SEIS AÑOS ATRÁS.
WESTCHESTER, NUEVA YORK.
LA ARBOLEDA.
Suspiro y me volteo en la cama.
Otra vez.
Y otra vez
Y otra vez.
Miro al reloj: 1:52 a.m
Maldita sea.
Agarro mi teléfono de la mesita de noche y lo reviso.
Completamente cargado. Sin llamadas perdidas. Sin mensajes.
No sé porque estoy tan sorprendido. ¿En serio creí que mi pequeño discurso en medio de la lluvia iba a terminar con todas sus inseguridades? Ni siquiera yo soy tan ingenuo.
Y aun así, aquí estoy a las dos en punto de la mañana, dolido porque no ha llamado, ni enviado un mensaje.
Solo deja de pensar en él. Si aparece, aparece. Y si no lo hace...
Bueno, si no lo hace…
Pongo mis piernas contra mi pecho para intentar suprimir el dolor que está creciendo ahí.
Si no lo hace… la vida sigue.
Estaré bien.
Miento en la oscuridad repitiendo la misma frase una y otra vez, e incluso cuando finalmente el sueño me reclama horas más tarde, todavía no lo creo.
—Guau, te ves como mierda —dice Rosé mientras entro arrastrando los pies a la cocina.
—Gracias.
—No te llamó, ¿um?
—Nop.
—Idiota.
—Sip.
Me dejo caer pesadamente en la mesa de cocina mientras Rosé pone un plato de grisáceos huevos revueltos frente a mí.
Los miro dudosamente.
—No comiences conmigo —dice—. Incluso yo puedo cocinar huevos.
—¿En serio?
—No lo sé. Nunca lo hice antes. Aun así, estoy segura de que están deliciosos.
Vierto unas cucharadas en mi boca mientras ella abre el refrigerador. Casi me atraganto. No estoy seguro de cómo alguien puedo echar a perder huevos tan gravemente, pero Rosé se las ha arreglado.
—¿Buenos? —pregunta sobre su hombro.
—Increíbles —digo con la boca llena—. Deberías comer algo. —¿Por qué debería ser el único sometido a está tortura?
—¿Vas a llamarlo? —pregunta mientras me sirve algo de jugo.
—Nop.
—Buen chico. Hiciste todo lo que podías. Déjalo venir a ti.
Trago cargadamente en torno a los huevos y mi paranoia.
—¿Y si no lo hace? Venir a mí, quiero decir.
—Lo hará.
—¿Pero y si no lo hace?
—Definitivamente lo hará.
—Rosé, maldita sea, ¿y si no lo hace?
Detiene lo que está haciendo y me mira.
—Taehyung, ese chico está tan enganchado de ti, que bien podría ser un perchero. Tal vez le tome un poco darse cuenta de que no puede vivir sin ti, pero lo hará. Confía en mí.
Suspiro y empujo los huevos por el plato. —Entonces, ¿qué hago cuando lo vea hoy?
—Actúa guay.
—No sé cómo hacer eso.
Pone su plato en la mesa y se sienta junto a mí. —Solo…actúa educado. Se amigable, pero no íntimo. Si saca el tema de su relación, entonces habla sobre ello. Si no, apégate a los temas neutrales: el clima, política, equipos de deporte, cuánto quieres montar su palpitante polla dura. Aguanta, espera. —Frunce el ceño y levanta un dedo—. Descarta la última. Él ya lo sabe.
Me río y trato de no hacer muecas de disgusto mientras como el resto de los terribles huevos.
—Sucumbirá, Tae —dice Rosé y toma un tenedor—. Confía en mí. Probablemente lloró hasta dormir anoche y no puede esperar a verte hoy para así poder declarar su imperecedero amor. Tal vez incluso haya una propuesta de matrimonio.
Ruedo mis ojos mientras ella mete una cucharada con huevo en su boca y se atraganta inmediatamente.
—Oh, ¡jódeme! ¡Eso es asqueroso! ¿Por qué no me advertiste?
Uso mi expresión más inocente mientras le doy un sorbo a mi jugo.
[•••]
Tengo que admitir, me tomo un poco de cuidado extra cuando me alisto para la clase. Me aplico maquillaje y mi ropa es más ajustada de lo usual.
Nunca pensé que sería de esas personas que usan su apariencia para hacer que su hombre se dé cuenta de que se está perdiendo un bombón total, que aparentemente soy. Y aun así, una de las razones por las que peleamos es porque necesitaba que quisiera más que solo mi cuerpo.
Hipocresía, tu nombre es Taehyung.
Para el momento en que tomo asiento en historia del teatro. Soy un desastre de nervios.
Resulta que mi ansiedad es injustificada. Jeon no aparece. Al principio pienso que solo llegará tarde, pero a la hora del almuerzo tengo que aceptar que se ha tomado el día.
No puedo creerlo.
Pensé que a estas alturas había reflexionado sobre nuestra situación y que habría querido hablar, pero de nuevo, escoge simplemente evadir el tema.
Etiquetarlo mentalmente como un bastardo no disminuye mi decepción, pero lo hago de todas formas.
[•••]
No llama en toda la tarde y noche del jueves, y no viene a clase de nuevo el viernes. Para cuando el sábado aparece, Rosé está harta de mí revisando mi celular y murmurando obscenidades en voz baja cuando veo que está, de hecho, funcionando.
—Tae, ¿podrías, por favor, relajarte de una puta vez? Dale al chico algo de tiempo. Tiene más problemas que la revista People. No puedes esperar que mágicamente este bien ajustado porque quieras que lo esté.
—Sé eso, Rosé. Estoy siendo poco realista e irracional, ¿pero por qué no llama? —Me dejo caer pesadamente en el sofá y pongo mi cabeza en mis manos—. Quiero decir, en serio, me estoy volviendo loco por no hablar con él ¿Cómo puede dejar todo contacto? No entiendo.
—Él es algo bizarro.
—Es como si no significara nada para él.
—Perdería una extremidad y diría que eso no es verdad.
Me siento derecho. —Voy a llamarlo.
Rosé arrebata mi teléfono. —No, no lo harás. Iras al spa conmigo, así puedes dejar de obsesionarte por él por unas cuantas horas. No puedo confiar en que no llames si te dejo aquí solo.
—Lo extraño.
—Lo sé.