda haber un "nosotros"
Antes ni siquiera había un "Ella y yo"
Pero ahora claro que lo hay y hasta más.
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Editado: 14.09.2025